jueves, 30 de abril de 2009

Puntos suspensivos




No tuve noción de la hora apenas me desperté.
Podría haber sido el día siguiente, o la misma noche.Me daba igual.

Todo era oscuridad y una extraña sensación de pérdida, de duelo. Esos sentimientos que se parecen tanto a la angustia que provoca la muerte de alguien que amamos y que nos arrebata de golpe una presencia que creíamos eterna.

Así me sentía, asistiendo a mi propia soledad, sin aviso.


Encendí el velador que estaba a mi derecha, y miré la hora en mi celular.
Había dormido casi cinco horas y en apariencia, no había rastro de Octavio.

Me levanté, y abrí cortinas y ventanas para ver el mar cubierto de oscuridad.
Abajo, una ciudad vibraba al ritmo de la noche, mientras que mi cuerpo se negaba a contagiarse de cualquier emoción.

De a poco confirmaba que Octavio no había vuelto y eso me preocupaba.
Me lo imaginaba sin rumbo, con la misma ropa con la que lo había visto de pie junto a la puerta, y su cara de desilusión.

Reaccioné entonces, y me di cuenta que tarde o temprano debía regresar a buscar sus cosas, y me tranquilicé, al menos en apariencia.
Sólo me restaba esperar que de un momento a otro apareciera.


Pero pasaban las horas, y Octavio no aparecía, ni llamaba, ni daba una señal.

Decidí entonces bajar al lobby, con la absurda esperanza de encontrarlo sentado tomando café como el día en que me había dado la sorpresa de visitarme, pero no estaba.

Pregunté en la consejería si había llamado, pero obtuve una respuesta negativa de la empleada del turno noche.Y así, con el cansancio propio de la incertidumbre, me refugié en la habitación, deseando que pasaran las horas.

Un rato después, el sonido del teléfono me despertó.Me arrojé sobre el aparato, desesperada por escuchar del otro lado la voz de Octavio.

Pero quien llamaba era Manuel.


-Hola ¿Estás sola,no?

Hice un silencio, que se prolongó por el tiempo que tardé en asimilar sus palabras...Mi mente repetía una y otra vez "sola, sola, sola" como un eco en medio del paraje más desierto.


- ¿Cómo sabés que estoy sola? ¿Dónde está Octavio?

lunes, 27 de abril de 2009

El después


Me quedé sentada unos instantes, con la mirada fija en el mar que se acercaba a la orilla para luego retroceder, igual que lo había hecho Manuel en mi vida.

Así como las olas, Manuel me había sorprendido tiempo atrás con su amor, me había envuelto con su espuma y sus promesas de eternidad, y hoy se alejaba dejando las huellas sobre una arena que no se sentía capaz de ser arena sin el mar.

Sabía que era lo indicado, aunque doliera.
También sabía, que de tanto desgaste provocado en los últimos años, no había demasiado por decir.
El silencio que había merodeado la habitación minutos antes era el claro ejemplo de una relación agonizante sin posibilidad de recuperación.
El problema radicaba en las palabras de Manuel, que a la distancia, sonaban tan complicadas como lo era él. Su certeza en mi regreso me descolocaba, al mismo tiempo que me llenaba de impotencia.

Mientras mi mensaje había sido claro, el de él no lo era.
¿Suponía que yo regresaría a buscarlo? ¿Pensaría que no estaba realmente dispuesta a proyectar mi futuro con Octavio? ¿ O no le importaría compartirme?

Cualquiera de las opciones entre las que se debatía mi mente, me dejaban perpleja ante la forma de minimizar el asunto que tenía Manuel.


Me quedé un rato más contemplando la costa y el andar de la gente por la vereda que daba al mar, hasta que me incorporé de un sólo movimiento.

Octavio.
¿Dónde estaría? ¿Qué pensaría?
Era raro que no hubiera vuelto ni me hubiera llamado a la habitación.

Bajé, descalza como estaba, con remera y short, a buscarlo por el lobby del hotel, pero no estaba.
Pregunté en la conserjería, y me entregaron una nota que decía:


"Amor, salí a caminar.Necesitaba pensar si merezco pasar por todo esto.No es porque no te ame, eso no está en juego, es sólo que me sentí burlado y como si sobrara en esa habitación.No sé qué estarás hablando con Manuel ahora, pero creo que tampoco me interesa saberlo.Sólo necesito definir mi vida, nuestra vida, y cuanto antes.Esto ya sobrepasó mi nivel de tolerancia.
Vuelvo más tarde, o te llamo, no sé...
Entendeme.
Oti."


La releí una vez más, prestando atención a las palabras escritas en trazo apresurado y tinta azul.

Octavio se estaba cansando y tenía razón.Yo no había cumplido mi promesa de dejar a Manuel en su momento, y la situación de un rato atrás lo había dejado al margen, sin voz ni voto.

Había sido mi error y lo asumía.Había jugado con Octavio sin quererlo, arrastrándolo en mi afán de venganza que nunca había podido lograr y que ya carecía de sentido.

De pronto, estaba al borde de quedarme con las manos vacías, cuando no había sido la culpable de originar el caos.


Mi cabeza fantaseaba con el peor de los escenarios: Manuel viviendo su amorío con Laura, disfrutando de sus hijas, siguiendo con su vida, y yo sola.

Subí a la habitación, cerré ventanas y cortinas, para luego apagar la luz y recostarme en la cama.

Sin ganas de nada, en la oscuridad y el silencio del cuarto,sólo trataba de imaginarme como sería el después.

sábado, 25 de abril de 2009

El adiós



El silencio se prolongó por varios segundos, que tal vez hayan sido minutos.

Octavio me miraba, sin entender realmente si debía sentirse afectado o no por lo que yo acababa de decir.

¿Hasta qué punto era cierto que no me hubiera enamorado de Octavio si Manuel no me hubiera descuidado?
¿En qué medida influye el destino en las bifurcaciones que nos presenta el camino?


Realmente creía que si Manuel hubiera mantenido intacta la burbuja en la que vivía nuestro amor, difícilmente yo hubiera prestado atención a otro hombre que no fuera él.


Pero el punto no era ese, sino que Manuel había caído en la cama de otra mujer que no era yo, argumentando sus motivos, pero dejándome de lado, como si yo no existiera o no fuera lo suficientemente importante como para contener sus ganas de estar con Laura.




En algo yo había fallado.Nunca la culpa es de uno solo en relaciones de dos.


Y debía hacerme cargo de mi parte.






- ¿Creés que yo te descuidé? - le pregunté - ¿Fui yo la que te empujé a los brazos de Laura?




- No lo sé, también me lo pregunto a veces - me contestó.




Octavio abrió la puerta , y sin decir nada salió de la habitación.Pude correr tras él, pero me quedé contemplando los ojos de Manuel, que parecían querer decir la verdad.
Me sorprendió mi actitud de dejarlo ir, sin decirle absolutamente nada.




- Creo que en un punto me sentí saturado de tu dependencia.Hubo momentos en que necesitaba admirarte y me resultaba difícil.En cambio Laura era exitosa, hablaba mi mismo lenguaje a nivel profesinal, mis viejos la querían... - dijo




- ¿La conocen tus viejos? - pregunté




- Si, pero siempre como amiga.No sería tan hijo de puta, Miranda.




- A esta altura todo me resulta posible si viene de vos- agregué




- Se te fue Octavio - dijo - ¿No vas a buscarlo?




- Creo que es mejor que se haya ido.Nosotros nos debíamos esta charla, que tal vez sea la última -dije




- ¿La última? - preguntó




- Sí, ya no tenemos manera de salvar esto.Duele, lo sé, pero es inútil mirar hacia el costado cuando la realidad se nos viene encima a cada momento.De nada sirve seguir.Vos no vas a cambiar, Laura va a seguir estando, y yo...




- ¿ Y vos? - me interrumpió




- Y yo quiero estar con Octavio.Él no me exige que sea talentosa para enorgullecerse de mí.A él sólo le basta que sea quien soy- dije




- Es que yo sé que ahora me basta con que seas Mi Miranda, pero antes no lo veía- dijo




- ¿Y tanto tiempo necesitaste para darte cuénta? ¿Y tanto engaño? No, Manuel, yo no hablaré tu lenguaje, pero hablo uno que solía ser nuestro.Hablo el lenguaje de las cosas claras, honestas, y no el de la traición durante años.




- Miranda, ¡si te convertiste en lo mismo que yo!Aprendiste mis reglas del juego y me jugaste una partida de igual a igual- dijo




- No te equivoques Manuel, yo sólo me calcé el disfraz de infiel por un tiempo, hasta encontrar la forma de despegarme de vos, pero ésta no es mi vida, ni será mi futuro.Quiero poder salir a la calle sin tener que ocultarme, y dormir sin pastillas sabiendo que no engaño a nadie.Quiero ser honesta conmigo, y por eso es que tengo que decirte adiós.Hasta acá llegué, aunque me haya costado dar este último paso.





- Miranda, sabés bien que lo nuestro no termina acá.Te conozco.Esta seguridad tuya de hoy se diluye mañana con la primera ola del mar.Me voy por dónde vine, pero me siento a esperar desde ahora mismo que te arrepientas.








Agarró su valija, caminó hacia la puerta y la abrió, para desaparecer ante mis ojos que contemplaban la nada, mientras mi cabeza no paraba de pensar.




lunes, 20 de abril de 2009

Silencios que duelen



Decidimos que esa noche la pasaríamos en el hotel.

Cenar en la cama y hacer el amor sin relojes , era todo lo que queríamos.


Octavio ordenó dos woks de pollo y verduras, y un vino tinto.

Más tarde, pedimos helado y café.


Encendimos el televisor en un canal de música, y nos sentamos en el balcón, con una copa de vino en la mano, a contemplar el reflejo de la luna sobre la playa.


Nos resultó raro que demoraran en traernos el café, así que Octavio entró a la habitación para hacer el reclamo, justo cuando golpeaban la puerta.


Buscó en el baño una bata, para evitar que la camarera lo viera en ropa interior, y abrió la puerta.


Del otro lado, de pie y sosteniendo su valija, estaba Manuel.

Lo vi desde el marco de la ventana que daba al balcón, mientras un suave viento me arremolinaba el pelo sobre los ojos,confundiendo mi visión.


El primero en pronunciar una palabra fue Manuel:


- Pensaba darte una sorpresa.Veo que lo logré.


Ni Octavio ni yo dijimos nada, mientras Manuel entraba en la habitación y dejaba su valija junto a la cama.


Yo seguía de pie en el mismo lugar, sin poder moverme, ni pensar.

Quería que alguien me despertara y me dijera que todo era producto de mi imaginación y que en realidad no estaba ocurriendo.No de esa forma.


Octavio estaba cerrando la puerta, cuando la camarera lo interrumpió trayendo los dos pocillos de café, que jamás tomamos.


Manuel se sentó en la cama, con una sonrisa que temblaba en su labio superior.Un toque irónico plasmado en su rostro,que yo conocía.


Octavio me miraba como quien pide que lo auxilien, que lo saquen de un sitio ante la primera alarma sin esperar a quemarse en medio del fuego.

Pero yo no sabía por dónde empezar, y aunque me esmeraba en idear una frase inteligente, nada salía de mi boca, ni una excusa, ni una verdad, ni un suspiro.


- Parece que nadie piensa hablar- dijo Manuel


- No sé qué pretendés que diga... - fue todo lo que balbuceé


- Sería bueno que intentaras explicarme qué hace mi mujer, en la habitación del hotel que yo pago, con otro tipo. Creo que ese sería un buen principio de la conversación- agregó


- No creo que sea el momento de hablarlo- dije


- Yo me voy a dar una vuelta - interrumpió Octavio- Creo que deben hablar ustedes dos.


- Vos no te vas a ningún lado - lo increpó Manuel- te quedás acá.


Octavio se quedó inmóvil, en el mismo lugar en que se encontraba.


- Mirá Manuel, no creo que haya mucho que explicarte.Además, conociéndote, supongo que esto lo tenías planeado.Así que si querías confirmar que te engañaba, ya está, ya lo hiciste.Así que ahora dejame en paz - dije


- Mirá vos... - contestó- Ahora ella quiere que yo la deje en paz. ¿Acaso interrumpí tu luna de miel, tu idilio de una noche de amor con este tipo? ¿Pretendés que me vaya y te deje tranquila?


- Si.Eso pretendo- le dije


- ¿Y por qué debería hacer eso?


- Porque vos viviste tu historia con Laura y te cagaste en nuestro matrimonio.Si vos no hubieras pensado tan poco en lo nuestro, te aseguro que yo nunca hubiera llegado hasta este lugar - dije


Hubo un silencio incómodo, como suelen ser algunos silencios.

Sólo que éste, además dolía.



-





sábado, 18 de abril de 2009

Como una mariposa











- Hacé lo que quieras , ya no me importa esconderme.









Esa fue la respuesta que le di a Andrés, antes de salir a la calle y encender un cigarrillo y antes de que se acercara Octavio.






Le dije que sólo me había incomodado la idea de que Manuel se enterara de esa forma, si es que Andrés optaba por contarle a Laura. Le aclaré que ya había decidido rehacer mi vida con él y que apenas pudiera hablar con Manuel lo haría.






Me molestaba pensar en que Manuel se quedara con esa imagen de mí. Quería que pensara que los motivos de mi decisión eran un matrimonio acabado, y un quiebre que se había producido el mismo día en que me enteré de la existencia de Laura.



No estaba dispuesta a que me viera tan infiel como él, porque mis motivos no eran los mismos que lo habían llevado a él a los brazos de una amante, aunque jamás lo entendería de esa forma.







Caminamos toda la tarde por el Soho y el Greenwich Village y paramos sólo para comprar algo o tomar café en uno de mis lugares preferidos, al que solía ir con Manuel.






Íbamos camino al hotel cuando sonó mi celular.






- ¡Hola! ¿Tenías apagado el teléfono?- escuché preguntar a Manuel del otro lado de la línea



- Se estaba cargando- respondí- ¿Cómo va todo por ahí?



- Bien, con mucho trabajo, no creo poder volver tan pronto como te dije.



-No te preocupes, pero avisame cuando pensás viajar- dije




Se hizo un breve, pero incómodo silencio.Octavio me miraba, a unos metros de distancia, como para que me sintiera libre al hablar.





- Te llamé varias veces al hotel, pero me dijeron que no estabas, que te habías ido - agregó




Pensé rápido una respuesta y dije:




- Sí, me vine a Nueva York porque acá vive la prima de Clara, la que se casó, ¿te acordás?


- Ah, sí, sí, la hippie - se río



- Bueno, ya no era tan hippie cuando se casó- agregué tratando de cambiar el rumbo de la conversación



- Por qué no me das el teléfono de la casa de ella , así te llamo ahí - dijo



- No estoy parando con ellos, estoy en un hotel - dije



- Dame el del hotel, entonces



- No recuerdo el nombre, porque no había habitación disponible en el que vamos siempre, así que caminé unas cuadras hasta encontrar otro que me gustaba.Llamame al celular - dije



Nuevamente el silencio.Podía imaginar la expresión de su rostro, y su dedo jugando con la lapicera que le regalé,sobre el escritorio de su despacho, conteniendo la respiración y los nervios que seguro sentía.


- ¿Hasta cuándo te quedás ahí?



- Pasado mañana ya vuelvo a Miami-dije


-Te llamo al celular entonces, y después ya lo hago al Colony -agregó


-Dale, un beso.




- Otro, Mir, cuidate -dijo antes de cortar.






Octavio se acercó, con una de sus caras neutras -como yo le decía- que al ir conociendo supe que usaba en los momentos en que quería alejarse del mundo y regresar más tarde.


Sabía que lo que lo perturbaba era que le siguiera mintiendo a Manuel en lugar de decirle la verdad. Él quería salir del anonimato, y ser protagonista, pero para eso faltaba que yo enfrentara a Manuel frente a frente, y no por teléfono y a miles de kilómetros de distancia.









Los días que pasamos juntos fueron una especie de proyección al futuro, dónde ambos podíamos imaginar cómo sería el tiempo que tendríamos por delante,sin interferencias y en plena libertad.Nuestro lugar, nuestra vida , nuestro amor.


Manuel, quedaría en el lugar de los recuerdos, lacrado y con varias cadenas para que no pudiera escapar.






Regresamos a Miami, a la habitación que ahí nos esperaba.


El sol y el mar que se veían desde la ventana, nos incitaron a hacer el amor una vez más, antes de ir a la playa.




Todo era perfecto.


El clima,la compañía, el estar lejos de todo.


Me sentía como se habrá sentido Alicia al descubrir ese país que sólo existe en los cuentos, dónde todo parece estar sostenido en el aire, hasta los propios pies.




Las mariposas daban una fiesta en mi estómago, enloquecidas por sentirse nuevamente enamoradas.

Era cientas, de alas multicolores y vuelo agitado.


Pero la vida de las mariposas es breve...su aleteo se detiene en medio de la noche, poniéndole fin a su corto paso por estos paisajes.



Mi felicida se extinguió de pronto, sin imaginarlo.

Duró tan poco como el vuelo de una mariposa.













miércoles, 15 de abril de 2009

La mirada fija


Mi primera reacción fue darme vuelta, casi por instinto.

La cercanía de Andrés no me permitía explicarle a Octavio lo que pasaba, pero sin duda podía percibir algo raro en mi comportamiento porque al querer abrazarme, lo rechazaba.

Rogaba en mi interior que Andrés se sintiera confundido, que descartara la idea de que era yo, que pensara que sólo era alguien igual a mi que con su presencia lo obligaba a recordar la charla que habíamos tenido sobre Laura y Manuel.


Mi mirada seguía con esmero los movimientos de la recepcionista, esperando que se acercara a nosotros para ubicarnos en una mesa, mientras sentía la presencia de Andrés muy cerca, como un animal al acecho de su presa.


La recepcionista se acercó finalmente.La acompañamos en el recorrido hasta llegar a una mesa en el centro del restaurante, dónde nos acomodamos.


Apenas estuvimos sentados le conté a Octavio el por qué de mi extraño comportamiento. Su cara denotaba una cierta preocupación que más tenía que ver con el estado de nervios en el que yo me encontraba, que con la incertidumbre de desconocer los pasos de Andrés. Después de todo, a Octavio nada le vendría mejor que un tercero pusiera fin a mi mentira y me entregara de una vez por todas a sus brazos.


Ordenamos el almuerzo, mientras Octavio trataba de distenderme organizando planes para la tarde.Mi mente se desdoblaba y trataba de escuchar sus palabras, mientras estaba atenta a los movimientos del salón. Andrés no estaba a la vista.


Minutos más tarde, vi como el grupo de ejecutivos se desplazaba por el medio del salón en busca de ubicación.La mesa que les asignaron estaba a unos metros de distancia, y Andrés tomaba asiento justo de frente a mi persona, en un lugar privilegiado para incitar mi remordimiento.




Comí rápido la mitad de mi plato, y le dije a Octavio que el postre lo comeríamos más tarde en algún otro lugar.Sólo quería irme.

Le pedí que pagara, mientras me ponía el abrigo, y me adelanté en el camino.


Al pasar por al lado de la mesa de Andrés, incliné mi cabeza hacia abajo, con la mirada fija en el piso de madera lustrada.

Una mano se apoyó en mi brazo derecho y no tuve otra opción que darme vuelta.


Miranda, qué gusto verte -dijo- la vida es un bumerang... seguramente Manuel estará encantado de que le cuente que te encontré almorzando en Nueva York.


No supe distinguir en sus palabras si hablaba en serio o si sólo lo hacía para molestarme.

Lo único que tenía en claro era que si Manuel se enteraba no pensaba volver a mentir.


Estaba en Nueva York, con Octavio, y esa era mi verdad.

domingo, 12 de abril de 2009

En busca de la libertad

Estuvimos todo el día en el cuarto del hotel.

No importaba si afuera era de día o de noche, si llovía o había sol. Lo necesario para sentirnos completos se encontraba entre esas cuatro paredes, y no hacía falta más.

Hicimos el amor hasta quedarnos casi sin fuerzas pero desbordados de felicidad,en un estado de éxtasis que nada tenía que ver con lo físico.Era un climax del espíritu, de las entrañas.Un gozo duradero e impermeable que se tatuaba en cada pedazo de nuestra piel.

Octavio se inclinó hacia el teléfono y habló con el restaurante para pedir pastas y una botella de vino.Luego de colgar, me abrazó y me dijo:

- Tengo una idea. Armá la valija que nos vamos.

-¿A Buenos Aires?- pregunté desorientada con la propuesta

-No, a Nueva York.Así no tendré que irme cuando esté por llegar Manuel.

No dije nada, sólo me levanté de la cama y caminé hacia el placard para sacar mi ropa.
Estaba segura de que quería estar con Octavio.Lo que él decidiera estaba bien.







A la madrugada estábamos en Manhattan, sentados en el asiento de un taxi que nos llevaba al hotel Crowne Plaza de Time Square.
Pedimos una habitación con buena vista y luego de acomodar nuestras cosas, nos recostamos.
Hicimos el amor una vez más, como si nuestros cuerpos no conocieran la palabra descanso.

Pasado el mediodía, después de desperezarnos entre las sábanas, decidimos salir a caminar como amantes en plena luna de miel.

Nos bañamos y salimos, con la intención de buscar algún lugar donde almorzar.
Nos decidimos por Becco, un restaurante muy bonito de la calle 46. Había demora, así que esperamos tomando un martini en la zona de la recepción, entre abrazos y mimos.

De pronto, la puerta de ingreso ,que estaba a nuestras espaldas se abrió, dejando frente a mis ojos a un grupo de hombres trajeados que seguramente se juntaban para una reunión de negocios.


Entre ellos, estaba Andrés, el marido de Laura.
Sentí su mirada que se clavaba en la mía, y que lentamente recorría la figura de Octavio con cara de asombro.

sábado, 11 de abril de 2009

Mi compañía



Del otro lado, la voz de Octavio, que era un bálsamo para mi mente confundida, pero en el fondo decidida a cambiar el rumbo de mi infelicidad.

Le dije sin respirar todo lo que pensaba, que lo amaba, que iba a dejar todo por él, que no hacía otra cosa que extrañarlo, que me había dado cuenta que en este tiempo sólo había agigantado mi error de estar privándome de su compañía y de su amor.

Hizo un silencio, y me asusté, pensando que ya era tarde para semejante confesión y que tal vez él se había cansado de la espera.

Mi cuerpo se estremeció, junto a mi alma que lloraba sin lágrimas, en medio de la oscuridad y el silencio de ese cuarto de hotel.

- Estoy abajo, amor - dijo

Solté el teléfono sin decir nada, y así como estaba, en short de algodón y remera blanca, con el pelo atado y sin maquillar, salí al pasillo y apreté con ansiedad el botón del ascensor que demoraba en llegar.
Presioné el cero y me acomodé el cabello en el espejo, mientras sentía el latir de mi corazón, a punto de salirse por mi boca.

Las puertas se abrieron, dejando a la vista la entrada del hotel y nuevos turistas que ingresaban cargando bolsos y deseos de descanso.Giré la mirada hacia los sillones, y pude verlo, sentado, observando a la gente a través del ventanal, y tomando café.

Corrí hacia donde estaba y lo abracé, sin darle tiempo a que reaccione.
El abrazo duró una eternidad o acaso un segundo, pero fue la forma de decirnos todo sin decirnos nada.Ese milagro que a veces encierra un gesto y que no puede expresarse en palabras.

Lo tomé de mi mano y lo obligué a seguirme. Con su brazo libre cargó el equipaje, un bolso que supuse que contenía lo suficiente como para quedarse cinco días y que había sido armado a los apurones , pensando solamente en verme.

Lo conduje hasta lo que por unos días sería nuestra habitación.Cerré la puerta, y lo besé.
Interrumpió el beso con una frase que puedo oír hasta el día de hoy, y que sin duda cambió mi vida para siempre.

"Esto es sólo una pequeña parte de lo que puedo hacer por vos y por nosotros. Tomarme un avión no fue nada, si la recompensa es tenerte, pero quiero que esto sea un punto de inflexión en nuestra historia.Ya no quiero que vivamos a escondidas y tengo en mi mente la imagen de un futuro juntos que no quiero borrar en cinco días.Espero que estés dispuesta a vivir nuestro amor como merecemos."

Y ahí sí, después de mirarme fijo a los ojos, me besó él.

jueves, 9 de abril de 2009

Tiempo conmigo


Después de varios días sin hablarnos con Manuel, más que para lo esencial, se fue.

Me quedé sola esa mañana de lluvia en que ni siquiera lo acompañé al aeropuerto.
Lo nuestro estaba muerto. Eso era en lo único en que mis pensamientos se detenían a meditar.

No supe distinguir en qué momento del camino nos habíamos orientado hacia el abismo en que hoy nos encontrábamos, en ese punto ciego y sin retorno.

¿En qué curva se había terminado el amor? ¿En qué parte del paisaje nuestro respeto y nuestra incondicionalidad se había convertido en estrategia para hacer infeliz al otro y a nosotro mismos?
¿Qué lograba con alejarlo de Laura si yo debía alejarme de Octavio y de mi propia voluntad?

Nada de lo que veía en mi propia vida me gustaba, y por primera vez me sentía realmente incómoda, como quien lleva un zapato más chico que su talle y debe sonreír para la foto aunque el dolor no lo permita.

Esa era mi vida, una sucesión de infelicidades impuestas por mi.
Sonaba tan ridículo que sentí vergüenza de mis propias decisiones.

Me dejé caer sobre la cama, con la mirada fija en el techo casi blanco.
La mente recurriendo a la imagen de Octavio para aliviar el peso de la culpa, y esa tristeza extraña que ya formaba parte de mi.

Decidí que era tiempo de estar conmigo, para después tener la fuerza suficiente de enfrentar a Manuel con la verdad y armar mis valijas de una vez y para siempre.

En medio de esos pensamientos me venció el sueño, que fue interrumpido por el sonido del teléfono.

Manoteé el aparato a oscuras, y del otro lado de la línea escuchaba lo mejor que podía oir en ese momento, la voz de Octavio.

lunes, 6 de abril de 2009

Prisionera


Nos instalamos en el Hotel Colony, simplemente por el significado que el mismo tenía.Allí habíamos ido de solteros, cuando todo eran promesas de amor eterno y respeto mutuo.

Manuel se mostraba irónico por momentos , y en otros, se convertía en el ser más enamorado de la tierra. Yo simplemente me mostraba neutra.

En los minutos en que no escuchaba la voz de Manuel, sólo podía pensar en Octavio,pero no encontraba espacio para poder llamarlo porque Manuel no me permitía escaparme de su vista ni un segundo.

Intenté dos veces decirle que me adelantaba a una tienda para mirar cosas de mujeres, o que fuera bajando al comedor para desayunar mientras terminaba de peinarme, pero en ambos casos se mostró dispuesto a estar a mi lado, como si supiera el uso que le daría a su ausencia.

Al sexto día comencé a desesperarme.Me sentía asfixiada, sometida a una voluntad que no era la mía, y angustiada imaginando los pensamientos de Octavio.Necesitaba hablarle.

Esa tarde, en la playa, Manuel me contó su plan. En tres días el regresaría a Buenos Aires para arreglar algunos temas del estudio , y volvería cinco días después. Su idea era que yo no viajara con él y que lo esperara tomándome un descanso y haciendo compras.

Me negué, le dije que no quería quedarme sola, que me atrasaría con los ensayos y hasta inventé el cumpleaños de una amiga que hace mucho que no veo.Nada logró convencerlo.

Así que desbordada de indignación, le dije que cruzaría un segundo a usar el baño del hotel.Era tal el malestar que flotaba entre ambos que no se animó a ofrecerse a acompañarme...tal vez confiado de que con su plan ya no tenía caso que llamara o no a Octavio, de todos modos él sería el único dueño de mi tiempo, al menos por el momento.

Corrí al hotel, pero me di cuenta que si llamaba desde el teléfono de la habitación aparecería en el detalle de llamadas, así que solicité el teléfono del lobby y pagué en el momento.

Cuando escuché la voz de Octavio del otro lado de la línea volví a respirar...Le conté los planes de Manuel, que debería quedarme un tiempo más, pero que estaría sola unos días y podría llamarlo todo el tiempo. Me pidió los datos del hotel para poder llamarme él también cuando Manuel se fuera, me recordó cuánto me amaba y cortamos.

En ese momento quedé sorprendida de la calma con que había tomado la noticia, sin imaginarme siquiera cuál sería el rumbo de las cosas.

jueves, 2 de abril de 2009

El viaje


A la mañana siguiente estábamos ocupando dos asientos de primera clase rumbo a Miami.

No recordaba ni siquiera el momento en que había armado mi valija, ni las cosas que había incluido en ella, sólo memorizaba las palabras que Octavio me había dicho por teléfono cuando lo llamé para avisarle.

Era tanta mi vergüenza al intentar explicarle que no había podido negarme al pedido de Manuel, que más de una vez balbuceé frases sin sentido mezcladas con angustia y desprecio hacia mi misma.

Él supo entenderme, aunque yo sabía que le molestaba y que sería una espina en su corazón, difícil de arrancar a mi regreso.

Pero recuerdo sus palabras: " Podés irte lejos si querés, podés mudarte al otro lado del mundo también, podés intentar desaparecer, pero nada va a cambiar.Yo voy a estar de este lado, pensando en vos las veinticuatro horas del día, y esperando que vuelvas. Y si no volvés, tendré que ir a buscarte. Mientras tanto, sólo confío en vos, en que sepas lo que estás haciendo, pero te aclaro algo, cuando vuelvas, esta paciencia mía se termina, o te venís conmigo o te quedás con él."

Manuel pasó su mano sobre mi pelo mientras intentaba convencerme de lo maravilloso de esa escapada a la playa.Luego reclinó su asiento y cerró sus ojos, entregándose al sueño.

Yo contemplaba un punto fijo entre las dos azafatas de traje azul marino, que veía cerca de la cabina, hablando de quién sabe qué. Sólo pensaba en Octavio, en el dolor que debía haberle causado con la noticia, en el límite de su tolerancia que llegaba al tope.

Pensé lo insoportablemente extraña que sería la convivencia con Manuel, jugando a una segunda luna de miel que tenía más de hiel que de dulzura.

Quería que las horas pasaran a la velocidad de la luz, que el avión de ida se convirtiera en el de regreso como por arte de magia, que Octavio estuviera esperándome en la puerta de su casa, con una enorme sonrisa al verme llegar, y poder irme con él a cualquier parte y para siempre.

Pero recién el viaje empezaba, y lo peor de todo, es que Manuel no me había dicho la fecha de regreso.Tal vez una semana, tal vez dos...quién sabe un mes.

Conocía a Manuel, pero desconocía sus planes.
Algo debía haber tramado para alejarme de Octavio, ¿pero qué?

Con esa duda encendiéndose en mi cabeza como una luz intermitente, escuché la voz del piloto avisando que comenzaríamos el descenso sobre la ciudad de Miami.

El juego había empezado.