sábado, 28 de febrero de 2009

La llamada


- Te entiendo - dije - creéme que te entiendo

- No sabés lo que me arrepiento de haberle hecho caso - dijo Laura

El silencio flotó en el aire, como dándonos una tregua.

En ese espacio sin palabras, traté de acomodar mis ideas.
¿Quién era Laura? ¿Qué ganaba contándome su desgracia?
Si ella misma se había reconocido como una zorra, ¿qué podía pretender que hiciera conmigo...beneficencia, caridad?

Intenté recobrar mi sano juicio, y ubicarme en el contexto. Ella, la amante dolida, yo la mujer legítima pero engañada.Si bien ambas corríamos en desventaja, ella tenía más para perder que yo, a menos a simple vista, por lo cual Laura ocultaba una segunda intención en sus palabras.

- Laura - dije interrumpiendo el silencio reinante - ¿Vos te enteraste que Manuel se casaba conmigo, no?

- Si, claro - respondió

- ¿ Y por qué seguiste con él y tuviste dos hijas? - pregunté - ¿Estabas resignada al papel de segunda sólo por amor?

- No.Yo sentí siempre que era la primera. Manuel me contaba todo, sabía de vos... un papel no me modificaba la vida - dijo

- Pero no entiendo, hay muchas cosas que no me cierran.Si no quiso tener ese hijo con vos...¿por qué después accedió a tener dos? - pregunté

- Eso preguntáselo a él - dijo

- Te lo estoy preguntando a vos - respondí

- Yo no voy a contestártelo - siguió

En ese momento, el celular de Laura sonó interrumpiendo nuestro diálogo.
Laura levantó el teléfono que estaba apoyado al costado del vaso de agua y miró la pantalla para reconocer el nombre de quien llamaba.


En un primer momento su cara empalideció, pero un instante más tarde, el color volvía a su rostro, mientras se llevaba el celular hasta el oído.

- Hola amor - dijo descaradamente, frente a mis ojos.

Le hice señas, intentando confirmar que era Manuel, y enseguida asintió con la cabeza.

Entonces, sin medir lo que hacía, como poseída por la furia y la rabia contenida durante tanto tiempo y cansada de ver como Laura se regodeaba en mi dolor y disfrutaba de contarme los detalles de la doble vida de Manuel,le arrebaté el teléfono de las manos y le grité al hombre que estaba del otro lado de la línea:

- ¡Hijo de puta, soy yo, más vale que vayas pensando cómo me vas a explicar todo esto!

viernes, 27 de febrero de 2009

Demasiada tristeza


Sabía que no podía irme, que dejar la silla vacía era darle a Laura el placer de la victoria, de verme vencida y confirmar que su espera había sido fructífera.

Hice un nudo con mi corazón, oculté el orgullo debajo de la mesa y me sequé las lágrimas con la punta de los dedos, mientras ella bebía su café.

Me acomodé, intenté concentrarme como antes de salir a escena, y repasé el libreto imaginario que contenía las palabras que debía decir para no perder el partido.

- En realidad no sé por qué me pongo así, si Manuel ya me lo había dicho.Además, él siempre tuvo en claro que yo no tenía una moneda y que tampoco pensaba buscarme un trabajito para darme los gustos. Él estuvo dispuesto a complacerme mientras que yo respetara su vida, y es lo que hago - dije

- Si tanta confianza se tienen no entiendo cómo desconocías mi existencia -dijo rápidamente Laura

- Yo no dije que la desconociera, sólo quise saber más, o digamos que quise saber tu versión.Las mujeres nunca nos conformamos con una sola teoría sobre los hechos - aclaré

- ¿Vos decís que Manuel te contó lo nuestro? - preguntó

- Si, claro - contesté

- ¿Y entonces por qué no querías que yo le dijera de nuestro encuentro? - quiso saber

- Porque una cosa es que yo le pregunte y otra cosa es que invada su terreno.Te dije que prometí respetar su vida - mentí

- Ah - sonó desilusionada - entonces no sé qué más querés que te cuente...

- Podés contarme el resto.Cuando llegaron los hijos, por ejemplo - dije

- Mis gordas, tan hermosas - dijo con una sonrisa - prefiero no meter a ellas en esta historia

- Pero forman parte de un todo, tal vez me serviría para entender - dije buscando un poco de solidaridad de su parte

- No son necesarias para que entiendas.Vos querías saber de mi intento de suicidio, ¿no?

- Si, podés contarme eso si preferís - dije

- Te lo voy a contar para que veas la joyita con la que te casaste, no porque me interese ayudarte, que te quede claro - dijo soberbia

- Está claro que no querés ayudarme, así que sólo pretendo que me digas lo que a vos te convenga que yo escuche.Entiendo que esas son las reglas - dije segura.

- Bien, no sos tan tontita como te imaginaba - dijo - aunque si sabías la verdad de todo, sigo teniendo dudas sobre tu persona.O sos una zorra vividora o una ovejita dispuesta a ir al matadero.

- Soy sólo una persona que busca su propio bienestar.Calculo que entendés de esas cosas - volví a mentir.

- Jajaja - rió - claro que entiendo.Aunque lo de ser zorra lo aprendí después de lo que me pasó. Primero fui un pobre cordero enamorado.

- Contame - dije apurando el relato

- Un día, cuando hacía mucho que estábamos juntos, y en una época en que aún no habías aparecido, quedé embarazada.Fue resultado de unos días en Brasil, muy enamorados, dónde todo se reducía a tomar sol, desayunar frente al mar y hacer el amor - dijo acentuando la última parte

- Agradezco los detalles - dije -seguí

- Bueno, estábamos ya en Buenos Aires cuando tuve el atraso. Me hice algunos Evatest que me dieron positivo y decidí darle la noticia a Manuel pensando que iba a ponerse tan feliz como yo.

- Y no fue así - interrumpí

- No. Nunca pudo compartir mi felicidad - dijo, y por primera vez vi un dejo de tristeza en su mirada - Se puso serio primero y después se enojó y empezó a gritarme diciéndome que era una mentirosa.

- ¿Qué le mentías con el embarazo? - pregunté

- No, decía que le había mentido en cuanto a los anticonceptivos. Se armó una discusión horrible, donde me dijo cosas espantosas que jamás pensé escuchar de su boca.

- ¿Pero de verdad le habías mentido? - pregunté

- Si, en eso tuvo razón. Durante años tomé pastillas, pero cuando me di cuenta que estaba enamorada de Manuel, decidí dejar de cuidarme, no me importaba quedar embarazada del hombre al que amaba, pero no me animaba a decírselo.Supongo que no lo hacía porque sabía que su respuesta iba a terminar con mi sueño.Él no estaba enamorado de mi, yo lo intuía.

- ¿Y por qué pensabas que un hijo lo iba a solucionar? ¿No pensaste que podía ser peor? - pregunté

- No, yo no era lo suficientemente madura como para razonar eso.Me dejé llevar por mis ganas sin pensar en nada más - dijo sincerándose como jamás pensé que lo haría.

- ¿Y entonces? - insistí

- Entonces me dijo que no pensaba ser el padre de un hijo gestado desde el engaño - dijo

- Pero el bebé no tenía la culpa - agregué

- Fue lo que yo le dije, pero él se refugió en palabras baratas, de que aún no era una persona, que no podíamos sentir cariño por alguien que aún no conocíamos y que no formaba parte de nuestras vidas. Y así fue como después de una noche entera discutiendo, me obligó a decidir.

- ¿Cómo que te obligó? ¿Qué te dijo? - pregunté

- Me pidió que eligiera entre ese embarazo y él - respondió con los ojos llenos de lágrimas - Y yo estaba tan enamorada que lo elegí a él.


En ese instante en que escuché sus palabras, no pude más que sentir una tremenda compasión por Laura.La vi quebrarse ante mis ojos y se notaba que en ese momento de confidencia hubiera dado lo mismo que fuera yo o cualquiera quien le prestara el oído.Ella necesitaba escupir esa verdad, ese dolor que se notaba que la mordía desde adentro y que pedía a gritos un perdón.

Yo no sabía si era cierto lo que salía de su boca, pero salvo que el demonio se hubiera disfrazado de Laura, nadie podía ser tan malo como para mentir inventando esa desgracia.

La desolación invadió el bar, y la tristeza se sentó a nuestro lado.
Demasiada tristeza ...

A palabras necias...


Recliné la espalda sobre la silla, casi victoriosa.

Digo casi, porque una pequeña luz de alerta se encendió antes de que pudiera relajarme por completo. Laura, no podía acceder tan fácilmente a contarme la historia, cuando minutos atrás amenazaba con contarle a Manuel de nuestro encuentro y juraba no soltar palabra sobre su pasado.

Decidí entonces seguirle el juego y poner un filtro en su mensaje.Nadie me garantizaba que lo que dijera fuera cierto.
El problema entonces era doble: ¿Para qué estaba yo allí si no podía creerle por completo?

No tenía más alternativa que escucharla, pero poco a poco iba sintiendo que el placer del triunfo se deslizaba por el mantel , mientras que yo me convertía en el rostro de la derrota.

Así y todo, la escuché.

- Con Manuel estamos juntos hace mucho tiempo - dijo

- ¿Cuánto? - pregunté

- Desde la facultad.Estudiamos juntos y después nos seguimos viendo como colegas y algo más.

- ¿Algo más? - quise saber

- Si, él estaba de novio con otra chica cuando empezamos a tener una relación.Al principio fueron encuentros casuales, después nos enamoramos - dijo

- Se enamoraron, qué bien...¿Y qué pasó? ¿ En qué momento aparezco yo? - pregunté

- Vos apareciste mucho después.Mucho después - remarcaba estas palabras como queriendo resaltar que Manuel le pertenecía simplemente por conocerlo desde antes.

- ¿Cuándo? ¿Qué sabés de mí? - pregunté notoriamente alterada

- Al poco tiempo que te conoció - dijo - Una noche me contó que te había conocido, que eras especial y ... eso, esas cosas

- Quiero saber qué son esas cosas ´

- Eso que te lo cuente él - dijo

- No, eso me lo contás vos.Ya empezaste a hablar -dije

- Dijo que serías la nuera que sus padres odiarían tener - agregó

- No entiendo - dije

- Manuel siempre tuvo una relación amor - odio con sus padres, sobre todo con su padre.Esa relación conflictiva fue el eje de su terapia durante muchos años.Bueno, cuando te conoció creyó que casarse con vos era una forma de rebelarse a lo que sus padres habían soñado para él.

- ¿Y qué soñaban para él? - pregunté muerta de curiosidad

- Una mina como yo, abogada talentosa, de buena familia, que no necesitara del dinero de ellos -dijo

- ...

- Lo opuesto a vos, que sos una actriz sin nombre, de teatro off y que si no fuera por Manuel estarías viviendo con tu amiga -dijo

- Pero...no entiendo. No puede ser cierto, sin duda estás mintiendo.No tendrías por qué contarme la verdad - dije con la voz entrecortada.

- Claro Mirandita que no voy a contarte todo, pero este precioso detalle no me lo iba a guardar para mí solita. Seguro que te sorprendí con la noticia, ¿no? - agregó


Hubiera querido asfixiarla, arrancarle los ojos, extirparle la lengua y ver cómo se desangraba frente a mis ojos.
Había llegado hasta ahí buscando comprender a Laura, justificar su historia, sentir compasión y culpar a Manuel hasta sentir que el odio hacia él podía unirnos.
En cambio, el odio por Laura se agigantaba con cada palabra que salía de su boca.

En ese momento recordé que podía estar mintiendo, y en lugar de sentir alivio, me invadió una terrible sensación: Estaba rodeada de mentiras y de dudas.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Sin salida



Me quedé muda y en pausa, como si alguien hubiera cercenado mi lengua y atado mis talones.
No sabía qué decir, qué hacer, y la única alternativa que se me presentaba viable era la de huir.
Alejarme de esa mujer que conocía sobre mi existencia, que pronunciaba mi nombre en un bar extraño, en un barrio que no era el mío. Irme rápido, borrándome el maquillaje de Ana con la manga de la camisa, sacándome el disfraz de mujer maravilla que lucha por la verdad y la justicia, abandonando esa idea loca de querer descubrir lo que otro quiere callar.

En medio del remolino de voces que se amontonaban en mi cabeza, que taladraban mis oídos con sugerencias para soportar el momento, me quedé quieta, impávida sobre esa silla, con la mirada perdida en mi pocillo de café.Fue Laura quien habló.


- ¿Te vas a quedar callada, Miranda? ¿Además de una mala mentirosa también sos una gallinita cobarde?- dijo, y fue un puñal clavado en el medio del pecho, en el centro de mi orgullo, en el latido de todas mis creencias, en ese lugar que uno construye desde que se siente adulto y que lo define a uno como persona.Ahí me dieron sus palabras, en el ángulo justo que hacía saltar mi furia como un vendaval.


- Si estoy acá no será porque soy cobarde - respondí

- Entonces te escucho - dijo, y cruzo los brazos en señal de espera

- Vine a enterarme de la verdad.Quiero saber todo sobre vos y Manuel - dije

- No seas tonta.¿Vos pensás que voy a contarte? - contestó

- Podés no hacerlo, pero sabés que si llegué hasta acá habiendo pasado primero por el loquero donde estuviste encerrada, soy capaz de cualquier cosa - dije tratando de generarle algo de presión

- Jajajaja - se rió

- No entiendo a qué viene la risa - dije

- Me imagino la cara de Manuel cuando lo llame para contarle que estuve tomando un café con vos - me contestó disfrutando al creer que me tenía acorralada

- ¿Si? Mirá vos...te advierto una sola cosa Laura, si lo llamás a Manuel voy a negar hasta la muerte este encuentro - contesté

- ¿Y por qué Manuel habría de creerte a vos y no a mí? - preguntó

- Porque vos estuviste en un loquero y yo no.Sigo siendo la esposa ideal.Así que tenés dos opciones, callarte y llamar a Manuel y que vuelvan a medicarte o a encerrarte por loca, o contarme la verdad y acá no pasó nada.Vos elegís - dije convencida.


Al rato, Laura empezó a hablar.

Los cinco minutos que modificaron la historia


Salió una vez más por esa puerta, y abrió la reja hasta pararse a mi lado.

De cerca me pareció más linda que lo que mis ojos habían advertido en las visitas de incógnito.
Sus ojos encerraban una enorme tristeza y me pregunté si los míos se verían así cuando conociera la verdad. Sentí miedo de convertirme en una de esas personas que arrastran su cuerpo dolido por este mundo, que fuerzan la sonrisa cada día, que respiran por obligación, que están más muertas que vivas.


- ¿Vamos? - sugirió

- Si,vamos - dije sonriente


Caminamos dos cuadras hasta llegar al café, hablando del barrio, de la tranquilidad de su calle y el bullicio de la avenida.


- Un cortado - le pidió al mozo

- Otro para mí - agregué


Se la notaba relajada, mientras que a mí me había invadido el miedo a equivocarme y quedar en evidencia.Una palabra errada, un comentario desacertado y Laura podía sellar su boca y tragarse para siempre la verdad.


- Bueno, empecemos hablando de vos - me dijo en un tono intimidante y a la vez amigable, en una extraña mezcla que me la hizo imaginar en un juzgado, defendiendo un caso, acosando al enemigo a favor de su cliente.

Me preparé para mentir en cada respuesta.


- ¿Qué quiere saber? - pregunté

- Primero te pido que nos tuteemos, me hacés sentir como si fuera tu madre - dijo de manera irónica

- Perfecto, decime que querés saber entonces.

- Bueno, algo de tu vida.¿Vivís sola? ¿ Tenés algún pasatiempo? ¿Estás casada, tenés hijos? - preguntó

- Vivo con una amiga, hace un tiempo.Estoy por recibirme y preparando la tesis.

- No me lleves otra vez hacia tu investigación para la tesis - me interrumpió Laura - contame otras cosas.

- Perdón, no era mi intención.Sigo entonces, tomo clases de pintura, me gusta, me relaja -dije

- Yo también pinto en mi tiempo libre, que no es mucho, porque tengo dos hijas - agregó

- Ah, qué lindo - dije - ¿Estás casada?

- Sigamos hablando de vos, contame - respondió sin dejarme saber la respuesta

- Bueno, no sé qué más contarte... tal vez que no tengo hijos, soy soltera - dije evitando cualquier tipo de asociación con mi verdadero yo.

-¿ Pero no estás ni siquiera de novia, Ana? - quiso saber Laura

- Algo hay, siempre, sólo que nada serio - respondí

- Qué raro que una chica tan linda como vos no haya formado nada estable - agregó

- No es tan raro, a veces uno no encuentra la persona ideal, soy joven, tengo tiempo - dije

- Claro, sos mucho más joven que yo, se nota - su respuesta tenía un tinte de rencor pero yo pensaba que era producto de mi imaginación y mi nerviosismo.

- Pero vos sos joven también - dije intentando remediar el malestar que flotaba en el aire

- No tanto, cuando uno tiene una vida difícil como la que me tocó, envejece veinte años de golpe- dijo sin poder ocultar su tristeza.

- Me gustaría ayudarte, pero para ayudarte tengo que conocer algo de vos - dije intentando llevarla a mi terreno.

- ¿Qué es lo que querés saber, Ana? - me preguntó

- Y...qué fue lo que te llevó a la depresión y por qué motivo, medicada y todo, tomaste la determinación de intentar un suicidio.

- Claro.¿ Y nada más querés saber, Ana? - La insistencia con que repetía mi nombre inventado comenzaba a ponerme nerviosa.

- El desarrollo de los hechos, supongo, como para entender el por qué de tu decisión - dije

- Ajá - dijo

- ....

- ....


El silencio se adueñó del encuentro.
Mientras yo imploraba que todo terminara bien, que finalmente se decidiera a hablar, desconocía lo que la cabeza de Laura ideaba.Yo había caminado un largo tramo hasta llegar a sentarme frente a ella.Había soportado noches de insomnio y llanto en soledad. Había jugado el rol de aprendiz de detective, y me había puesto el disfraz de Ana, sólo para escuchar su relato y llegar a la verdad.

Ella, en cambio, sólo había necesitado de cinco minutos para descubrir mi mentira.


- ¿Pasa algo Laura? - pregunté

- Sí, claro que pasa - dijo - pasa que no sabés mentir.

- No sé a qué te referís - dije a punto de tartamudear.

- Cuando entré a mi casa llamé a la facultad.El decano me conoce porque fui docente mucho tiempo en la carrera de derecho, algo que seguramente desconocías porque eso no figura en mi historia clínica. Ana Alvarez no es ninguna estudiante de esa facultad - dijo

- Seguramente habrán buscado mal - dije, sin que pudiera creerme

- Es que eso no es todo, me dijiste que sos soltera, sin embargo puedo ver un anillo en tu mano. Cabía la posibilidad de que fuera un anillo de compromiso, pero te ocupaste de aclararme que no estabas en ninguna relación seria - dijo- Así que decime quién sos y qué querés.

- Eh...lamento lo ocurrido.Yo...yo... - titubeaba sin que una sola idea inteligente se adueñara de mi voz

- Sabía que este día llegaría.Vamos Miranda, decime de una vez qué es lo que viniste a averiguar.

Detrás de la puerta



Me bajé en la puerta de la casa de la calle Yerbal.
Caminé pausadamente, con el miedo colgando de mis talones.
Chequeé que tuviera mi libreta de anotaciones, y la saqué de la cartera para aparentar que necesitaba tomar algunas notas.
Me arreglé el pelo, inspiré hondo y toqué el timbre.

Los segundos se congelaron en el aire. El silencio y la falta de respuesta me generaban ansiedad y tensión, hasta que finalmente sucedió.

La puerta se abrió dejando al descubierto la figura de Laura, que vino caminando hacia la reja detrás de la que yo me encontraba.

- ¿Venís a venderme algo? - me preguntó.

- No, no - dije intentando sonreír al mismo tiempo que podía sentir en mi espalda los ojos de Clara que contemplaba la escena desde al auto, a unos metros - permítame que me presente: Soy Ana, estudiante de psicología y pasante del Centro de Salud Mental XXX.

- Ah - la cara de Laura se mostró visiblemente alterada por el recuerdo de esa etapa de su vida

- Yo estoy haciendo una pasantía ahí y preparando mi tesis.Con la colaboración del personal médico de la institución pude tener acceso a su información y como mi tesis desarrolla lo concerniente a depresiones acompañadas de intento de suicidio me tomé el atrevimiento de llegar hasta su casa para hacerle unas preguntas - dije con total naturalidad

- Pero yo no tengo ganas de hablar con una extraña sobre mi vida - respondió

- Entiendo. Se me ocurre alguna alternativa - dije intentando pensar más rápido que la velocidad de mi voz - tal vez si pudiera conocerme se sentiría más tranquila.

- ¿Conocerte? ¿A qué te referís? - dijo Laura

- Digo...se me ocurre...a veces hace bien hablar con alguien objetivo.Tal vez podríamos tomar un café y hablar de la vida en general.A medida que entremos en confianza tal vez sienta ganas de descargarse - dije sin pensar en las posibles respuestas.

- ¿ Y por qué yo debería tomar un café con vos? ¿ Para hacerte un favor y que termines tu tesis?

- Bueno, en parte.Sería un favor compartido.Yo además prestaría mi oído a su historia y tal vez podría darle una mano con el presente, ver cómo se siente, qué pudo hacer de su vida, cómo continuó... es sólo una idea - dije

- ¿ Y dónde estudiás? - quiso saber

- En la Universidad de El Salvador

- ¿ Y cómo es tu nombre?

- Ana. Ana Alvarez - inventé

- Hagamos una cosa Ana, esperame cinco minutos que le digo a la empleada lo que tiene que hacer en mi ausencia, y vamos a un café acá sobre Rivadavia, y vemos si resulta - contestó

- Me parece genial - dije

La vi entrar mientras mi corazón se salía de lugar frente a la emoción. Tenía la posibilidad de hablar con Laura, de conocer en detalle su historia y adivinar el papel que jugaba Manuel en su vida.
La verdad, por primera vez, iba cobrando una forma real, tangible y yo no podía parar de sonreír.
Estaba a un paso de descubrir todo, y me sentía poderosa y entusiasta.


Lo que yo desconocía era que Laura no había utilizado esos cinco minutos para hablar con la empleada sino para hacer una llamada que cambiaría el futuro de todos.

martes, 24 de febrero de 2009

La estrategia


- ¿Vos te volviste loca? - me preguntó Clara

- Hace rato, desde que empezamos con todo esto - respondí intentando darle un toque de humor al momento.

- Imagino que tendrás un plan, es arriesgada tu idea - me contestó

- Claro que sí, y si no lo tuviera estás vos para darme una idea - agregué

- Bueno, contame - quiso saber Clara

- Voy a ir a ver a Laura con la excusa de ser una pasante del loquero.Le voy a decir que me interesó su historia y que como para mi tesis tengo que investigar sobre el tema de las depresiones seguidas de intento de suicidio, quiero conocer su versión de los hechos - dije convencida de que mi plan sería un éxito.

- ¿Y si ella sospecha? - me preguntó Clara

- No va a sospechar.

- ¿ Y si no quiere contarte? - siguió insistiendo

- ¿Por qué no habría de querer? Ella también es profesional, en algún momento habrá hecho una tesis, sabe que es crucial para obtener el título - dije

- Supongamos que acepta y te cuenta todo, cosa que dudo...si te llega a contar como ocurrió todo, pero sin dar nombre de su pareja, ¿cómo pensás lograr que te lo diga?

- Se lo pregunto

-¿ Y si te cuenta sobre Manuel creés que vas a poder controlar tu expresión? ¿Pensás que tu cara no te va a delatar? - continuó Clara

- Amiga, soy actriz, ¿te olvidabas? - contesté

- Ella es abogada, Miranda - me dijo en todo de aviso.

- Bueno, no creo que tenga que usar su profesión conmigo, no voy a darle motivos - dije

- Es tu decisión.La veo un tanto arriesgada, pero es lo que vos elegís hacer y te apoyo - dijo

- Genial, siempre es bueno contar con tu respaldo -dije intentando darle un abrazo mientras ella manejaba

- ¿Cuándo pensás hacerlo? - me preguntó

- Ahora mismo, y vos me vas a llevar - contesté


A los diez minutos Clara conducía por Avenida Rivadavia, rumbo a la casa de Laura.

La jugada maestra


Volvimos al loquero en busca de Cora.
Interrumpimos un nuevo café que tomaba en la sala de enfermeras junto a una pila de legajos como el de Laura.

- Gracias Cora, esto es suyo - dije devolviendo la historia clínica y entregándole el dinero restante.

- Fue un placer - respondió


Nos fuimos sin decir una palabra hasta que estuvimos sentadas en el auto.


- ¿Qué pensás? - me preguntó Clara

- Ya no sé si tengo fuerzas para pensar - respondí - tengo una extraña mezcla de emociones encontradas.

- Te entiendo, es demasiado raro esto.

- Sí, lo raro es que paso del odio a la compasión por Laura.Si el culpable de su aborto fue Manuel empezaría a entender algunas cosas - dije

- ¿Cómo qué? - me preguntó Clara

- Como la reacción que tuvo cuando quedé embarazada - contesté - Suena lógico que haya sentido rechazo.¿ O no ?

- ¿Vos decís que pudo haberle traído recuerdos de ese momento? - siguió Clara

- Y sí, y lo peor es que después debe haber sentido más culpa ante la pérdida de nuestro hijo. Aunque no sé, tal vez ni remordimiento sienta...

- Bueno, pero tal vez no era Manuel.En la historia clínica no decía el nombre de la pareja de Laura- agregó Clara queriendo impartir un poco de tranquilidad.

- Eso es lo que estoy pensando - dije

- ¿Qué cosa? - me preguntó

- Que sólo hay una manera de saber como fueron las cosas - respondí

- ¿Pensás encarar a Manuel? - quiso saber Clara

- No - contesté

- ¿ Y entonces?

- Pienso hablar con Laura - respondí


Clara se quedó contemplando mi cara, intentado descubrir si detrás de mis palabras había alguna sonrisa que acompañara mi respuesta, sospechando que se trataba de una broma.

Pero yo hablaba en serio.

sábado, 21 de febrero de 2009

El secreto de Laura


Clara tuvo que dejarle el documento de identidad a Cora y cien pesos a modo de seña, como garantía de que le devolveríamos la historia clínica.Nos dio una bolsa donde guardarla para que nadie pudiera detectarla.

Apenas Cora se alejó de la confitería, Clara me dijo:

- Vayamos a buscar un lugar donde sacar fotocopias.

- No, vayamos a otro bar, no podemos leerla acá - dije

- ¿Y las fotocopias? - preguntó

- No, no quiero hacerlo, no quiero pruebas de este momento, con saber lo que pasó es suficiente - dije

- ¿Y los trescientos pesos?

- Cora se los ganó - respondí


Nos fuimos del loquero y subimos al auto en busca de un bar que no estuviera en la cercanía de la institución, por miedo a cruzarnos con algún médico.
Cuando encontramos uno lo suficientemente alejado, nos detuvimos.
En medio de un jugo y un café en jarrito, comenzamos la lectura.

La historia clínica contenía unas cincuenta páginas.
En muchas de ellas se indicaba la medicación y el estado de evolución del paciente.
Lo que a mi me importaba estaba justo en las hojas del inicio.

La patología era depresión aguda seguida de intento de suicidio.


Leerlo me provocó miles de sensaciones encontradas.Era la primera vez que sentía pena por Laura. No importaba el cómo ni el cuándo, llegar a intentar quitarse la vida hablaba de una situación que la había desbordado, que no había sabido manejar, que tal vez hubiera sido mucho más dolorosa que la que yo atravesaba.
Por un instante me invadió la culpa.De forma repentina me encontré viéndome a mi misma en un espejo que me hacía ver monstruosa,sentada en un bar regodeándome en la desgracia de una mujer que desconocía realmente, con la única intención de justificar a Manuel.¿ Y si él era un monstruo? ¿ Y si de la lectura resultaba que mi Manuel había sido el culpable de esa patología?
¿ Y si Clara estaba en lo cierto y Laura estaba loca y él sólo quería protegerme?

Seguí hojeando el legajo.
El intento de suicidio se había producido luego de algunos meses de tratamiento por depresión, según constaba en el informe anexado por su psiquiatra personal.En él, se podía leer que la causa de la patología había sido una angustia extrema por la imposibilidad de elaborar un duelo.

Volví a detenerme.Sin duda alguien había muerto en el entorno de Laura.Pensé que podría ser un hermano, un padre, o tal vez un marido que fuera amigo de Manuel.

Continué leyendo.
Esa depresión la había llevado una tarde de domingo, a un intento de suicidio cortándose las venas con la parte filosa de un alicate para uñas.Según constaba en el informe policial del que había copia, había sido encontrada por su hermana en el piso, junto a la puerta de acceso al baño.

Sentí pena, una pena teñida de vergüenza que nunca antes había sentido.Creo que Clara estaba afectada del mismo modo, porque no emitía sonido alguno.

Lo peor, lo más triste, lo que me dejó entumecida de pies a cabeza, fue lo que pude leer unas páginas más adelante y que estaba escrito por el psiquiatra que la había evaluado cuando comenzó a recuperarse.

" El cuadro de depresión aguda que condujo a la paciente al intento fallido de quitarse la vida, fue generado por un duelo no elaborado de manera apropiada frente a la interrupción de un embarazo, y por el seguido sentimiento de culpa, ya que, según manifiesta ella misma, no fue por propia voluntad que recurrió a la opción del aborto, sino inducida a hacerlo por su propia pareja ."


Clara y yo nos miramos.
¿La pareja habría sido Manuel?

viernes, 20 de febrero de 2009

El precio de la verdad


Sentí como si me hubieran mutilado cada extremidad de mi cuerpo.

Una fila de preguntas se amontonaban frente a un escritorio de mi mente intentando encontrar una respuesta, pero no la había.No tenía respuesta, y en su lugar, muchas más dudas .


Clara saludó a la empleada.Yo intenté hacerlo pero la voz no me salía.

Apenas estuvimos fuera de la oficina, Clara me obligó a sentarme en un banco del pasillo y me dijo:

- No podemos irnos de acá sin conseguir más información.Mirá si nosotras seguimos metiéndonos en esto y resulta que Laura es una loca de atar que un día se te aparece con un cuchillo.

- Clara, por favor, no digas pavadas - le respondí sin ánimos de fomentar semejante delirio

- No, no es chiste.Tal vez Manuel hace todo esto para mantenerte a salvo, quién sabe... - agregó

- ¿Te parece que para mantenerme a salvo tuvo dos hijas con ella mientras estábamos juntos? ¿Qué para protegerme se escapa a la casa de ella en la primera oportunidad que tiene libre?

- No, es cierto.Es que no entiendo... - suspiró Clara

- Yo menos que vos, pero necesito entender.Lo necesito - dije

Después de pensar un rato Clara se incorporó del asiento y me dijo:

- Seguime, tengo una idea.


La seguí por los pasillos, viendo como movía su cabeza de un lado a otro como buscando algo.
Subimos y bajamos por esas escaleras, vimos familiares que visitaban a sus afectos, tal vez corroídos por la culpa, o tal vez felices en su interior por no tener que ocuparse de ellos.

Frente a la puerta de la enfermería se detuvo.En ese momento una enfermera joven, de pelo recogido y rasgos árabes, se acercaba.


- Perdón señorita, quisiéramos hacerle una pregunta sobre una paciente que estuvo acá hace unos siete años - le preguntó Clara

- No creo que pueda ayudarlas, soy nueva.Deberían preguntarle a Cora, ella es la más vieja de las enfermeras -respondió antes de continuar su camino.

Por supuesto que la primera reacción de Clara fue golpear la puerta de la enfermería y preguntar por Cora.

- Fue a la cocina a buscar café - respondió una voz desde adentro

Levanté la mirada y vi que por el pasillo una mujer vestida de enfermera, de unos sesenta años, se aproximaba sosteniendo una taza de café en una mano y un paquete de galletitas empezado en la otra.

- Esa es Cora - le dije a Clara

- Dame plata - me respondió ella como apurada


Abrí mi cartera y tomé de la billetera cien pesos que se los metí en el bolsillo del saco a Clara.

- Listo, ahí los tenés - le dije

Cora se aproximaba a paso lento hacia nuestro lugar, pendiente de no volcar el café.

Clara caminó unos pasos para interceptarla antes de que llegara a la puerta de la enfermería.
Yo la seguí.

- Perdón...¿Cora? - le preguntó Clara

- Si .¿Usted quién es? - preguntó la enfermera

- Yo soy Clara, pero no me conoce.Mire, necesitamos hacerle una pregunta que es importante para nosotras y estamos dispuestas a pagar por esa información - dijo Clara como si alguna otra vez hubiera utilizado el mismo método.

- ¿Y cuánto creen que vale mi información? - preguntó Cora

- ¿Cien pesos? - sugirió Clara

- ¿De qué paciente se trata? - quiso saber la enfermera

- De María Laura XXX - respondió Clara

- No me suena, tendría que revisar los archivos.¿Cuánto hace de esto? - prosiguió

- Casi siete años -respondí

- Hmm...entonces van a tener que ser doscientos pesos, tengo que revisar demasiados legajos - dijo mirándome a mi, como si intuyera que era yo quien llevaba el dinero

- No hay problema - dije al instante

- Bueno, espérenme en la cafetería- dijo - apenas lo tenga se los llevo


Tardó casi dos horas en aparecer en el bar del loquero, en el que sólo había dos mesas ocupadas.
Traía en sus manos una carpeta, a modo de legajo, que supuse que era la historia clínica de Laura.

- Por doscientos cincuenta se las presto para que la lean - dijo

- Por trescientos, me la deja fotocopiar - respondí

- Es un hecho - dijo


Saqué el dinero de mi cartera y se lo entregué.

A cambio, recibí de sus manos exactamente lo que yo necesitaba.

La locura

Clara sostuvo el papel entre sus manos por unos segundos que parecieron una eternidad.
De haber sido la hora de mi muerte, ese tiempo hubiera sido el suficiente como para ver pasar las imágenes de mi vida proyectadas en una pantalla imaginaria.

Mi ansiedad no toleró más y ante la mirada perpleja de la empleada contable, le arrebaté el papel a Clara, que permanecía inerte y con la mirada perdida en el lugar que había ocupado la hoja.

El pequeño papel membretado estaba en mi poder y se movía por culpa del temblequeo de mis dedos que no podía dominar aunque quisiera.

En el margen superior derecho, la fecha de emisión del comprobante.
En el izquierdo el nombre de la institución.
En número y letras, el importe que constaba en la trasferencia efectuada hacía casi siete años y que correspondía a la primera de una serie de giros que se efectuaron después.
Más abajo, el nombre del pagador, mi Manuel.

Al pie, en un recuadro, el nombre del paciente figuraba escrito en negrita, como para que no pasara desapercibido ante mis ojos.

De no haber sido por la mano de Clara que me aferraba en ese momento y que podía sentirla de manera real, hubiera pensado que estaba soñando.

Leí una y otra vez para asegurarme de que era cierto, pero ya no había más excusas.
Parte de la verdad estaba impresa en ese papel y me destinaba a conjeturar más y más otra vez.

El paciente no era otro que la mismísima Laura.

jueves, 19 de febrero de 2009

El loquero



Con un papel en la mano con la dirección de un centro de salud mental ubicado en la provincia de Buenos Aires, nos alejamos de Cristina.


No sabíamos el por qué ni el cómo, pero para cuando lo razonamos ya estábamos en camino.

Clara manejaba nerviosa,yo, a su lado, no alcanzaba la fuerza necesaria como para poder hablar.


Finalmente, cuando nos detuvimos a cargar nafta y comprar una gaseosa, se rompió el hechizo del silencio.



- ¿Qué pensás que es mejor hacer? - me preguntó Clara


- Ni idea.Supongo que ir.¿Estamos yendo, no? - contesté


- Sí, claro, pero aún no se me ocurre por dónde empezar a razonar - agregó Clara


Nos subimos al auto, y el silencio volvió a acompañarnos.

Se notaba en nuestras miradas que toda la energía del momento estaba centrada en descubrir algún dato que se nos hubiera escapado.Necesitábamos tener una conjetura, aunque fuese ridícula, que nos permitiera tejer algún plan, que nos diera una mínima razón que justificara el viaje.


Casi al llegar, Clara se dignó a hablar.


- Bueno, esto es lo que vamos a hacer -dijo


- Decime, yo hago lo que vos me digas porque no sé me ocurre nada - contesté


- Acá lo que tenemos que averiguar es el por qué de los giros de dinero de Manuel a esta Institución. Seguramente, si nosotras le nombramos a Manuel, van a poder chequearlo en la parte contable y nos van a decir para qué paciente era el pago - dijo segura de tener la clave


- ¿Y si eso se maneja como confidencial?Nunca estuve en un lugar así - respondí


- ¿Confidencial? En este país la palabra confidencial agoniza frente a un billete de cien.¿Trajiste plata? - preguntó


- Sí, tengo - dije desconociendo a la Clara que tenía a mi lado, y al mismo tiempo envidiándole su capacidad de convertir su sangre en un cubo de hielo.
Estacionamos a una cuadra, y caminamos a paso acelerado hasta la puerta.
El edificio era tan gris como imaginábamos que serían sus pacientes.
En el acceso, una persona de seguridad nos preguntó adónde íbamos.

- Al sector contable - dijo Clara con una sonrisa seductora


- ¿Las están esperando? - preguntó el guardia


- Sí, sí


- Anúnciense entonces en la entrada - dijo mientras nos indicaba con el dedo el mostrador a nuestra derecha.




- Buenas tardes - dijo Clara a la recepcionista


- Buenas tardes - respondió la empleada


- Necesitamos entrevistarnos con alguien de Contaduría - agregó Clara


- ¿Por qué asunto? - indagó la rubia


- Un asunto personal y delicado que no me resultaría cómodo tener que contarle a usted, si me perdona - dijo Clara actuando como la mejor actriz de Hollywood


- Bueno...es que... yo no debería dejarlas pasar sin conocer el motivo - dijo


- Señorita, esto no es Disney, se supone que los que venimos acá tenemos un motivo bastante triste que no nos gusta tener que vociferarlo,¿me entiende? - insistió Clara


- Entiendo.Bueno, contaduría es en el primer piso.Digan que la recepción estaba vacía y que por eso pasaron.Yo no quiero problemas - expresó algo nerviosa la empleada

- Ningún problema, jamás te vimos - dijo Clara antes de que nos alejáramos por el pasillo


Desde el pasillo que nos tocaba recorrer hasta la escalera, se podía ver por sus ventanas a algunos pacientes que arrastraban su cuerpo por el piso de baldosas tan grises como el cielo.Sus miradas perdidas en el horizonte y las palabras sin sentido que se les escuchaba balbucear, daban una triste idea de un presente solitario y vacío de razones.


El cartel de Departamento Contable se alzaba frente a nuestros ojos.
Golpeé a la puerta hasta escuchar el ¡pase! que venía desde el interior.

- Buenas tardes- dije a la Señora de camisa celeste que se encontraba en el único escritorio ocupado de la oficina.

- Buenas tardes - respondió forzando una sonrisa - ¿Vienen a hacer algún pago?

- No precisamente, pero venimos a consultar por un pago - dijo Clara antes de que yo dijera algo que embarrara el plan

- ¿Necesitan un comprobante que no les llegó? -preguntó la empleada

- Exacto - dijo Clara

- Díganme los datos del paciente - solicitó la mujer

- Bueno, eso no sabríamos decirle - agregó Clara

- ¿Y cómo pretenden que se los de? ¿Tienen otro dato? - preguntó

- Es que es un comprobante que necesita nuestro jefe y no nos dio el dato del paciente- dijo Clara

- Bueno, a ver, ¿de qué fecha es?

- Acá tiene los datos.Fecha y número de cuenta de la que fue transferido - Dijo Clara mientras le entregaba un papel de los que nos había dado Cristina.

- Uh, pero es viejísimo.Déjenme ver - contestó la empleada, que a esa altura comenzaba a caernos mejor.


Ingresó los datos en la computadora.

El tiempo en que su disco procesaba la información nos regalaba un instante para que Clara y yo nos preguntáramos qué era lo que hacíamos en un loquero.A mí, sobre todo, me invadía una extraña sensación al detenerme en la sucesión de acontecimientos en torno a Manuel que me habían llevado hasta allí.

Una esposa cualquiera no se hubiera tomado el trabajo ni la molestia de dedicar tantas horas de su vida a una investigación tan precisa de los hechos, y lo hubiera echado como un perro a la vereda sin tiempo de que diera su versión.Ni siquiera podía imaginarme a Laura con el interés suficiente como para hacer tan minuciosa tarea de indagación.

Al cabo de un rato, la amable señora levantó la mirada.

- Ya tengo lo de ustedes.

El ruido de la impresora nos hizo temblar de ansiedad y temor a lo desconocido.


La mujer extendió una hoja con la fecha de la primera transferencia, el nombre del pagador, y por supuesto, el nombre del paciente.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Rearmando el rompecabezas




Lo primero que hice a la mañana siguiente fue llamar a Clara para avisarle que la había puesto de ejemplo en mi conversación con Manuel.Sólo por si a él se le ocurría llamarla.

Lo segundo, y mucho más importante, fue recordarle que se comunicara con su madrina para saber si había obtenido la información de los bancos.

A los cinco minutos me llamó.

- Dice mi madri que vayamos a verla, que tiene impreso todo

Así como estaba, en jean, remera y zapatillas, me tomé un taxi hasta la casa de Clara.A la media hora estábamos en la recepción del trabajo de su madrina, esperando a que ella baje.







- Esto que figura acá son transferencias que hizo de su cuenta a la cuenta de esta tal Laura - decía la madrina de Clara, que a esa altura de las circunstancias yo notaba que manifestaba un cierto desprecio al pronunciar el nombre de Laura.


- Pará, pará, vas muy rápido y quiero que Miranda entienda bien.¿Esta cuenta desde la que hace las transferencias, es la cuenta que está vinculada a Miranda? - preguntó Clara, mucho más lúcida que yo en ese momento.


- No, la cuenta a la que vos, Miranda, tenés acceso es la del Banco XXX. Esta cuenta es otra, que fue abierta hace unos siete años, y en la que se pueden ver muchísimas transferencias a Laura - dijo la madrina de Clara de la forma más didáctica posible.


- Entiendo - dije - Entonces significa que hace mucho que le pasa dinero a ella

- Así es -dijo

- ¡Qué turro malparido! - vociferó Clara

La cara de la madrina demostraba que había algo más que yo necesitaba oír.Antes de pedirle que continúe con lo que sabía, tomé aire y traté de prepararme psicológicamente para lo que podía venir.

- ¿Hay algo más que tengamos que saber? - a esa altura yo hablaba en plural.Clara era tan partícipe de la historia como yo.


- Sí, hay algo más, pero deberías averiguar a qué se refiere - dijo

- Decime, Cristina, creo que ya nada puede sorprenderme - agregué

- Apenas la cuenta fue abierta se aprecian otras transferencias, bastante regulares y de sumas elevadas, a otro número de cuenta - dijo seriamente

- ¿Otra mina más? - preguntó Clara con los ojos fuera de órbita

- No - dijo Cristina - yo me fijé a nombre de quién se encuentra la cuenta de destino, y no es una persona, es una institución.

- ¿Una institución de beneficencia? - pregunté

- Un centro de salud mental - agregó Cristina



Clara y yo sólo atinamos a mirarnos.
Ninguna se imaginaba qué podía ser.

Ese espacio vacío


Me calcé el traje de idiota hecho a medida y le dije:

- No me digas que vos tenés un amigo al que le pasó lo mismo...

- No, no, nada que ver - fue respuesta

Yo seguí insistiendo.Necesitaba que la soga se cortara por alguno de los extremos.

- Me pareció que te habías puesto mal y que habías empezado a transpirar de golpe.

- Te habrá parecido, o quizás sea por el exceso de calorias de la comida - respondió


Era extraño...ambos jugábamos el papel de ingenuos en la charla, pero al mismo tiempo nuestras miradas transmitían un mensaje distinto. Sus ojos encerraban la impotencia de un niño que se ve descubierto en plena travesura, y los mios reflejaban un dejo de victoria.

- Ah, me quedo más tranquila.Ya con la desgracia de Clara es suficiente.Hubiera sido lamentable que un amigo tuyo atravesara la misma situación -agregué mientras me llevaba a la boca una porción de duraznos en almibar que endulzaban aún más el momento del triunfo.

- Me voy a acostar, tuve un día demasiado largo - me dijo mientras se levantaba de la silla.

- Bueno, veo que terminó nuestra conversación acá.Una pena - agregué sin molestarme en abandonar la mesa.

- Hasta mañana - pronunció desde la puerta que conducía a la habitación

- Chau, amor - dije con mi voz más dulce


Esa sería la última cena que compartiríamos por el plazo de más o menos un mes.
Siempre había una excusa para evitarnos, para que nuestros horarios no coincidieran, para que su vigilia fuera mi tiempo de sueño.


En medio de esas noches, en que el silencio se adueñaba de cada rincón de mi casa y las sombras se apoderaban de mi último dejo de lucidez, comencé a sentir su ausencia.

Había una silla vacía enfrente de mis ojos, y así permanecería para siempre.
El Manuel que yo había conocido me había abandonado, y jamás podría volver a recuperarlo.

martes, 17 de febrero de 2009

La daga




Al día siguiente, con mis supuestos golpes ya curados, y el bolso al hombro, volví a mi casa.

Manuel estaba leyendo el diario en el jardín, y apenas levantó los ojos de las noticias para verme entrar.


Me acerqué, impostando una sonrisa, y me abrazó.

No podía interpretar el mensaje encerrado en ese abrazo.Tal vez culpa o tal vez perdón.


Durante la cena tuve que contarle de mi escapada al mar, y me sentí jugando su mismo juego cuando inventé paseos por la peatonal y cenas en algún restaurante al que nunca habíamos ido con Clara.


Mientras disfrutábamos el postre, una Miranda desconocida se apoderó de mi voz y formuló una pregunta que se escapó por el aire antes de que yo misma pudiera retenerla.


- ¿Antes de conocerme pensaste en casarte con otra mujer?


El silencio sobrevoló la mesa y se vio interrumpido segundos después con una risa incómoda de Manuel que sonaba más a angustia que a placer.


- ¿A qué viene ese pregunta? - dijo como quien intenta ganar tiempo para elaborar la respuesta


- No sé, supongo que es lógico.Cuando me conociste tenías la edad que habilita a alguien a haberse enamorado locamente por otra persona.


- Si, bueno, te conté de la novia esa que tuve durante la adolescencia - dijo


- Si, una tal Paula, me acuerdo, pero eran adolescentes.¿Después no hubo nada serio hasta que aparecí yo? - pregunté


- No, relaciones de relleno, nada trascendente - respondió


- Qué raro - dije


- ¿Raro? ¿Por qué debería ser raro que no me enamorara hasta tu llegada? ¿Acaso vos te enamoraste de alguien antes de mi? - preguntó con un dejo de enojo


- No, no, pero yo soy distinta -dije queriendo terminar la conversación


- ¿ Y por qué yo no puedo ser igual a vos? ¿ Qué nos diferencia? - preguntó


- Que vos sos hombre - dije sin pensar


- Que yo sepa los hombres nos enamoramos en menos oportunidades que las mujeres - agregó


- Si, pero también ocultan más, y son más infieles - dije sabiendo que me metía en un terreno en el que tal vez no pudiera transitar.

- ¡Ahora resulta que somos ocultadores e infieles! Creo que el golpe te hizo mal. ¿Desde cuándo te vienen esas ideas a la cabeza? ¿ Clara te anduvo contando algún nuevo fracaso? - preguntó


- Sí, debe ser eso - respondí


- ¿Qué le pasó ahora? ¿Se topó con un mentiroso? - preguntó entre risas


- Mucho peor que eso.En su última relación descubrió que el tipo tenía una doble vida- dije intentando clavar la daga en su consciencia.


No hubo respuesta, tan sólo un silencio cruel y un leve sudor sobre su frente en la que se leía: "culpable".

domingo, 15 de febrero de 2009

Mi libreta de notas


Día 1:

- La madrina de Clara se ofrece a averiguarnos en el banco donde trabaja, y con sus colegas de otras entidades financieras, si Manuel posee más cuentas y los movimientos extraños que haya hecho con ellas.


- La amiga de Clara que trabaja en el Registro Civil nos recibe en su hora de almuerzo.Ella entiende mi situación porque pasó por algo similar.Nos pide los datos para buscar información.


- Manuel llama dos veces en el día para saber cómo estoy.Dice que a la noche va a cenar a lo de su primo que recién se mudó para conocer la nueva casa.


- Manuel llega a las 20 hs a la casa de Laura.Sacamos fotos de su llegada y del ingreso a la casa.
No veo a las nenas por ningún lado.


- Manuel no vuelve a salir.Hacemos guardia hasta las 4 am en el auto de Clara, hasta que nos gana el cansancio.


Día 2:


- La madrina de Clara dice que conseguir la información va a demorar unos días...


- Nos reunimos con la amiga de Clara. Dice que no hay registro de matrimonio.Pienso que es lógico, porque si hubiera sido así no podría haberse casado conmigo.Tampoco hay registro de hijos.Le digo que vuelva a fijarse bien, que tiene dos nenas.


- Manuel llama tres veces.La primera, a la mañana temprano.Me cuenta de su primo, al que yo sé que nunca vio.Pienso que tiene una gran facilidad para fabular.
La segunda, al mediodía, desde su estudio.Sólo pregunta por dónde estamos.
La última, a la tardecita.Dice que le duele la cabeza como si fuera a engriparse, que se va a dormir.


- A las 21 hs estaciona su auto en la casa de Laura.No baja.Ella y las dos nenas suben al auto.
Regresan a las dos horas.Manuel baja con ellas y no vuelve a salir.


- A las 2 am, Clara y yo nos vamos a dormir


Día 3:


- No hay novedades de la madrina de Clara


- La amiga que trabaja en el Registro Civil, dice que está confirmado que no hay hijos que lleven su apellido.


- Manuel llama una sola vez, porque está complicado con el trabajo.Pregunta cuándo vuelvo y si estoy mejor del golpe.Le digo que volvemos mañana.


Subrayo en rojo que está confirmado que él no tiene hijos.


Cuando cierro la libreta, Clara me mira, ella tampoco duerme.


- ¿Qué pensás ahora? - me pregunta


- Esta vez no sé qué pensar.


Apaga la luz e intento dormirme.


Tengo pesadillas en las que Laura se acerca, y con el dedo me señala mientras dice:


" Vos sos la única que miente"

viernes, 13 de febrero de 2009

La Escapada


Yo la seguía a Clara que parecía tener el diseño exacto del recorrido en su mente.

Durante los tres días que duró nuestra mentira que aparentaba ubicarnos en la Costa, jugamos el papel de Sherlock Holmes. En algún punto,Clara parecía disfrutar de la tarea, como si no tomara consciencia de que lo que íbamos averiguando no era otra cosa que la más triste verdad que afectaba mi vida y mi matrimonio.

Esos tres largos días nos llevaron de recorrido por Bancos, Registro Civil y agencias de viaje con el único objetivo de obtener información sobre la doble vida de Manuel, sobre el origen de esas hijas y de Laura.


La cámara de fotos hacía guardia por las noches junto a nosotras, esperando verlo llegar a Manuel a su otra casa, intentando inmortalizar sus movimientos en la puerta de entrada, y detrás de las ventanas con ayuda de un zoom que acercaba y alejaba,una y otra vez, la cara de Manuel frente a mis ojos.


Fueron días prestados, que sentía que no me pertenecían.

No podía entender cómo había llegado a ese lugar, a esa actitud forzada de detective inventado por obligación y necesidad.


El vestido de espía me quedaba incómodo, el zapato de la duda me apretaba y el cinturón de la infidelidad me ajustaba demasiado, hasta quitarme el aire.

Clara se mantenía cuerda, agudizando su inteligencia hasta límites que yo misma desconocía de ella, con un talento innato para desmenuzar información y para intentar conseguirla.


Mi cuaderno de anotaciones se abultaba con nueva información, y algunas letras se nublaban a medida que escribía, ya que muchas veces no podía sostener la pluma y contener las lágrimas al mismo momento.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Telaraña



Al llegar a mi casa sólo tuve tiempo de preguntarle a Manuel el por qué de tanto reproche cuando él también había salido sin que tuviera que rendirme cuentas de dónde estaba.Por supuesto, que su respuesta de "cerveza con los chicos de fútbol" cuando en realidad me había dicho que improvisaba una vuelta ante mi repentina ausencia, cayó directamente sobre el tapete de la duda.

También es cierto que mi sensación de culpa me impedía enojarme, cuestionar, repreguntar y hacer escena de celos.Esa mañana una Miranda distinta, desdibujada, menos convincente, se enfrentaba sin ganas de empuñar las armas frente a un Manuel que seguramente mentía.

El almuerzo familiar fue como una peregrinación al hastío.Sin ganas de estar allí escuchando las frivolidades de los parientes de Manuel, mi mente se recostaba en el recuerdo de la noche con Octavio y manoteaba sensaciones que me rescataran del aburrimiento de la sobremesa cuando comenzaron las preguntas de siempre:

- Mirandita, querida, ¿Cómo va eso del teatro?¿Hay algún proyecto grande o pensás seguir en el teatro under?

- ¿No te gustaría hacer otra cosa? Mirá que tengo contactos como para que puedas conseguir un buen trabajo.

Mis respuestas también fueron las de siempre:

- Lo mío es el teatro, estoy escribiendo una pequeña obra y ya hablamos mucho con Manuel sobre el tema y él no quiere que yo trabaje en cualquier cosa cuando no tenemos la necesidad económica...

Los incómodos silencios se rellenaron con ensalada de frutas y helado, y todos aparentaron olvidarse del asunto, menos yo que seguía rogando que ese almuerzo terminara.





Los días que siguieron, me obligaron a compartir el cuerpo con Manuel, y el corazón y la mente con Octavio.
Hablábamos horas a escondidas, desde la vereda, desde el baño, desde el supermercado.Nos veíamos aunque tan sólo fuera media hora, de la cual veinte minutos se pasaban intentando despedirnos.

Esa condena a la que me sometió Octavio al aparecer en mi vida, era ni más ni menos que enfrentarme a la realidad.Un matrimonio encasillado en la mentira, un amor irreal, un amante genuino, una casa en la que ya no disfrutaba estar, una calle a la que quería salir corriendo, unos besos a desgano, y otros que guardaba con olor a estreno para llenar los labios de Octavio en cada encuentro.

Lentamente, los hilos empezaron a anudarme de la cabeza a los pies.Cada movimiento que quería hacer se veía limitado por lo que podía hacer, y empecé a sentirme incómoda, presa en una telaraña que frenaba mis intentos por huir a otro lugar...a ese lugar que Octavio me demostraba que existía, y que se empeñaba en dibujar día a día con todos esos colores que hace tiempo habían desaparecido de mi paleta.

sábado, 7 de febrero de 2009

La condena


El sol de la mañana nos apartó del cuento de hadas y nos ubicó otra vez en la escena de la realidad, sin contemplaciones.

Una realidad en la que Manuel debería haberme esperado en casa, sin tener noticias sobre mi paradero de esa noche en que yo había estado con Octavio.

Por un momento me sentí como una adolescente que se escapa por la ventana de madrugada eludiendo el castigo de los padres, con el único objetivo de no perderse la fiesta del enamorado de turno.


Encendí el celular ante la mirada de Octavio, que contemplaba mi ir y venir desde la cama.


"Usted tiene seis mensajes nuevos">


El miedo en la yema de los dedos, la culpa ralentando el movimiento de mis manos que finalmente lograron presionar el teclado de ese teléfono que era dueño de toda la verdad.


21.15 hs : Amor, no sé por dónde andarás.Supongo que estás con Clara pero avisame si tengo que ir a buscarte a algún lado o si hacemos planes para ir a cenar.Besos.


22.05 hs: ¿Te quedaste sin batería? Me preocupás.Llamame.


23.30 hs: ¿¿¿Dónde te metiste??? Me quedé en casa esperándote, pero veo que tenés un plan mejor con tu amiguita.Me voy ...por ahí.Llamame si te parece bien...


23.31 hs: Nena, soy Clar, me acaba de llamar Manuel.Le dije que estabas en casa y que te estabas bañando para ir a una fiesta a la que yo no quería ir sola.Te aviso por si te llama, estaba como loco, pero creo que lo calmé.Ojalá haya valido la pena la mentira, mañana quiero detalles.Besotes bruji.


23.35 hs: Me olvidé de decirte que le dije que tenías el celular con poca batería y que por eso lo habías apagado un rato.De nada...¿para qué estamos las amigas?


23.50 hs: Bueno, espero que se diviertan.Disculpame que antes te hablé enojado, pero por un momento sospeché que Clara me estuviera mintiendo.Debe ser que tengo un mal día. Olvidate.Besos.


Una mezcla de furia, resignación, miedo y tristeza se adueñaron de mi mente en el preciso momento en que sonó mi celular.Era Manuel.No podía no atenderlo, pero tampoco quería hablar delante de Octavio, como si la sola presencia de él a mi lado me pusiera en evidencia ante Manuel.


Me alejé hasta el balcón, con el sonido del timbre de la llamada apurando mis pasos.


- Hola amor - dije - Buen día


- Por fin.Veo que tuviste una regresión a la niñez y necesitaste organizar un pijama party con tu amiga...¿No se ven lo suficiente que necesitaste quedarte a dormir con ella? - dijo enojado


- No seas tonto, la pobre Clara se agarró la borrachera de su vida.No podía dejarla en ese estado, es mi amiga.Y la verdad es que con todo el lío que fue traerla y lograr que se sintiera mejor, se me pasó llamarte.Cuando me di cuenta era tarde y pensé que estarías durmiendo.


- Pero si te dije que salía a dar una vuelta.


- Sí, bueno, pero eso me lo dijiste temprano y yo te estoy hablando de llamarte a las cuatro de la mañana.


- Bueno, bueno, ya está.Ridículo sería seguir discutiendo sobre algo que no ocurrió- dijo intentando poner fin al diálogo


- Bueno, mejor, no me parece que tengamos que discutir por esto.En un rato estoy en casa.Le hago un tecito a Clar y me voy.


- Dale, que hoy comemos con mi familia.


- Ok, beso.


- Besos.


Me vestí rápido, mientras le explicaba a Octavio que tenía que irme.


Él se sentó a mi lado mientras me ponía los zapatos, y me dijo:


- No tengo problema en acostumbrarme a esta vida, siempre y cuando a vos no te de lo mismo estar conmigo que no estarlo.


Supuse que "acostumbrarse a esa vida" significaba resignar las ganas de verme cuando yo no pudiera escaparme, hacerse a la idea de que por las noches yo dormía con mi marido, asimilar que no era dueño de mi tiempo, ni libre para llamarme cuando quisiera.


Sentí pena por él, pero más pena sentí por mí.


Sin saberlo, empezar una historia con Octavio sería una condena mucho peor que el haberme casado con Manuel.

El deseo - tercera y última parte



No podría precisar el tiempo exacto que duraron los besos, una eternidad tal vez hubiera sido poco y a su vez demasiado.

Me sentí extraña, tanto como feliz, y esa ambigüedad me respiraba en la nuca, mezclando la impunidad que me daba la mentira de Manuel con la vergüenza que sentía de mi misma.
Que Manuel hubiera empañado lo nuestro, que me engañara, que hubiera sido desleal, no me hacía a mí menos traidora, al menos en una mirada más profunda de la situación.

Se lo dije.
Le dije que me sentía tan inescrupulosa como Manuel, que llevar la bandera de víctima para después cruzar la misma línea que el enemigo no me hacía sentir bien.

Me entendió, aunque intentó convencerme de que existían diferencias porque Manuel había optado por casarse ya teniendo una familia y por sostener una mentira con alguien que confiaba ciegamente en él.Que lo nuestro era distinto, que era un amor sincero y desinteresado, un amor desnudo, descalzo, sin redes ni antifaz.

Tomamos otra cerveza, y otra más, mientras hablábamos del mañana, del día después, de la hora siguiente.
Justificó nuestros futuros encuentros con palabras que sonaban bien a mis oídos aunque no tuvieran la suficiente fuerza como para despojarme de la idea de que mi obrar no era el correcto.
Así y todo, le creí, y decidí confiar en que la equivocada era yo.

Dos horas más tarde, los besos nos condujeron por el pasillo que dividía el living del dormitorio, y un rato después, ya recostados sobre la cama, me maldije por mi falta de convicción.Mi deseo por Octavio era tan grande que fue capaz de devolverme el título de mujer íntegra y me olvidé que ceder a sus encantos era engañar a Manuel.

Hicimos el amor hasta que salió el sol.
O quien sabe el sol salió justamente porque hicimos el amor.

miércoles, 4 de febrero de 2009

El deseo - Parte 2


Sin dejar de acariciarme, empezó a hablar.

Lo que quedó registrado en la pizarra de mi memoria no fue todo lo que Octavio me dijo, pero supongo que habrá sido aquello que me hacía bien escuchar.
La memoria suele tener un filtro que selecciona aquello que debemos guardar en los casilleros de los recuerdos, como si fuera una secretaria que archiva nuestras vivencias y deja las más importantes al alcance de la mano, las más insignificantes las manda a la papelera de reciclaje y aquellas que podrán servirnos algún día las acomoda en repisas imaginarias de nuestra mente.

Lo que quedó registrado fue su consideración, su apoyo, su entendimiento.


Hubo palabras de rechazo hacia la actitud de Manuel, a su mentira y a su forma de manejar la doble vida y ese secreto tan bien guardado.

Por supuesto que hizo preguntas que no puede responder:


- ¿Por qué se casó con vos?

- ¿Laura sabe de tu existencia?

- ¿La familia lo apoya?

- ¿Quería realmente tener ese hijo con vos?


No supe que decirle.Sus preguntas eran las mismas que yo me hacía cada noche, cada vez que miraba el rostro de Manuel, cada vez que tenía que compartir mi cama con un "conocido extraño".


Volví a quebrarme.

Esta vez el llanto se hacía entrecortado, como si llorara por otra parte de mi cuerpo que no fueran mis ojos, que a esa altura ya estaban tan secos como mi ilusión.
Esa fue la primera vez que sentí que podía llorar sin llanto, con la piel, con el cuerpo, pero sin lágrimas.


Octavio me abrazó.Fue un abrazo prolongado, envuelto en un suspiro compartido que nos enredaba con las cintas de la necesidad, del consuelo, del encuentro.

En voz baja le pedí que no me suelte, que me abrace fuerte y en silencio.

Sentí su pecho pegado al mío, sus latidos rebotando en mi camisa, filtrándose por el escote hasta llegar al centro de mi ser.Sus manos presionaban mi espalda y mi costado, creando una divina cárcel de la que nunca hubiera querido escapar.

Sabina le cantaba a los amores que matan y el viento que antecede a la tormenta se colaba por la ventaba entreabierta.

El olor previo a la lluvia recreaba el clima de la mejor película de amor, y nosotros actuábamos la escena sin guión, improvisando sensaciones nuevas y genuinas.


Lo alejé apenas unos centímetros de mi lado, sólo para poder respirar. Con su cara tan cerca de la mía, no pude hacer otra cosa que contemplarlo.Sus ojos decían tanto aún sin hablar, que la emoción me dibujó un nudo en la garganta.

Fue entonces cuando me besó.

El olor a lluvia, el viento, cada letra de Sabina, el sabor a malta de la cerveza, se acurrucaron en nuestras bocas, que se buscaban una y otra vez para seguir besándose.


Recuerdo haber visto las alas multicolores de algunas mariposas que merodeaban a nuestro alrededor, pero de una bocanada y un suspiro me las tragué.

martes, 3 de febrero de 2009

El deseo - parte 1




El departamento de Octavio estaba decorado con sencillez, delicadeza y buen gusto.
Desde que abrió la puerta me invadió la calidez que brotaba del ambiente, de sus paredes de ladrillo a la vista y de los cuadros elegidos con dedicación.
Nos sentamos en el sillón, con Oliverio, su perro labrador, echado a los pies.

Octavio me ofreció algo para tomar, justo después de poner el CD de Sabina.
Elegí una cerveza.La transpiración de la botella helada dibujaba un delicioso camino de gotas sobre mis manos temblorosas y refrescaba un poco el latido intermitente de mis nervios.

Se sentó a mi lado, con su cuerpo reclinado sobre el respaldo, en actitud de escucha.Recién entonces me miró y me dijo:

- Quiero que me cuentes.Quiero saber todo de vos.

Inspiré hondo, bajé lentamente los párpados intentando buscar en mi interior las palabras correctas y tragué saliva varias veces antes de comenzar a hablar.

Comencé por el principio, por el día en que lo conocí a Manuel.Le describí todo el amor que sentía, sin escatimar. Le obsequié un relato vívido de nuestra historia, con detalles, sensaciones, frases, ausencias.
Cuando llegué a la parte de Laura, me detuve a contemplar su rostro.Se mantenía atento, pero no vi un dejo de compasión ni de pena en sus ojos, lo que me dio la libertad necesaria como para continuar con el relato, sin miedo a que me tildara de loca o enferma.
Apenas terminé, me di cuenta que había estado llorando mientras le contaba la última parte.Me sentí avergonzada, hasta que él habló.

- Llorar es una dulce manera de expulsar las penas.Me pregunto si ya habrás llorado lo suficiente.

- ¿Cuánto será suficiente? - dije como quien piensa en voz alta.

- Lo que te haga sentir mejor.Esa debería ser la medida - me respondió

- Vos me hacés sentir mejor - dije espontáneamente, sin medir mis palabras.

- ...

- ¿No me decís nada? - pregunté ante su silencio

- Es que estoy asimilando lo que acabo de escuchar.Es lo primero lindo que me decís - dijo como un chico que descubre un inmenso regalo envuelto en papeles brillantes frente a sus ojos.


Sonreí.No podía hacer otra cosa que sonreír.
Fue entonces cuando sentí la suavidad de su mano sosteniendo la mía,y una sutil caricia que recorría mi brazo.
Me pareció que estaba bien dejarme acariciar por alguien que me devolvía la sonrisa.

Ese momento se tiñó de deseo, de un deseo agazapado en las entrañas que pedía a gritos que esa presencia de Octavio se hiciera eterna.