domingo, 29 de marzo de 2009

En evidencia


Para nuestro aniversario, Octavio me llevó a cenar. Era la primera vez que nos mostrábamos en público después de un año de estar juntos.

Por supuesto que no elegimos el restaurante más concurrido, sino uno bastante íntimo y alejado de la ciudad.

Octavio aprovechó la ocasión para plantearme que deje a Manuel y que vivamos juntos.

- Quiero que formemos nuestra propia familia - dijo

- Lo haremos, quedate tranquilo - respondí

- Miranda, te amo, no quiero esperar más.Necesito que estemos juntos, no quiero ocultar el amor que siento, me parece injusto.

- Sí, te entiendo, cada vez falta menos, amor - respondí


Pero en realidad yo no sabía cuánto faltaba, ni qué pretendía al dilatar mi separación.

Muchas noches me descubría mirando a Manuel mientras dormía y la única idea que venía a mi mente era la de huir, sin despedida.
Otra veces, creía amarlo, pero ese pensamiento se evaporaba al recordar la imagen de Octavio, que se apropiaba de mi mente hasta entregarme al sueño.

Así eran mis días, un calvario generado por mi propia indecisión, como si necesitara que alguien hiciera las cosas por mí, que todo se revelara de una vez ante los ojos de Manuel y me echara de esa casa a la que ya no pertenecía.

Y esa noche creí que sería, que al fin sucedería...


Octavio me dejó a dos cuadras de mi casa, y antes de bajar me regaló un enorme ramo de flores y una carta en la que decía:

"Te amo desde hace un año y para siempre. Yo "

Guardé la carta en mi cartera, tomé el ramo de flores, y luego de abrazarlo y besarlo me bajé del auto.


Cuando llegué, Manuel estaba viendo televisión en el dormitorio. Dejé la cartera sobre el sillón y coloqué las flores en agua.


- ¿Cómo te fue en la cena de teatro? - escuché que Manuel preguntaba desde la cama

- Bien, Mario nos trajo flores a todas -respondí justificando el regalo de Octavio que tarde o temprano vería sobre la mesa.

- Qué bien, bueno, vení acá - pidió


Fui al cuarto y me recosté a su lado a ver televisión, pero con el pensamiento demasiado alejado de esa habitación.

Al rato, Manuel se levantó para buscar agua. Desde la cocina me preguntó:

- Amor, ¿tenés un cigarrillo?

- En mi cartera- dije


No recuerdo en que momento me quedé dormida, pero amanecí cuando Manuel ya no estaba en la casa.


Me levanté para prepararme el desayuno, y cuando el café estuvo listo fui a buscar un cigarrillo.

Allí me encontré con el atado de Marlboro apoyado sobre la carta de Octavio.

Manuel había visto la carta, pero en lugar de decirme algo, me había dejado la prueba concreta de que él se acababa de enterar.
No entendía con qué finalidad lo había callado, ni que iría a hacer al respecto.
Fue entonces cuando sonó el teléfono:

- Buen día, amor- dijo Manuel del otro lado de la línea - sólo llamaba para saber cómo habías amanecido y preguntarte si tenías ganas de que nos tomemos unos días para ir a Miami.

- No sé, así tan rápido... ¿por qué no lo hablamos a la noche? - pregunté

- Porque ya tengo los pasajes, los acabo de comprar. Andá haciendo la valija que nos vamos mañana -dijo


Ahí entendí la jugada de Manuel.

Alejarme de Octavio.

martes, 24 de marzo de 2009

Frente a frente



En un principio pude moverme con cautela, pero con el paso del tiempo, al aumentar mi interés por Octavio, empecé a ser evidente en pequeños detalles que daban lugar a la sospecha de Manuel.


Entendía su juego. En lugar de hacerme un planteo por mis llegadas tarde o mis escapadas de fin de semana con Clara (que no era más que una excusa para irme con Octavio), aprovechaba ese espacio para, sigiloso, regresar a los brazos de Laura.

Lo más extraño, es que ya no me molestaba.En el fondo creía que era el precio de mi "libertad"...y aunque no era libre, no lograba darme cuenta.

Debería haberlo dejado y vivir mi vida con Octavio, pero yo sentía que era perder la batalla.No sé por qué pero me había empecinado con que Manuel estuviera atado a mí y que no pudiera disfrutar de ninguna de las dos.
Lo cierto era que yo me encontraba en la misma situación y por mirar el ombligo de Manuel,no percibía mi propia limitación.


Pero el que tuvo un límite fue Octavio.

Cansado de tener que esconderse, de llamarme a horarios predeterminados, de no poder compartir una cena en un lugar público o un cumpleaños, un día me enfrentó.

- ¿Hasta cuándo creés que podemos estar así? - preguntó

- ¿Así cómo?

- Así como amantes- dijo

- No sé, no me preocupa - respondí restándole importancia

- A vos no , pero a mí sí. Deberías considerarlo - agregó

- Bueno, tené paciencia- dije

- Hace casi un año que me decís que tenga paciencia

- Ya veré como lo arreglo - mentí

- Miranda, te conozco, no vas a arreglar nada.Estás empecinada en mantener una lucha con Manuel que a él no le afecta y que a nosotros nos perjudica.¿Entendés? - preguntó

- No, no entendés vos. Si yo me separo le doy el gusto a él y también a ella - dije enojada

- No, estás equivocada.Si vos lo dejás les estás mostrando que querés y podés vivir sin ellos, que merecés algo mejor -dijo

- No es el momento.Mirá si yo hago eso y después vos me dejás.No sería la primera vez que pasa que un hombre pierde el interés una vez que la mujer no es su amante.

- Miranda...te dije que te amo, te lo demuestro día a día soportando verte en los momentos que vos podés y que vos querés. ¿Creés que eso lo haría si no te amara? ¿Creés que me bancaría ser un títere de tus ganas? - dijo

- Me da miedo.Necesito que pase más tiempo - dije

- No te abuses. Si veo que no hay avances me voy a cansar, por más que seas el amor de mi vida. También tengo límites - dijo demasiado serio
Era la primera vez que Octavio se ponía firme conmigo, y era la primera señal de que algo estaba cambiando, en él, en la relación y por consiguiente en mí.

Tarde o temprano iba a tener que tomar una decisión.

lunes, 23 de marzo de 2009

Como un barco a la deriva



Lo que parecía un simple encuentro fortuito entre dos amantes ocasionales, poco a poco se convirtió en una relación que me daba fuerzas nuevamente.

Octavio sabía la verdad de mi historia,y aunque se empecinaba en hacerme cambiar de idea sobre mi plan porque decía que la más perjudicada era yo, llegó al punto de darse cuenta que lo que había empezado como una estrategia liberadora se había convertido en algo esencial de mi día a día y ya no intentó contradecirme, sino entenderme o al menos, respetarme.


Mientras tanto, nuestro amor crecía, y yo pasaba más tiempo con Octavio que en mi casa, y Manuel estaba más tiempo solo que conmigo.O acaso eso era lo que yo creía.

Cuando estaba con Octavio mi mundo se reducía a él y yo, y le perdía el rastro a Manuel, lo que le devolvía sin querer la libertad, y eso era peligroso.No para mí en realidad, sino para mi plan de que se viera completamente afectado por esa ausencia de Laura a la que yo lo había condenado en un principio.

Ahora, se convertía lentamente en el Manuel infiel, y yo, en una aprendiz de sus métodos.

Como un barco a la deriva, recorría nuevos mares de encuentros a escondidas, de besos robados en la clandestinidad y de mentiras vertidas por mis propios labios ante cada pregunta de Manuel.

Me había convertido en aquello mismo que detestaba.

jueves, 19 de marzo de 2009

Comienzo y fin de la primavera


Los días pasaron, después las semanas que se hicieron meses.

Verano y otoño llenos de mentiras.Mis mentiras.



Manuel intentaba demostrarme que había cambiado, que estaba arrepentido.Yo fingía hasta el hartazgo. Hasta creo que me emocioné cuando intentó retomar el tema de la maternidad, pero claro que en mi interior no me alegraba, sino que me llenaba de bronca.


Sabía que si Laura no hubiera existido, nuestro matrimonio hubiera sido tan perfecto como en las películas, pero Laura existía, y ese detalle había derribado todo nuestro proyecto a futuro.Sólo que Manuel aún proyectaba mientras yo me convertía en una máquina de calcular, en una registradora de actitudes y movimientos , pendiente las veinticuatro horas de que nada se me escapara de vista.


De pronto llegó el último tramo del año, y me encontré organizando la Navidad que se avecinaba en un diciembre sin ganas de festejar.


Manuel se había engripado, y como buen ejemplar masculino, se había convertido en un ser fastidioso y demandante.


Ese sábado era la fiesta de despedida del año 2006 de mi grupo de teatro.
No era un día más.

Era el fin de una época gris de mi vida y el renacer.
Agonía de una primavera que dejaba el almanaque, y comienzo de mi propia primavera, con flores que olían a nuevo.


Esa fue la noche que lo conocí a Octavio, acá, por si no recuerdan.

miércoles, 18 de marzo de 2009

En cautiverio


Volví de noche, a la hora de la cena.
Lo encontré a Manuel cenando frente al televisor, su única compañía.
Solté el bolso sobre la alfombra del living y lo miré, de pie junto al sillón.

Ninguno de los dos era lo suficientemente valiente como para hablar. Yo sabía, además, que desde el momento en que hablara me condenaría a veinticuatro horas consecutivas de mentira y actuación, por tiempo indeterminado.

Finalmente, fue él quien habló:


- Amor, volviste.

Fue todo lo que dijo antes de abrazarme.
Lo miré, lo alejé de mi lado un momento y le dije:

- Te perdono, pero sólo si dejás de verla.No pienso ser cómplice de mi propia tristeza avalando tu engaño.

- Te lo prometo. No más Laura. Yo sólo necesito estar con vos. Te amo Eme.

Sólo me decía Eme en los momentos de mayor intimidad, en aquellos en que el amor flotaba en el aire y nos atravesaba como cuando nos conocimos.Era nuestro pequeño código que resumía un corazón enamorado.

Nos besamos e hicimos el amor con olor a tregua, a pacto tácito entre dos amantes que desean borrar el pasado que estuvo a punto de alejarlos.

Pero el pasado estaba ahí, presente, enroscado en las sábanas de algodón, en la piel de Manuel, en su aliento.

Los días que siguieron, fueron una seguidilla de gestos de arrepentimiento por parte de Manuel. Cartas de amor, cenas a la luz de las velas, escapadas de fin de semana, flores y regalos se convirtieron en pedidos de perdón y confirmaciones de amor.
A medida que el tiempo transcurría, me acostumbraba cada vez más al juego y me costaba cada vez menos improvisar el papel de esposa comprensiva y tolerante.

Manuel dejó de ver a Laura, al menos durante ese tiempo.En un acto de confianza, me permitió que atendiera yo los llamados que ella hacía a su celular y que le dijera lo que quisiera. Mis palabras siempre fueron las mismas:

- Te equivocaste. Manuel me prefería a mí. No llames más, ahorrate la molestia.

Y le cortaba.

Dos veces se apareció en la puerta de nuestra casa. Siempre en día domingo.
La primera vez fue una escena digna de "Atracción fatal", con ella furiosa, entrando al living, gritando que yo había arruinado su matrimonio y que encima pretendía alejarla del hombre que amaba.Fue realmente vergonzoso ver como trataba de aferrarse al brazo de Manuel, mientras él la alejaba explicándole que todo había terminado y que nunca la había amado, ante mi presencia, impávida.
La segunda, fue sólo una visita desde la puerta, que abrí y cerré en su propia nariz.

Los llamados parecían extinguirse y yo sentía que el precio de sentirme como un león en cautiverio, detrás de los gruesos barrotes de acero que yo misma había diseñado, iban teniendo su recompensa.

Por momentos, casi podía creer que Manuel era el mismo de siempre y que yo... bueno, yo no sabía muy bien quién era.

lunes, 16 de marzo de 2009

Mi única carta



Poco más de un mes estuve fuera de mi casa.
El tiempo necesario para organizar mi mente, diseñar mi plan y reconstruirme con la ayuda de Clara.

Tejí una trama que me garantizara el éxito a futuro sin importarme cuánto perdiera de mi misma en el camino.El precio de la recompensa justificaba que de ahora en adelante me viera sometida a una eterna actuación frente a los ojos de Manuel.

En esos días aproveché para retomar mis clases de teatro y distenderme con mi grupo en medio de largas sesiones en las que intentamos adaptar una obra.Los ensayos me alejaron bastante de la realidad que me esperaba cada tarde al salir del teatro...la inminente puesta en marcha de mi plan, donde aparentaría ser la mujer ideal, que perdona todo y que todo lo comprende, simplemente para cobrarme a mi manera y el día menos pensado la inmensa tristeza a la que me condenaron.


Laura había recibido parte de su merecido. Había seguido a su marido, Andrés, desde la salida de su casa hasta la oficina.Lo había interceptado en la entrada y lo había convencido de tomar un café. No escatimé ni un poco de la verdad y vomité frente a sus ojos toda la historia de Manuel y Laura, la pasada y la actual.
Me dio pena por él, que intentaba hacerse el desentendido con tal de no asumirse engañado.Al fin y al cabo, con las pruebas que puse sobre la mesa y que abarcaban pagos de la clínica hechos por Manuel, giros de dinero a la cuenta de Laura, compras de regalos para las hijas y hasta fechas en que viajaron juntos, no le quedó otra posibilidad que creerme.

Varias veces había sonado mi celular y me había sorprendido con la voz de Laura envuelta en un grito y modulando un insulto.Sin decir nada le cortaba, y ella volvía a insistir hasta cansarse.
Sabía que nada le molestaría más que mi silencio, que la dejaba sola en la pelea, luchando contra los molinos de viento.

Imaginé un poco de ese caos: Andrés reprochándole a Laura la infidelidad, Laura negándolo todo y llamándome a escondidas para desquitarse.Después, el llamado obligado a Manuel quien no sabría , ni podría justificar mi actitud. Sólo una porción de veneno para Laura comparada con la dosis interminable que me había hecho beber a mi.

Manuel llamó cientos de veces y nunca lo atendí. En ocasiones me esperó en la casa de Clara, o en la puerta del teatro o en la casa de mis padres. Yo me subía al primer taxi que pasaba sin siquiera mirarlo.

Cuando me sentí lo suficientemente fuerte y entera como para soportar lo que venía, me dispuse a volver a la casa de Manuel, que volvía a ser mi casa.

En mi mano un bolso y en mi bolsillo mi única carta dispuesta a ser jugada.

domingo, 15 de marzo de 2009

La hora de Miranda


- ¿Puedo instalarme unos días en tu casa, Clara? - le pregunté

- Claro.Todo el tiempo que quieras - me respondió sin dudar

- ¿Me acompañás a casa a armar el bolso? No tengo ganas de estar a solas con Manuel y tengo miedo que no quiera quedarse en la quinta y decida regresar - dije

- Dale, vamos.Yo te acompaño - dijo


Una hora de ruta nos separaba de mi casa. Sesenta minutos en los que fui compartiendo mi plan con Clara, sólo para contar con una aliada, con alguien que avalara mis ideas y no creyera que eran absurdas ni descabelladas.
Clara estuvo de acuerdo.Tal vez sólo porque era mi amiga y prefería verme en acción que adormecida por el dolor.


El auto de Manuel no estaba en la puerta, tampoco en el garage.Nos movimos tranquilas, sin la presencia de él en casa.

Clara preparó café mientras yo separaba la ropa para llevarme que alcanzaría para pasar un largo tiempo fuera de mi hogar.

Cuando el café estuvo listo, me senté con Clara en la cocina y encendí un cigarrillo. Por primera vez en mucho tiempo pude recordar preguntarle a Clara cómo estaba, y me sentí en la obligación de pedir disculpas por el egoísmo que me había atrapado en nuestros últimos encuentros.Clara sonrío, como si supiera que el poder pensar un segundo en ella era una buena señal de que mi mente todavía tenía lugar para alguien que no fuera Manuel, ni Laura, ni ese entorno.


Escuchamos la puerta de calle, y segundos después, los pasos de Manuel en la entrada. Antes de que pudiéramos reaccionar, él estaba delante nuestro, en la cocina.

- Miranda, viniste - dijo

En sus ojos se notaba el paso del llanto y de la angustia, de un regreso en auto que imaginaba demasiado lleno de culpa.

- Miranda, estás acá - volvió a decir

- Saludá a Clara, no seas maleducado - dije sin levantar la mirada de mi taza de café

Se saludaron.Clara ni siquiera sonreía.Manuel, mucho menos.

- Vine a llevarme mis cosas - agregué - en diez minutos nos vamos

- Amor, es una idiotez que te vayas, hablando vamos a poder solucionar todo - dijo Manuel

- No hay nada que yo quiera solucionar, y no tengo ganas de hablar con vos.

Clara se levantó a lavar las tazas recién usadas.El ruido del agua generaba una suave interferencia en las palabras de Manuel y me permitía escuchar mejor mis propios pensamientos.

- No te vayas.Irte no arregla las cosas ni borra el pasado.Ya te dije que te amo, que sos la mujer que elegí para toda mi vida,Miranda.Por favor pensá lo que estás haciendo - dijo

- Ya lo pensé. No tengo ninguna intención de seguir escuchando más mentiras, y la verdad que se me hace demasiado difícil creer que soy la mujer de tu vida.Salvo que tengas un concepto demasiado errado de lo que es el amor - respondí mientras caminaba hacia al lado de Clara - ¿Vamos Clara?


Clara me siguió hasta el dormitorio, dejando atrás a un Manuel pensativo y triste. Armamos el bolso y salimos de la habitación.
Junto a la puerta, Manuel, de pie, mirándonos.


- No voy a dejar que te vayas de esta casa - dijo

- Me voy a ir aunque tenga que escaparme por el techo - respondí

Hubo un silencio, y el posterior paso al costado de Manuel, dejando libre la salida.

- Perdón - dijo - Mil veces perdón.

- Tarde querido, tarde - dije - Eso hubiera sonado más apropiado mucho tiempo atrás.

- Te prometo que todo va a ser como antes - dijo

- ¿Como antes cuándo? Si siempre me mentiste... No quiero que nada sea como antes, pero tampoco sé cómo quiero que sea, así que te pido que me dejes en paz hasta que yo lo necesite.

- Está bien - respondió


Salimos de casa y al cerrar la puerta sentí que era libre, que me desprendía de una telaraña de mentiras que me había apresado durante el último tiempo.

Si bien en mi memoria continuaban presentes y no iba a poder alejarlas aunque recorriera cientos de kilómetros, había llegado el momento de ocuparme de mí, de algo que me hiciera recuperar el protagonismo. Mi hora había llegado.

viernes, 13 de marzo de 2009

Tiempo de pensar


Clara había interrumpido mi caminata llamándome varias veces para que le indique el camino.
Aún estaba a unos minutos de llegar, así que una vez que encontré la estación de servicio, decidí esperarla sentada, tomando un café.

A medida que pasaba el tiempo, las ideas se acomodaban y yo me convertía en una mujer segura, que podía transformar el dolor en ingenio.

Vi detenerse el auto de Clara junto a la vidriera, y me sentí mejor.


- Miru, ¿qué pasó? - preguntó apenas se sentó en mi mesa

- Hablé con Manuel - respondí

- ¿Estaba escondido en la quinta ese hijo de puta?

- Sí, escondido, a oscuras, como un prófugo - dije

- ¡No te lo puedo creer! ¿Le preguntaste todo? - quiso saber

- Casi. Su historia es insustentable por donde la mires. Quiere venderme la idea de que Laura es la gran culpable, que lo volvía loco con tal de estar con él y que para preservarme me ocultó la verdad - dije

- Ah, bueno... un idiota.¿Le creíste? - preguntó

- No. Sólo en un momento, con la historia de la adopción.

- ¿Adopción? - dijo Clara mostrando signo de desconcierto


Le conté toda mi charla con Manuel, sin omitir un sólo detalle.Le hablé de Laura y su enfermedad, de las hijas, de su nuevo marido y de la infidelidad asumida de Manuel. Cuando terminé el relato le dije:


- No puedo quedarme de brazos cruzados y tampoco puedo perdonarlo. Sé que necesito ser más astuta que él y hacerle pagar el dolor que me causó con tanta mentira.


- ¿Pero vos lo amás todavía? - preguntó Clara

- Hoy no siento nada más que odio. Me pregunto en qué lugar se habrá escondido el amor que sentía hasta ayer.Sólo quiero que se de cuenta que al casarse conmigo sin decirme la verdad me estafó, vendiéndome la imagen de tipo bueno que nunca fue - dije

- Entiendo - dijo Clara - ¿Y qué pensás hacer?

- Hacerme pasar por la idiota que él cree que soy. Actuar mi mejor papel mientras disfruto de pequeñas jugadas que le van a hacer vivir un infierno.

- No entiendo, sé más específica - dijo

- Por empezar, voy a tomar un café con el marido de Laura.Me parece que ese tipo no sabe con quién se casó y yo se lo voy a contar.

- Estás loca.Laura se va a poner fatal - dijo

- ¿Y qué puede hacerme, si yo ya sé la verdad? - agregué

- ¿Y qué más? - preguntó

- Tomarme unos días y después volver y decirle a Manuel que lo perdoné, para que no sospeche nada. Después, empezaré a hacer mi vida sin que me importe nada de él.

- ¿Con qué fin?¿Sólo vengarte? - preguntó Clara

- Vengarme y ganar tiempo - dije

- ¿Para qué?

- Para juntar la mayor cantidad de pruebas posibles para iniciarle una demanda de divorcio controvertido.Con pruebas de la infidelidad y del engaño desde el día que nos casamos, Manuel no va a tener más ganas de sonreír, y mucho menos de seguir viendo a Laura.Quiero que se quede solo, que se ahogue en un mar de ausencias, que quiera volver el tiempo atrás sin poder lograrlo.Que sienta lo mismo que siento yo hoy.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El camino de la duda



Marqué el número de Clara.

- Hola

- Hola, Clar, soy yo - dije

- Hola, nena, ¿dónde estás? - preguntó

- Saliendo de la quinta. Necesito pedirte que me vengas a buscar - dije

- Más vale, decime por dónde

- Kilómetro 49 y medio, dónde esta la estación de servicio.Yo te espero ahí - contesté

- Dale, ya salgo. Si me pierdo te llamo al celu , besos - dijo y cortó


Desde la entrada de la quinta hasta la estación de servicio tenía un kilómetro, que me dispuse a recorrer sin miedo, como si supiera que nada peor podría pasarme.

Era de noche, y las pocas casas de la zona parecían sometidas al más solitario de los silencios. De vez en cuando, un perro que cruzaba me recordaba la existencia de vida en medio de la oscuridad.

En el tiempo que tardé en llegar, mis pensamientos y yo nos abrazamos a la duda.Las palabras de Manuel que habían sonado apenas convincentes, perdían convicción a cada uno de mis pasos.
La endeble historia de un hombre obligado a acceder a los deseos de una loca enamorada me parecía extraída de un manual barato del marido infiel, y me llenaba de impotencia y de rabia.

Tenía a Laura, el cerebro corroído por el amor que justificaba sus actos escudada en la depresión post aborto de un hijo que ella había deseado tener.
Por otro lado, una adopción en la que mi marido había participado como mero voluntario pero con serias consecuencias: que una niña lo llame papá.
Por último, un tonto que accede a casarse con ella y que enterado o no de la existencia de Manuel, acepta el pasado de ambos sin chistar, como un buen samaritano.

Y yo. El eslabón perdido de la cadena. La pieza suelta que no encaja en ninguna figura.
La ciega, sorda y muda a la que es preferible mentirle con tal de conservarla.
El hazmereír de varios protagonistas de la historia.
La tonta, la silenciosa, la que no molesta.

Miranda.
La Miranda que en medio de ese camino de árboles y dudas, decidió que Manuel era el más culpable de los culpables, y que con tal de que pague su culpa iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance.

lunes, 9 de marzo de 2009

La confesión de Manuel - Ultima parte


- Explicame entonces lo del marido de Laura - dije

- No es muy difícil, al tiempo de adoptar a Sol yo empecé a abrirme.La veía mejor, se dedicaba todo el tiempo a su hija, y poco a poco iba siendo la de antes.Ahí te conocí a vos, y una noche se lo dije. Le costó entenderlo, pero no le quedó opción. Unos meses después, cuando volvió a trabajar, conoció a Andrés y se casaron. Con él tuvo a Constanza.

- Ay, pero qué linda historia de amor.Tan comprensivo ese Andrés, ¿no? -dije con ironía

- Es un buen tipo y la quiere - respondió

-¡ Me importa un carajo qué clase de tipo es Andrés, lo que no puedo entender es qué mierda seguís haciendo vos con Laura ! - dije totalmente fuera de mis cabales

- Miranda, amor, a mi ella no me importa, pero te juro que no puedo despegarme - dijo

- ¿Qué? ¿Qué clase de excusa barata es "no poder despegarte"? - pregunté

- Siempre siguió buscándome, me amenazaba con decir que Sol era hija nuestra, ¡y te juro que no lo es! Nunca se quedó tranquila, ni cuando se casó.Me buscó siempre, recordándome que yo era el amor de su vida y que no le importaba lo que tuviera que hacer para estar conmigo. Yo, con tal de evitarte este momento, preferí ser su amante, verla cuando podía, y entonces ella se calmaba, porque tenía lo que quería - dijo

- Claro, ¿Y por eso cuando me fui a la costa con Clara la viste todos los días? ¿Te pidió ella que corrieras desesperado a su encuentro? - pregunté - ¿Cómo hizo para verte si estaba casada?

- Ella se enteró que vos te habías ido.A mi se me escapó un día que me llamó por teléfono y me preguntó si estabas cerca, escuchando,y le dije que no, que hablaba tranquilo porque te habías ido unos días. Por supuesto que me obligó a que fuera - respondió - Además su marido había viajado una semana a Nueva York, así que decía que el destino quería que estuviéramos esos días juntos.

- Mirá Manuel, puedo llegar a aceptar que la ayudes con un trámite de adopción, pero de ahí a aceptar y perdonar que prefieras seguir acostándote con ella en lugar de decirme la verdad hay un abismo. Tu versión es un precipicio oscuro y lleno de mentiras, donde no pienso dejar que me arrastres - dije - Vos, Laura y el destino me dan asco.

- Tenés que creerme Miranda, lo hice por vos, para que siguieras enamorada del Manuel que soy en esencia, del que conociste, del que te ama - dijo

- ¿Del que nunca se alegró de que estuviera embarazada? ¿Del que jamás insinuó volver a intentarlo? - agregué

- No digas eso, para mi la paternidad era terrible después de lo que había pasado con Laura

- ¿Y por eso pretendías llevarme colgada de tus miserias hasta el fin de mis días? ¿Qué clase de amor sentís por mí si no sos capaz de respetarme? - respondí

- Miranda...no sé qué decirte. Soy tu Manuel, creéme - dijo con la voz entrecortada, al borde del llanto

- Llorá Manuel, llorá mucho, y pensá si vas a ser capaz de decirme la verdad.Yo mientras tanto, me voy a ir a lo de Clara.Ni se te ocurra buscarme, ni aparecer, ni llamarme.Cuando esté más tranquila tal vez podamos continuar la charla - dije

- No, amor, no te vayas - pidió


Caminé por el pasillo, y antes de llegar a la escalera que me llevaría hasta abajo, hacia mi temporaria salvación, me di vuelta y le dije:

- Podés llamarla a Laura , no pierdas tiempo, que tal vez justo el marido está en otro viaje de negocios y se pierden la oportunidad de compartir estos días.


Bajé la escalera, salí de esa casa y llamé a Clara.

Era la única persona a la que quería ver.

sábado, 7 de marzo de 2009

La confesión de Manuel- 3ra parte


-¡Mentiroso!¡Escuché como te decían papá! - dije llena de furia.

- Si, bueno, hay una confusión - dijo

- ¿¿Qué?? ¿Qué confusión puede haber? ¿Estoy sorda, ciega? ¿Qué vas a decirme ahora?

- No, no, Miranda.Sólo una de ellas me dice papá- dijo

- ¿Te dice papá? ¡Sos el padre, reconocelo de una vez! - imploré

- No, bueno, es largo - respondió

- Resumilo y contame ya - dije

- Cuando Laura estuvo mejor, después de haber presenciado ataques de locura, picos de depresión nuevos y repentinos, y habiendo llegado a sentirme el más culpable de los mortales al punto de suplicarle perdón por lastimarla tanto, ella me pidió un favor - dijo

- ¿Qué le devolvieras ese hijo que le habías robado? - pregunté

- Si

- ¡Entonces sos el padre! - exclamé

- No, sólo de cierta forma - dijo - En el estado en que estaba ella no hubiera podido soportar sanamente un embarazo, y se le ocurrió adoptar. Con ese antecedente y estando sola, era dificil conseguir la adopción, pero si yo estaba como su pareja era más fácil.Así que me lo pidió y yo accedí.Era lo menos que podía hacer por ella. Moví algunos contactos, jueces, secretarios, para no demorar su espera, y me ocupé de todo el trámite. Estuve con ella cada vez que vinieron a hacer las visitas de control, para aparentar que eramos una parejas estable y consolidada.¿Entendés?

- ¿Y por eso te llama papá? - pregunté

- Si, es una elección de Laura.No quiere contarle la verdad de su pasado, y le dijo que yo era su papito postizo. La nena me llama papá, y yo la verdad es que la adoro- dijo

- ¿Así, sin más? ¿Te ponen el título de papá inventado y listo? - pregunté

- Es que en cierta forma es como si lo fuera.Me ocupé de ella de chiquita, apenas la trajeron.¿Qué puedo decirte Miranda? - me preguntó mirándome a los ojos

- ¿Y la otra? - pregunté

- La otra es hija de su marido - dijo - pero esa es otra historia



Y yo me sentí rara, confundida, contemplando a ese hombre que de ser un cobarde mentiroso se convertía en un hombre con mucha culpa tratando de enmendar su error.
Al menos con Laura.

viernes, 6 de marzo de 2009

La confesión de Manuel - parte 2



-¿ Me estás tomando el pelo? ¿ Me viste cara de boluda? - dije

- ¿Por qué decís así? Mi vida era un caos absoluto hasta que apareciste- respondió

-¿Y si soy tu ángel salvador, por qué mierda me cagás con ella?¿Por qué son cómplices en esto? ¿Qué código tan profundo tienen como para que ella te avise que yo estoy yendo para casa a hablarte? Explicame eso antes de que me vaya por esa puerta y no vuelva nunca más.

-Esperá, no hables así.Todo tiene una lógica, te lo aseguro - interrumpió

- ¿Lógica? Lógica es lo que menos tiene tu argumento.Una mina que hace mil años que conocés, a la que hiciste abortar, que te metió en el infierno hasta que yo te rescaté, pero a mí nunca me dijiste nada de todo ese infierno, y no sólo eso, sino que seguís siendo su amante y te escondés de mí al momento de dar la cara. Tengo ganas de escupirte, me das asco.Sos un monstruo.¡Por Dios, no sé con quién me casé! ¿Podés entenderme a mí? - dije casi sin respirar entre palabra y palabra.

- Mi amor, te prometo que me vas a entender

- Por favor hablá ya, dejate de dar vueltas- dije

- Bueno, es que es difícil - dijo

- No debería serlo. Si no tuviste problemas para mandarte la cagada tampoco deberías tener problema en contarla.

- Está bien, te cuento. Después del aborto fue que la cosa empeoró.Ya no estaba tolerante con mis historias con otras mujeres, como si al haberle hecho elegir entre el hijo o yo, le hubiera regalado la certeza de que yo era de su exclusiva propiedad, aunque eso nunca lo hubiéramos hablado.

- Y claro - interrumpí - si le diste a elegir entre un hijo...¡un hijo, Manuel! y vos, lo más probable es que pretendiera al menos tenerte a vos de una puta vez.

- Para mí no era así, bueno, yo al menos no lo había dicho con esa intención.Yo sólo necesitaba que ese hijo no estuviera entre nosotros, que no hubiera ningún lazo formal que nos uniera de por vida.Yo quería poder irme de su lado cuando quisiera, entendés?

- No, la verdad que no.O sí, vos querías una muñeca inflable, una boluda que se acostara con vos, radiante, espléndida, cuando a vos se te cantaba.Seguí, ¡por favor! - dije

-Yo no lo veo así, pero no importa, sigo.La cosa fue empeorando.Yo no tenía las ganas de antes de estar con ella y me empecé a alejar. Me volvía loco.Me llamaba hasta llenarme la casilla de mensajes, me esperaba en la puerta del trabajo, o en la de mi casa.No sé cómo hacía pero sabía mis pasos y se me aparecía en cuanta reunión yo tenía o fiesta de cumpleaños.Era una pesadilla.
Eso duró casi un año, hasta que me senté y le dije que no quería verla más, que no se me apareciera, que a esa loca en la que se había convertido yo no la conocía y que no me daban ganas de tener nada con ella.

- Y no lo entendió - dije suponiendo la reacción de Laura

- No.No sólo eso, sino que se enfermó.Dejó de comer, de salir, de trabajar.En los últimos tiempos ni quería bañarse. La depresión se había adueñado de ella por completo, hasta que un día decidió suicidarse.Claro que no le salió bien, y terminó internada.Cuando estuvo un poco mejor le dieron el alta, pero tuvo dos intentos más.El último, la dejó internada por un tiempo más largo.

- ¿Tres intentos?No puede ser... era uno - dije

- No, fueron tres.¿Por qué lo decís? - preguntó

- Porque yo supe... bueno, porque estuve en el loquero ese y vi su historia clínica - admití

- Ese fue el último loquero, antes estuvo en otro- dijo después de un silencio en el que habrá asimilado que no podía reprocharme mi investigación- Pensé que el anterior no era bueno porque cada vez que salía de ahí lo volvía a intentar.

- ¿Pensaste? ¿Vos te ocupabas de ella? - pregunté

- Sí, mi culpa era demasiado grande como para dejarla sola en ese momento.La culpa me movilizaba.Me sentía tan mal ,tan mal.Tenía pesadillas en las que ella me acusaba mientras se desangraba...además los psiquiatras me miraban con mala cara o me aconsejaban estar encima de ella.¡Yo era el gran hijo de puta para todos!

- Y lo eras Manuel.Y los seguís siendo - dije - Decime algo, que es lo que más necesito saber antes de continuar con Laurita... ¿Cuándo fue que decidiste tener dos hijas con ella?

- ¿Dos hijas? ¿Las hijas de Laura decís? - preguntó como si no entendiera

- ¡Claro! Por favor no me tomes por idiota - dije

- Yo no tengo hijas con Laura.Sus hijas no son mías - respondió


Y yo no supe si lo que vendría sería una nueva mentira o la mayor de las verdades.

La confesión de Manuel - parte 1


- Te aviso que dispongo de todo el tiempo del mundo, y que hasta que no me digas toda la verdad esta conversación no se va a terminar - le dije

- Perdoname - repitió

- Dejá de pedir perdón y empezá a hablar, que para poder perdonarte tengo que encontrar una muy buena razón y hasta ahora lo único que tengo es un marido infiel, cómplice de la mentira de una mina a la que le gusta reírse en mi propia cara y que encima huye a refugiarse en una quinta a oscuras con tal de evitar esta charla.Así que hablá - dije mientras me sentaba en el borde de la cama.

- Bueno - dijo mientras le daba un sorbo a su vaso que contenía una medida de whisky - te cuento desde el principio

- Te agradecería que no evitaras ningún detalle - agregué

- A Laura la conozco desde la facultad.Estuvimos saliendo un tiempo, yo en realidad estaba de novio con otra mina, pero como ella me gustaba y no objetaba que yo estuviera en pareja seguí con las dos todo lo que pude.

- Si, dale

- Con el tiempo me terminé separando de mi novia, y Laura era la que seguía estando.Por cariño, costumbre o como quieras llamarlo, la cosa se volvió más formal.Ahí ya nos habíamos recibido, y recuerdo que habíamos estado un tiempo sin vernos cuando yo corté con esta chica, y me la crucé en un evento de abogados.Ese día nos fuimos juntos a tomar un café y bueno, las cosas se dieron otra vez pero de manera más seria, por decirlo de algún modo.

- Si, seguí

- Por supuesto que como yo no estaba enamorado de ella y la relación duró mucho tiempo, yo terminé abusando de su grata compresión y su facilidad para perdonarme y no me privé de estar con quien yo quería.

- La engañabas.¿ Y para qué seguías con ella? - pregunté

- Porque me la hacía fácil.Claro, lo que yo no pensaba es que eso que parecía que era fácil de hacer para ella, en realidad era porque estaba tan enamorada que me hubiera perdonado cualquier cosa. Eso tenía un costo que yo en el momento no veía. Era una mina linda, inteligente, y la verdad es que si bien no estaba enamorado, me atraía demasiado.

- Atracción que no era la suficiente como para enamorarte pero tampoco como para dejarla.

- Claro, y sobre todo porque con ella no tenía que pedir perdón.Ella sabía de mis cosas fuera de su cama, y no decía nada.Estaba cómodo, realmente.

- Hasta... - dije dándole el pie como si se hubiera olvidado la letra

- Hasta que un día quedó embarazada - se detuvo un instante, como si el recuerdo le pesara - y yo sentí que el techo de la casa me aplastaba cuando me dio la noticia. Me sentía una basura por no poder disfrutar del momento, pero la verdad que de haber podido hubiera salido corriendo, pero tampoco ella se merecía eso.No sabía por dónde empezar a organizar mis ideas, pero lo único que tenía en claro es que no quería nada que me atara con ella.¿Entendés?

- Trato- dije - seguí

- Ella estaba muy feliz con la maternidad.Insinuaba todo el día que "cuando estemos todos en familia" o " vas a ser el mejor papá del mundo".Me asusté.Me di cuenta que ella no tenía consciencia de lo que a mi me pasaba.Así que un día tuvimos una charla muy fea, bastante violenta, en la que terminé gritándole demasiado y en esos gritos salió mi verdad: que no la amaba y que no pensaba tener a ese hijo.Ella lloró, gritó, imploró, fue horrible.

- ¿Y?

- La puse entre la espada y la pared.Yo sabía que me amaba demasiado y me abusé de eso para obligarla a decidir.Le dije que era el bebé o yo. Entró en crisis y yo me imaginaba como se debían estar peleando en su interior las ganas por tener ambas cosas, y el saber que iba a perder a uno , de cualquier manera.Me sentía un verdugo, una porquería de tipo.Pensaba que no era justo para ella aunque me hubiera mentido.

- ¿Con qué? - pregunté

- Con las pastillas.Ella decía que se cuidaba.Eso me hizo enojar más de la cuenta.Lo sentí como una trampa para engancharme de por vida.No era honesto de su parte.

- Vos tampoco habías sido demasiado honesto con ella, convengamos -dije

- Pero igual, un hijo...un hijo...era mucho.Así que después de unas cuantas horas de discusión me dijo que me prefería a mi.Y abortó.

- ¿Y?

- Y ahí cambió mi vida. Todo se convirtió en un infierno.Un real infierno - dijo
- hasta que llegaste vos.

jueves, 5 de marzo de 2009

Espera y suspenso


Me desperté al mediodía del día siguiente.
No había rastro de ninguna llamada en mi celular ni en el teléfono de casa.Ni siquiera Clara había llamado.

Pensé que no podía quedarme quieta, detenida en la espera, y decidí hacer algo.

No quería llamar a los padres de Manuel para que no sospecharan de nuestro problema y que un futuro tuvieran motivos para opinar sobre nuestra relación.
Llamé al estudio, pero como ya era tarde nadie atendió y sólo escuché la señal de fax.
Intenté varias veces más en su celular, sin suerte.
Llamé a dos de sus amigos, diciendo que el celular de Manuel andaba mal y que necesitaba encontrarlo por una consulta hogareña, suponiendo que era preferible hacerme pasar por una mujer inútil que por una desesperada.

No obtuve respuestas, Manuel no estaba en ninguno de los lugares a los que yo llamaba, o bien, se hacía negar.

Cansada de esperar y sin ganas de hablar con nadie, decidí tomar un remise para ir hasta la quinta de Luján de sus primos que muchas veces nos habían prestado para pasar un fin de semana. Era la única alternativa que se me ocurría.

A los quince minutos estábamos en camino.Desde mi celular la llamé a Clara para avisarle, y luego de soportar su reto por no haberle pedido a ella que me lleve, le expliqué que si llegaba a encontrar a Manuel allá hubiera sido una situación incómoda para ella.Finalmente me entendió y sólo me pidió que me cuide y que la llame si necesitaba que fuera a buscarme.

A la hora, estábamos en la puerta de la quinta.Le pagué al conductor y bajé.
Desde la entrada pude divisar una luz en el piso de arriba. Salvo que fueran los primos, había una gran posibilidad de que quien se encontrara en el dormitorio viendo televisión, fuera Manuel.

Golpeé la puerta.
Silencio.
Hice sonar el llamador con fuerza varias veces.
Más silencio.
La luz en el piso superior había desaparecido y pude imaginar a Manuel quedándose a oscuras con tal de evitar ser descubierto.

Di la vuelta, por el lado del jardín.La ventana de la galería estaba semi abierta.No dudé en empujarla para generar el suficiente espacio como para pasar, y entré, como un ladrón en medio de la noche.

En el living, la leña de un hogar que había dado calor se consumía en un fuego casi extinguido, iluminando tenuemente la sala.Esa era toda la luz con la que contaba para ubicar la escalera sin tropezarme.Dejé mi cartera sobre el piso, y giré hacia el pasillo.Detecté el primer peldaño y comencé a subir, sin hacer ruido, sin respirar casi...

Al llegar al piso superior, sentí como mi corazón latía fuerte ante la intriga y el miedo que me daba estar a oscuras en una casa que no era la mía.

Caminé en dirección a las habitaciones, con el sexto sentido que me aseguraba que Manuel estaba allí, casi como si pudiera olerlo .

Al llegar a la habitación principal me detuve.La puerta estaba cerrada.
La abrí, despacio, conteniendo el aire en los pulmones.
Entre las sombras distinguí una figura sentada sobre la cama, con una vaso en la mano.
Era Manuel.


Encendí la luz.
Vi su cara girar hacia donde yo estaba, mirándome con ojos de animal mutilado, herido.

- Perdoname - dijo - estoy seguro que me vas a entender.


Me preparé entonces para escuchar su versión.

Finalmente, el momento de su confesión que yo tanto había anhelado, había llegado.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Impotencia





Con el corazón queriendo escaparse por mi boca y los puños tan apretados como mis dientes, tomé mi celular.
Como ilusa marqué el número de Manuel esperando que me atendiera.Sonó y sonó hasta el cansancio, y yo me enloquecí de a poco presionando el redial.

Le dejé tantos mensajes como para llenarle la casilla y que se viera obligado a escucharlos, al menos para liberar espacio.

Lo insulté, le dije que la jugada de convertirse en víctima era lamentable, que me hacía sentir un adorno en su vida, un relleno, un objeto descartable.Lo llamé cobarde, a los gritos, le dije que no me merecía, que era un perfecto desgraciado, que se había convertido en un monstruo y que me había decepcionado por completo.

La ira me brotaba por los poros.Era tanta, que hubiera necesitado otro cuerpo en dónde almacenarla...el mío no me alcanzaba.

Volví a tomar el teléfono, y esta vez marqué el número de Laura.

- Hola -dijo del otro lado de la línea

- Sos una hija de puta - dije sin dudar

- Epa, se te habrá escapado.Una señorita no dice esas cosas - respondió irónica

- ¿Por qué le avisaste a Manuel que yo sabía, que había estado con vos? - pregunté

- Porque se me dio la gana y porque a vos no te debo nada - dijo

- ¡Detesto que me refriegues en la cara tu complicidad con él, lo detesto tanto como te detesto a vos! - le grité

- Jajajajaj- sólo rió

- Ahora entiendo por qué se juntaron, son la misma basura los dos. Calcados, me dan asco - dije

- Ay Mirandita, vas a tener que tragarte tus palabras una a una - dijo

- ¿Qué?¿Encima pretendés que dude de lo que veo? - dije

- Yo sé por qué te lo digo.Usá la cabeza, no sea cosa que te arrepientas -agregó

- No voy a permitir que intentes llenarme de tus mentiras. Sólo necesitaba descargarme -dije

Y corté.


Por un segundo pude sentirme aliviada, al menos por haber podido decir lo que sentía a aquellos dos que se habían ocupado de trastornar los últimos meses de mi vida. Merecían todo mi desprecio y aunque los hubiera insultado todo el día no hubiera bastado para que lograran mi indulto.

Me arrojé sin fuerzas sobre el sillón, con la luz apagada, y sólo el reflejo de la luz colándose por la ventana iluminando mi soledad.

En medio del vacío que me transmitía ese hogar devenido en una vulgar casa sin concepto de familia, me detuve a pensar en las palabras de Laura.
Lo hice, inevitablemente. El eco de su voz retumbaba en mi cabeza, y martillaba mis pocas certezas.

¿De qué podía arrepentirme?

¿Había algo que no sabía?

¿Había forma de que Manuel no fuera culpable?


Atravesada por esos pensamientos, me venció el sueño.

martes, 3 de marzo de 2009

Huir


El auto de Clara se detuvo frente a la puerta de mi casa.


- Gracias, después te llamo - le dije a Clara apresurada por bajarme.

- Suerte. Acordate que tenés que ser fuerte, por tu bien - me dijo


En los pasos que recorrí hasta la entrada sólo pensaba en correrle el velo a la verdad para finalmente mirarla a la cara.
Sin duda, la única cara que vería sería la de Manuel, y detrás de sus ojos, las respuestas que buscaba.


Me repetí mil veces las palabras de Clara, tratando de grabarlas a fuego en mi inconsciente, para no dejarme convencer con explicaciones vagas ni argumentos de cotillón. Temía a la agudeza mental de Manuel, a su astucia defendiendo las causas perdidas, lo indefendible.


Sabía que de una u otra manera habría preparado su coartada desde siempre. No podía imaginármelo en el banquillo de los acusados aceptando la traición y recibiendo la condena.
Un as en la manga de Manuel, a eso le temía.


Prometí llegar hasta el final, mientras hacía girar la llave en la cerradura.


- Manuel, ya llegué - dije en voz bien alta


Silencio.


- Manuel, Manuel, ¿dónde estás? - pregunté de pie frente al abismo.


Sobre la mesa del living, una nota.










"No fue justo que recurrieras a ella en lugar de venir a mí.
Meterte en vidas ajenas es un papel que no te creí capaz de actuar.
Prefiero irme antes que soportar tus acusaciones injustas.
Ya hablaremos cuando se me pase.
Manuel "



Y eso fue todo lo que obtuve de él.

lunes, 2 de marzo de 2009

Los declaro marido y mujer


- ¿Cómo que es tu marido? - alcancé a balbucear

- Sí, estoy casada - dijo sin pestañear

- Pero...no entiendo.¿ Y Manuel? - pregunté

- Es una larga historia, y yo tengo que irme - dijo

- Pero necesito respuestas - dije con un dejo de súplica en mis palabras

- Lo lamento, vas a tener que recurrir a la fuente.Hasta acá llegué yo - respondió

- No, Laura, no podés...necesito...decime... - no supe qué decir

- No voy a decirte que fue un placer la charla, porque no lo fue - dijo con voz sórdida

- Lo suponía, no creas que para mí lo fue - dije en su mismo tono

- Tomalo como que fue un intento de limpiar mis culpas, o algo así - agregó

- Lo dudo.Ya descubriré cuál fue tu verdadera intención - dije


Se levantó dejando el dinero de su café y se perdió entre las mesas hasta que la vi traspasar la puerta de salida.

Salí en busca de Clara, que estaba leyendo en el auto.Al verme llegar, se bajó, ansiosa por saber las novedades.

- Pasó de todo - le dije

- ¡Contame ya!

- Muchas cosas.Hay vacíos en su historia, pero hay un dato que no vas a poder creerme - dije

- ¿Cuál? - me preguntó llena de intriga

- Está casada - respondí

- ¿Con Manuel? -dijo a los gritos

- No, tonta, con otro - agregué sonriendo

- Dios mío, me vas a matar del susto - hizo una pausa- ¿Cómo con otro? ¿Manuel es su amante?

- Así parece - dije - ya estoy demasiado confundida, siento que el cerebro me va a explotar de tanto sacar conclusiones.

- Te entiendo, amiga.¿Qué pensás hacer? - me preguntó Clara

- Lo que debí haber hecho en un principio.¿Me llevás? - pregunté

- ¿A dónde?

- A casa. Tengo que hablar con Manuel, es el único que puede desenredar el ovillo - dije


Entonces, nos subimos al auto.

domingo, 1 de marzo de 2009

Perdida



Del otro lado de la línea, una voz masculina me respondió:

- Hola. ¿Quién habla?... Laura, ¿sos vos, amor?

- No, no soy Laura - hice una pausa, confundida - ¿Manuel?

- ¿Manuel? ¿Qué Manuel?

Laura intentaba sacarme el teléfono por todos los medios.Su cara denotaba incomodidad y nerviosismo.

- ¡Dame, dame! - me dijo estirando la mano con urgencia

Sabiendo que nada había salido como esperaba, se lo devolví, y me quedé contemplando como ella hablaba con el hombre que estaba del otro lado y que , por suerte o desgracia, no era Manuel.

En un momento bajó el tono de voz, hasta que lo inoportuno de mi mirada la obligó a levantarse y dirigirse hacia la puerta para hablar sin que yo escuche.

En la soledad de la mesa, y mientras le hacía señas al mozo de que necesitaba una dosis doble de café, me detuve a pensar en hombre que la había llamado.Probablemente fuera un amigo, o un hermano, y lo condenable, más allá de mi abrupto comportamiento, era el hecho de que ella pretendía que yo creyera que era Manuel. Era imperdonable.
Una vez más el cordero mostraba que bajo la piel lanuda se ocultaba el más astuto de los zorros.


Cuando volvió a sentarse frente a mí, sólo atiné a preguntarle:

- ¿Quién era?

- Ya viste que no era Manuel - dijo

- Eso ya lo sé sin que vos me lo digas.Por eso quiero saber quién era - insistí

- No viene al caso - respondió

- Sí, viene al caso, porque esa persona que llamó desconocía quién era Manuel, y porque además vos te pusiste demasiado nerviosa cuando me escuchaste decírselo - contesté

- Me puse nerviosa por la situación - dijo, y supe que mentía

- No. Te pusiste como loca, reclamándome el teléfono como si quisieras evitar que yo diga algo de más que no pudieras revertir.

- Te habrá parecido - contestó

- Dejémonos de mentiras. Saliste a la puerta porque no podías hablar delante mío.¿Quién era, Laura? - insistí

- Era mi marido - dijo


Me quedé inmóvil, sintiéndome más perdida que nunca.