martes, 13 de julio de 2010

Tragedia y dolor


Este post es en tiempo real. No porque quiera, sino porque no me queda opción. A ustedes que siguieron una gran parte de mi vida en este espacio, les debo respeto.

Vuelvo a dar una señal, aunque sin ganas de nada. Sin fuerzas, presa del desánimo y del espanto...


Intentaré, en los posteos siguientes, contarles como fue que llegamos a este instante. Mientras tanto, sólo seré capaz de contarles que mi ausencia se debió a la muerte de Manuel.
Fue una muerte drástica, aunque en el fondo intuída por mi sexto sentido y por los años compartidos que me habían permitido conocerlo.

Manuel se suicidó hace apenas cuatro domingos, después una sucesión de hechos inevitables que terminaron con su ilusión de ser el padre de mi hija.

Mi beba, Mía, es lo único que me mantiene conectada al mundo, que imprime una cuota de razón a todo esto y que me regala un poco de oxígeno como para seguir en pie.

Esto es todo lo que puedo vomitar hoy en este espacio.
La culpa no me permite encontrar la forma de retomar la historia en el punto en que la dejé.
De sólo pensar que deberé atravesar los acontecimientos que llevaron a Manuel a tomar la decisión de quitarse la vida, me llena de un dolor inexplicablemente grande.

Espero sepan entender.
No pido nada más.