viernes, 22 de enero de 2010

Los preparativos


Fueron setenta y dos horas de intensos preparativos.
Ponernos en contacto con el hotel de Bahamas para que se ocupara de adaptar un espacio en la playa para la ceremonia, avisar a nuestras familias, elegir la ropa, los zapatos, pedir otra vez permiso en la agencia para ausentarnos una semana y coordinar hasta el más mínimo detalle.

Nos quedábamos despiertos hasta que mediara la madrugada haciendo ajustes de último momento a nuestro manual de boda. Faltaba lo esencial:¿Quién iba a casarnos? Llamamos nuevamente al hotel en busca de una solución y la encontramos. Contaban con una empresa que proveía de jueces de paz para ceremonias no religiosas, justo lo que buscábamos.

La mejor parte de los preparativos fue que Javier me confesara que Clara y El Tano iban a estar presentes en el casamiento. Él se había ocupado de interrumpirlos en su luna de miel para darles la noticia y, considerando lo cerca que estaban de Nassau, no habían dudado en confirmar su asistencia.

Sólo faltaba la ropa. Elegir un vestido de novia para la boda de los sueños no es tarea fácil. Sobre todo,si la ceremonia no se realiza en un lugar tradicional. La playa me condicionaba a algo sencillo aunque me permitía jugar un poco con los accesorios. Después de un día entero de pensar y pensar, me decidí por un solero blanco, unas sandalias y un peinado semi recogido con flores.
Javier, en cambio, lo tuvo claro desde el primer momento: pantalón de lino en color arena y camisa blanca.

Dos días antes comenzaron a llenarse nuestras casillas de e-mail al borde del colapso. Confirmaciones que llegaban desde el hotel y los amigos que enviaban buenos deseos e intenciones de que tuviéramos una vida feliz.

Pero hubo un mail que no auguraba nada de eso. En su texto sólo se limitaba a cuestionarme sobre mi decisión y me acorralaba con preguntas del estilo:

- ¿Estás segura que es el hombre de tu vida?
- ¿Estás dispuesta a pasar el resto de tus días con él?
- ¿No debería ser yo ese hombre que te acompañe en el altar?


Respondí en voz baja cada pregunta y descubrí que no había un solo NO de mi parte.
Así que, antes de eliminar su mail de la bandeja de entrada,le respondí:

Octavio: Gracias por tu mail.Sin quererlo me hiciste dar cuenta que la decisión de casarme con Javier es la más acertada que tomé en toda mi vida.
Ojalá que vos también logres ser feliz.
Miranda.




Miré el vestido colgado en la puerta del placard, contemplé el cuerpo de Javier mientras salía de la ducha envuelto en una toalla, disfruté de su sonrisa al descubrir que yo lo miraba y me dejé caer en la cama con los brazos abiertos, extasiada de alegría.

lunes, 4 de enero de 2010

Un sobre misterioso


Esa tarde Javier se ofreció a preparar la cena.
Yo ahogué la risa en la garganta al recordar su imagen escondiendo el anillo en el brownie y le respondí que me parecía una gran idea que él incursionara en el arte culinario...


Supuse que mi presencia en el departamento debía incomodarle, así que mentí al decirle que tenía algunas compras pendientes y salí sin rumbo fijo.
Caminé por más de tres horas.Recorrí el Central Park con paso lento y después bajé por una callecita hermosa, con negocios llenos de pequeñeces tan caras como inútiles, aunque de lo más bonitas.


La oscuridad de la noche me sorprendió en plena caminata y decidí regresar.
Estaba nerviosa aunque ya supiera los planes de Javier.
Estaba nerviosa aunque no fuera la primera vez que alguien fuera a proponerme casamiento.



Abrí la puerta y vi la mesa bien dispuesta. Dos pequeñas velitas flotantes en un recipiente de vidrio, platos, cubiertos y hasta servilletas de tela en reemplazo de las habituales de papel.

Desde la cocina, con un delantal negro atado a la cintura, Javier sonrió.

- Nada mal, ¿no? - me dijo

- Para nada - respondí - ¿Ya puedo tomar asiento?

- Primero tiene que darle un beso al chef - agregó mientras se acercaba.

- Con todo gusto - le dije antes de besarlo.

- Ahora sí, puede tomar ubicación en la mesa.



Lo primero que noté al sentarme fue que un sobre misterioso me miraba desde el plato.

- Amor, - pregunté- ¿qué es este sobre en mi plato?

- No seas impaciente, ya vas a ver.

- ¿Me escribiste una carta?

- No precisamente - me contestó aumentando mi intriga.


Un pollo humeante rodeado de papas delicadamente cortadas apareció frente a mis ojos. Oí el ruido del corcho al abandonar la botella de vino tinto y me preparé para una noche inolvidable.


-Amor, si no saco el sobre del plato no voy a poder comer -dije

- Apartalo por un rato, más tarde lo abrís.


Quería comer rápido para menguar la ansiedad que me provocaba tener que esperar hasta el final de la cena para conocer la sorpresa. La incertidumbre encerrada en ese trozo de papel alargado era muy distinta a la certeza de saber que de postre me esperaba un anillo.

Por suerte, llegó el momento de la sobremesa.


- Estaba todo muy rico - dije - Gracias.

- Fue un placer. - respondió sonriente - Y hay más.



Fue a la cocina para regresar dos minutos más tarde con el postre en una bandeja.

Dos porciones de brownies cubiertos con crema y frutillas.



- Esta es la mejor parte -dijo

- Claro, siempre el postre es la mejor parte de la cena - dije tratando de disimular que conoc{ia su plan.

- Miranda - se puso serio al pronunciar mi nombre y yo contuve nuevamente mis ganas de reir - quiero que sepas que te amo y que quiero que estemos juntos para siempre.

- Yo también te amo y quiero lo mismo - respondí

- Ahora quiero que pruebes el postre y me digas si está rico - agregó.


Metí el tenedor en la crema y lo llevé a mi boca.

- Está muy rico, amor - dije mientras separaba un nuevo bocado.


Hizo un silencio cuando me vio llegar a la mitad del postre. Pude sentir sus ojos a la espera de mi gesto de emoción.


- ¿ Y esto ? - pregunté como si me encontrara desorientada al sostener un anillo con mi tenedor.

- Es la propuesta formal que acompaña mis palabras de amor - dijo


Me abalancé sobre él y lo llené de besos. La ternura con que Javier había planeado todo me sacaba el corazón de lugar.


- Esperá, te falta abrir el sobre -dijo interrumpiéndome.

- No me olvido, ya lo abro - respondí.


Tomé el sobre blanco con las dos manos. Lo giré en busca de un sello o una marca,pero no había nada.


- Abrilo, dale - me apuró Javier.


Dos pasajes de avión descansaban en el interior.


- ¿Qué es esto? ¿ Nos vamos? - pregunté

- Fijate bien, Mir.


Volví a mirar.
Los pasajes tenían fecha de salida dentro de una semana. ¿El destino? Bahamas.


-¿Vacaciones? - volví a preguntar.

- Nuestra boda - respondió - tal como la soñé.