martes, 30 de junio de 2009

Ver para creer




- Esas cuestiones de dinero no deberían existir entre personas con un vínculo como el nuestro - dijo

- Disculpame, no te estoy entendiendo - le respondí, esperando que su próxima oración me esclareciera sus intenciones.

- Claro, Miranda, lo que intento decir es que entre nosotros existe una relación, que se está iniciando, lo sé, pero que tarde o temprano saldrá a la luz, y cuando eso ocurra y seamos una pareja lo mío será tuyo y lo tuyo será mío. Entonces, me parece absurdo desperdiciar el tiempo hablando de esa insignificante deuda.

- Sigo sin entenderte. No sé si me estás tomando el pelo o si estás consumiendo algún estupefaciente que te hace imaginar eso que me estás diciendo.

- Ay, mi bella Miranda, te me haces la difícil, pero no reniego, me gustan los desafíos.

- A ver si nos entendemos - intenté decir de manera relajada aunque sintiera que las venas de mi cuello estuvieran al borde de explotar - yo no soy "tuya", así que te pediría que retiraras la palabra "mi" cuando vaya seguido de mi nombre. Y en segundo lugar, no me hago la difícil. Simplemente no tengo ninguna intención de tener ninguna relación con vos, y de no ser por el hecho de que vamos a tener que vernos las caras todos los días, en cada función, ya hubiera huído por los techos de Manhattan con tal de no tener que cruzarte. ¿Fui clara?

- ¡Eres tan divertida! - rió fuerte y con ganas - Sabía que contigo no me equivocaba.

- ¡Pero por favor, Rafael, abrí los ojos! Soy una mujer recién separada, enamorada de otra persona, que sólo quiere reencontrarse consigo misma y volver cuanto antes a Buenos Aires para vivir feliz con el hombre que ama. Ese hombre tiene nombre y apellido, y no es precisamente Rafael - dije esperando terminar con sus fantasías - ¿Qué parte de lo que digo te deja una esperanza, una posibilidad de que yo tenga un mínimo interés en dejarme conquistar por vos?

- Está claro que no quieres reconocer lo que te pasa conmigo, pero tu mirada no miente, así que puedes decirme lo que gustes, pero mi corazón conoce nuestra verdad.


Pensé seriamente que deliraba.
Su acento y sus frases tan tremendamente absurdas, me hicieron pensar por un momento que había corrido la misma suerte que Mia Farrow en La rosa púrpura del Cairo y me encontraba hablando con el protagonista de una telenovela centroamericana que se escapaba de la pantalla del televisor.


Quise despedirme, diciéndole que había tenido un día agotador y que Lucía y Gerardo se preocuparían si no llegaba temprano. Añadí que quería acostarme apenas llegara porque una migraña me había torturado desde la mañana sin intenciones de abandonarme, pero el que no quería abandonarme era él.

Ninguna de mis excusas las tomó en serio, y cuando di unos pasos queriendo alejarme, noté que caminaba a la par mía, sonriente y despreocupado.
Sordo, ciego, incapacitado para entenderme y sin voluntad de lograrlo, se ocupó de asfixiarme con piropos de adolescente durante todo el viaje.

Seguía a mi lado cuando llegamos a la puerta de la casa de Lucía , mientras yo cruzaba los dedos para que a ella se le ocurriera una artimaña que lo dejara en la vereda.

Mentí diciendo que me había olvidado las llaves para que Lucía tuviera que abrirme y se diera cuenta de la situación con sólo ver mi cara. Ella era la única que podía evitarme una cena con Rafael, plagada de sus incómodos roces por lo bajo y su manera desaforada de comer.

Mientras esperaba impaciente a que se abriera la puerta, él encendía un cigarrillo con total tranquilidad, como si tuviera la seguridad de que podía ganarse un lugar en la mesa.

sábado, 27 de junio de 2009

Instrucciones para cantar


Entre los mails con Octavio, la vida en New York continuaba a un ritmo desconocido, marcado por un nuevo desafío.

Llegué al departamento de Cecil, la profesora de canto, a la hora que habíamos quedado.
Era una mujer de unos cincuenta años, de pocas palabras pero mucha técnica. Tal como me había contado la esposa de Laurie.

Me pidió que le mostrara el libreto para hacer foco en aquello que me tocaba cantar. Sus instrucciones fueron concretas, todo pasaba por la relajación, la postura, y el uso del diafragma, cosa que sonaba fácil en la teoría. La práctica no fue tan sencilla y se nos fue la clase entre respiraciones profundas y columnas de aire.
La esperanza de que la próxima clase fuera un poco más atractiva era lo único que me motivaba al saludarla.

Estaba llegando a la puerta de salida del edificio, cuando reconocí el cuerpo de Rafael, recostado sobre la pared, del otro lado del vidrio.
Instintivamente miré hacia ambos lados, buscando un vía de escape, una salida de emergencia ante incendios o catástrofes. No distinguí más que un matafuegos y una escalera que me devolvía al departamento de Cecil. Supuse que no era mala la idea. Desde ahí podía llamar a Lucía y decirle que viniera a buscarme, lo que sería mucho más conveniente que exponerme a un nuevo encuentro con él.

Mientras dudaba, una mujer con dos hijos ingresó al edificio, provocando con sus retos que Rafael se diera vuelta y me viera, de pie en medio del pasillo, con cara de fugitiva.
Traté de disimular, aunque hubiera preferido mostrar mi fastidio de manera genuina.

Me saludó con la mano en alto y una enorme sonrisa a través del vidrio. Yo no hice ningún ademán que denotara alegría por verlo.

Salí y se acercó a saludarme con un beso y un abrazo de esos que abundan en los aeropuertos.
Hacía apenas unas horas que me había visto y se comportaba como si nos hubieran separado meses de ausencia.

Sin intentar parecer educada, lo primero que hice cuando logré desprenderme de su abrazo, fue preguntarle por la plata.

- ¿Me trajiste los veinte dólares?


Se quedó mirándome como si yo fuera inoportuna, y me respondió.


- ¿Tenía que dártelos hoy?


Quise interpretar el sentido de sus palabras, pero sin encontrárselos y apurada por saber el desenlace, le dije:

- No sé, ¿vos cuándo pensabas devolvérmelos?

- Uno de estos días. Creí que una persona como vos no tendría tanta urgencia en recuperar el equivalente a una propina...


Quise encontrarle un justificativo, un atenuante.
Revolví en mi cabeza buscando un motivo para entenderlo, pero fue inútil.
Las ganas de decirle en la cara que era un desubicado me recorrían todo el cuerpo y descubrí que a esa altura ya no quería callarme.

Cuando abrí la boca para insultarlo y dejarle bien en claro como eran las cosas, me quedé descolocada frente al sonido de su voz, que esta vez me interrumpía con una frase muchísimo peor...

jueves, 25 de junio de 2009

Tienes un e-mail (última parte)



de:mirandarey@gmail.com
para:octavio@gmail.com
asunto:Re:re:re: Suplente?


Muy lindas tus palabras, tan lindas que no sé qué decir.

Supongo que un "te extraño" sería lo indicado....
Aunque todo en mi vida se haya vuelto confuso, creo que eso es lo único que puedo ver con nitidez.

Te agradezco que me ofrezcas ayuda (económica digo), pero esta experiencia es un desafío para mí en muchos sentidos, incluyendo el intento de convertirme en alguien autosuficiente. Dependí demasiado tiempo de Manuel, y de eso creo haber aprendido algo.

Espero volver con mi pelo del mismo color que ahora, pero con mi interior un tanto más renovado.

Hasta ese momento en que volvamos a vernos, sólo deseo que puedas cuidarte y que de a ratos pienses en mí.

Te adoro, como siempre.

Yo.


PD: Te pido por favor que no me respondas. Prefiero el silencio habitual antes que la tortura de saber que estás lejos y en contacto. Espero que me entiendas.

sábado, 20 de junio de 2009

Tienes un e-mail (4ta parte)





de:octavio@gmail.com
para:mirandarey@gmail.com
asunto:Re:re:re:Suplente?


Miranda:

Permitime que hable en serio esta vez.

Tu mail, más que breve, me sonó a distante, y no me refiero a los kilómetros que nos separan.

Creo que estás dolida, y tal vez es entendible. Trato de interpretar esas pocas palabras escritas entre paréntesis y presumo que estás sin plata, lo que me deja preocupado. Así que acá hago un stop para decirte que me digas si puedo ayudarte con algo, aunque no sea mucho siempre será mejor que nada.

Dicho esto, vuelvo a lo que intento decirte desde el anterior mail. Claro que te amo, y que volvería a correr los mismos riesgos que corrí por vos. Volvería a atravesar la angustia de la incertidumbre que me generaba no saber si cada noche que te veía no sería la última, y te esperaría en ese bar las horas que hicieran falta con tal de verte aparecer.

Sólo una cosa cambió...yo. No cambié en esencia, pero modifiqué algunos aspectos que tarde o temprano nos hubieran perjudicado a los dos. Ahora me respeto más, para que vos puedas respetarme también. Creo que con lo que te demostré ya era suficiente, y no hacía falta que llegara al extremo de sentirme un lunar de tu cuerpo. Estaba perdiendo identidad, independencia, y no era sano.

Sé que me vas a entender, y que como conocés, sabrás que no te miento.

Mi amor no tiene vencimiento. Si es por eso, podés volver con el pelo gris, que acá estaré.

Besos.

Yo.


PD: Lo del pelo gris fue metafórico....tratá de no tardar tanto =)

viernes, 19 de junio de 2009

Tienes un e-mail (3ra parte)




de:mirandarey@gmail.com
para:octavio@gmail.com
asunto:Re:Re:Suplente?



Una pena que intentes hacerme sentir culpable. No estoy en falta.
Si estoy acá fue por jugármela, y por ese motivo, por más que quisiera, no puedo volver ( no tengo con qué)

Estoy intentando sobrevivir, y de a poco, recuperar lo que Miranda era antes de cruzarse con Manuel en el camino.

En eso estoy, sin buscar bastones rubios que me ayuden en la tarea...

Espero que tu amor no tenga vencimiento, y si lo tiene, será que es mejor para los dos.

Besos.

Mir.

martes, 16 de junio de 2009

Tienes un e-mail (2da parte)


de:octavio@gmail.com
para:mirandarey@gmail.com
asunto: Re:Suplente?


Bueno, por dónde empezar.Tal vez diciendo hola porque realmente hace mucho que no sabía nada de vos, sin contar lo que me entero por el Tano, que me cuenta lo poco que le dice Clara.

No voy a sacar ninguna lista del bolsillo, no es mi estilo. De nada me serviría reclamarte cosas cada vez que estemos en contacto. El pasado en común es justamente eso, común para los dos, así que ambos sabemos de lo que cada uno debe hacerse cargo sin que haya que recordarlo todo el tiempo.

La rubia petisa, es sólo eso, una rubia petisa. Queda en vos que imagines amor donde no lo hay, futuro donde no lo hay y sensaciones que no existen. Punto final sobre este tema.

Sí, pienso en vos.

No recuerdo si tenés algún CD mío, pero en ese caso me encantaría que lo escuches, si es posible con una copa de vino en la mano, y al aire libre. Si es de noche mejor. Es sólo una imagen que puedo regalarte a la distancia.

Sí, pienso en vos.

Desde que tomé ese puto avión.
No, miento, desde que me fui de ese hotel, peleándome conmigo mismo para no volver y abrazarte.

¿Pero sabés qué? Me sentía un boludo, un boludo tridimensional. Un muñequito a control remoto que dirigías a tu conveniencia y antojo. Sé que son las consecuencias de estar enamorado, pero tampoco me servía cambiar amor por idiotez, y eso era, un idiota.

Y mirá ahora. El boludo recibe un mail de la titiritera, dónde medianamente reconoce la culpa, y dónde se enoja por una compañía circunstancial en un cumpleaños de cuarta.

Si yo me quedaba en ese hotel, este mail nunca llegaba, y mi cartel de boludo se volvía luminoso.

Ahora yo estoy acá, vos estás allá, y sos vos la que va a tener que volver si quiere demostrarme que le importo.

Cambiaron los roles, perdón.


Besos.

Octavio


Pd: Hay algo que me debés , y es jugarte en serio.

Tienes un e-mail (parte 1)

Apenas corté con Clara mi reacción fue odiarlo.

De sólo imaginármelo con otra mujer un gusto amargo se me instalaba en la boca y un puñado de maldiciones se amotinaban en mi garganta.

Quería decirle que me sentía decepcionada, una vez más.
Y por él, por quien menos lo imaginaba.

Le pedí la notebook a Lucía, y entré a mi casilla de gmail.
Hacía varios días que no chequeaba el correo y para contribuir a mi enojo sólo había dos mails de mi mamá.

Apreté la opción redactar y escribí.

para: octavio@gmail.com
de:mirandarey@gmail.com
asunto: Suplente?


No entiendo tu maniobra, y no me reclames que me olvidé de saludarte después de tanto tiempo, porque a esta altura no puedo ni pensar.
El que pusieras al tanto a Clara de que pensabas en mí , ¿fue un intento de que me ponga en contacto?¿ O sólo asegurarte de que me enterara que ella te había visto con la rubia petisa que elegiste para reemplazarme?

Uf, lejos estoy de entender a los hombres, y acá podés apelar a tu lista kilométrica de reclamos hacia mí, de tu tiempo dispensado, de la espera y bla bla blá.

Yo cumplí. Tarde, lo asumo. Acusame de eso si querés. Soy cagona, lenta, lo que quieras decirme, pero tengo palabra, tardía, pero palabra al fin.
Dije que te amaba y que me jugaba, y me jugué. Estabas "en la escena del crímen" el día en que se descubrió el delito, así que sabés que no miento.

Y vos...bueno, te fuiste, y después sólo hubo un estúpido silencio que todavía hoy trataba de entender, de encontrarle un significado, justo cuando llama Clara para contarme la novedad.

No te entiendo.
No te en-tien-do.

Trato, pero no puedo.

Seguro que me vas a echar la culpa, que me vas a decir que "si yo no hubiera dicho" o "no hubiera hecho", esto no pasaba. Claro, ya te imagino. La respuesta cómoda, fácil y de bolsillo.
Decí lo que quieras, que igual la imagen de la rubia no me la borro con palabrería de revista de consultorio.

Ah, cierto, pero además está el mensaje ese de que pensás en mí, así que te agradecería que me evitaras la molestia de tejer conjeturas sobre en qué sentido andarás recordándome o si acaso te estarías refiriendo a algún CD que me olvidé de devolverte, y me dijeras vos mismo si te debo algo.


Miranda




Sin releerlo, enojada de pies a cabeza,apreté enviar.

domingo, 14 de junio de 2009

Noticias importadas




Al día siguiente amanecí renovada y focalizada en mi meta.

Tenía mis horas programadas para dedicarme a comenzar mis clases de canto y para reunir los papeles del trámite de la green card. Sentía que hacer eso era dar un paso en mi carrera, como si concretara de a poco mi objetivo con sólo ponerme en movimiento en esa dirección.

Desayuné con Lucía, cuchicheando como buenas amigas. Rafael seguía siendo el eje de nuestra charla. Tejimos conjeturas sobre su pasado, le inventamos un pasado turbio del que quiso alejarse, y un presente engañoso que ocultaba detrás de su sonrisa.

Estábamos en pleno café cuando sonó el teléfono. Lucía corrió a atender, temiendo no llegar a alcanzarlo antes de que se cortara porque no recordaba dónde lo había dejado. Era Clara.
Ambas sonreímos. Terminé mi café mientras ellas hablaban de sus cosas, hasta que Lucía me pasó el teléfono.

- Hola amiga, qué sorpresa- dije

- Hola, Miru. Sorpresa no es que te llame, sino lo que tengo para contarte- dijo

- ¿ Te casás? - bromeé

- No, no. Tuve un cumpleaños anoche- dijo

- ¿Esa es la sorpresa, Clara, un cumpleaños?

- No, callate, nena, dejame hablar. En el cumple estaba Octavio.

- Ah.

Me quedé muda por unos instantes. De pronto el nombre de Octavio sonaba ajeno y distante, y a la vez removía en mi interior un montón de sensaciones pausadas.


- Miranda,¿me escuchaste?- me preguntó

-Sí, claro, es que no pensaba que fueras a contarme eso.

- Bueno, acá viene el problema, y es que tengo una buena noticia y una mala para darte. ¿Por cuál empiezo?

- Empezá por la mala, como siempre-dije

- Bueno, como decirte... Octavio no estaba solo - hizo una pausa y continuó- estaba con una chica.

- ¿Cómo una chica? ¿Qué clase de chica?¿Quién era?- pregunté notoriamente alterada.

- No sé, una rubia, medio bajita, que se yo, nadie importante me imagino.

- ¿Rubia y bajita? ¡Pero si a él no le gustan las rubias! Y además si no fuera importante no me lo estarías diciendo, Clara.

- Bueno, Mir, creí que tenía que contártelo, pero no porque ella fuera importante , sino porque me pareció que te interesaría saber que lo vi, y lo que vino después- dijo

- ¿Qué vino después? ¿Te la presentó y salieron juntos los cuatro?- la ironía brotó de mi boca.

- Tonta, no. Después vino la buena noticia que te decía al principio- agregó

- ¿Y cuál era?- pregunté

- Cuando me estaba yendo, se acercó a saludarme, y sin que nadie nos viera me preguntó por vos. Me dijo que si tenía oportunidad de hablarte te dijera que piensa en vos.



No supe qué hacer frente a la flamante noticia. Me sonaba familiar que alguien pensara en mí mientras se refugiaba en otros brazos y la imagen asociada al recuerdo de Manuel llegaba a provocarme nauseas.

Claro, Octavio no era Manuel, pero así y todo no me gustaba que en tan poco tiempo se pavoneara en público con un reemplazo.

¿Serían así todos los hombres? ¿ O cabía la posibilidad de que Octavio realmente me amara y que la rubia de turno sólo fuera una excusa para lograr que Clara me llamara para alertarme?

Había una sola forma de saberlo.

miércoles, 10 de junio de 2009

Un breve respiro




Le di veinte dólares. Era el precio de mi tranquilidad.

Me dio un beso casi rozándome los labios, y se acercó a la puerta. Desde allí saludó a Lucía y a Gerardo, con un gracias y hasta pronto sin esforzarse en ademanes y gestos.

Antes de girar el picaporte, pellizcó un poco de cheesecake que estaba sobre la mesada y lo embuchó sin respirar, como si aún le quedara hambre por saciar.

- Te veré mañana - dijo, y se fue.


Mañana. No había chance de verlo al día siguiente. No había ensayo, ni ninguna reunión pactada por Laurie. Yo sí debía reunirme con su mujer por la firma del contrato y la gestión de la green card, pero eso no lo incluía a Rafael.

El único lugar donde podría llegar a cruzarlo era en las clases de canto, pero tenía que tener mucha mala suerte para que Laurie también le hubiera indicado a él que ejercitara, y tenía que estar directamente embrujada para que coincidiéramos en el horario.

Lucía se acercó a la cocina. Notó mi mirada, que continuaba contemplando la puerta por dónde se había ido Rafael minutos antes, y me dijo:

- Tipo raro éste, ¿no?

- Demasiado. Si te digo que me esperó a la salida del teatro, que fuimos a tomar algo creyendo que me quería levantar y que terminó comiendo con nosotros y pidiéndome que le preste plata para el taxi, ¿que me decís?

- ¿Qué? - expresó Lucía sin poder creer mis palabras - ¡Ah, pero es un caradura! Pero me hubieras avisado y le decía a Gerardo que lo pusiera en su lugar.

- No, Lu, es que lo voy a tener que ver todos los días, por eso no quise decir nada.

- Si, bueno, pero una tiene límites.

- A mi me resultó rara su mirada cuando estábamos en el bar. ¿Viste esa gente que dice algo al hablar, pero que a la vez te dice otra cosa con los ojos? -dije tratando de hacer entender mi concepto

- Si, claro, un mentiroso, Miru.

- Bueh, sí, algo así. No lo había pensado de esa forma.

- Bueno. Ahora te diría que lo pienses.




El que dice con la boca lo contrario a lo que dicen sus ojos no es más que un mentiroso, pensé.

Agradecí a Lucía por tan simple y lógico razonamiento, y por estar ahí, reemplazando a Clara, y jugando un poco el rol de esos afectos que no estaban.

Pensé en Octavio, en Buenos Aires, en sus calles.

Y respiré.

Respiré nostalgia y libertad.



-

martes, 9 de junio de 2009

Puro humo



Encendió otro cigarrillo,y esta vez le entregué el cenicero para que lo sostuviera con la mano que le quedaba libre.
Me sonrió, como si no interpretara mi indirecta o no le molestara.

Puse la mesa. Cuatro platos, cuatro vasos, cuatro pares de cubiertos.
Lo hice a desgano, sin que mi cara mostrara ningún signo de felicidad.

Se acercó y me tomó por la cintura mientras acomodaba las servilletas.

- Epa, ¿qué hacés? - dije, corriéndole la mano.

- Un gesto de cariño, ahora que estamos en confianza.

Lo miré sin pestañear, y juro que le hubiera dicho que en mi país eso lo tildaría de confianzudo y desubicado, y no de digno de confianza como él pretendía, pero considerando que debía verle la cara durante los ensayos, le dije:

- Se te está por caer la ceniza en la alfombra, para eso te di el cenicero - y le mostré los dientes, en lo que simulaba ser una sonrisa.



Al rato lo tenía sentado frente a mí, en la mesa.

En el tiempo que duró la cena fue poco lo que dijo, pero mucho lo que comió.

Cuatro panes, dos porciones enormes de carne y su correspondiente guarnición de verduras que se ocupó de repetir. Se tomó él solo una botella de malbec y tuvimos que contemplarlo mientras terminaba de comer la segunda porción de cheesecake.

Durante la sobremesa, la cosa se puso aún peor.
Ya entonado con el vino, que empezaba a hacerle efecto, comencé a sentir un molesto roce sobre mi pierna.

Una y otra tuve que rotar en el asiento, acompañando el movimiento con cara de fastidio.
Le clavé la mirada en varias oportunidades, pero lejos de tomarlo como un intento desesperado de decirle que me estaba cansado con su desafortunado histeriqueo, parecía interpretarlo como un juego de seducción de mi parte, así que me sonreía y volvía a rozarme con su pie por debajo de la mesa.

Fastidiada, pero queriendo mantener la calma ante Lucía y Gerardo que nada tenían que ver en todo esto, me levanté de la mesa, con la excusa de recoger los platos.

Se ofreció a ayudarme, y me siguió hasta la cocina.

- Escuchame Rafael, me parece que es suficiente por hoy, creo que deberías ir yendo - dije, intentando evitar cualquier tipo de comentario sobre lo sucedido que nos pusiera en una situación incómoda.

- Como quieras, bella, pero necesito pedirte un favor.

- Decime, ¿qué necesitás? - pregunté

- Si puedes prestarme dinero para el taxi de regreso, porque he gastado todo lo que traía en nuestra salida. Yo mañana te lo regreso.


A mi me quedaba muy poca plata, pero con tal de que se fuera, le hubiera dado hasta el último peso.

lunes, 8 de junio de 2009

El cuarto plato



- Hola Miru,¿cómo te fue? - alcanzó a preguntarme Lucía antes de sorprenderse ante la presencia de un desconocido.

- Bien, me contrataron- dije sonriente - Él es Rafael, un compañero de la obra que me acompañó hasta acá.

- Dejame que primero te felicite - dijo Lucía y me abrazó - Hola Rafael, ¿cómo estás?

Noté sutilmente como Lucía bajaba su mirada hasta su mano y se detenía en el cigarrillo. Sin duda no le molestaba que fumara, pero debería pensar lo mismo que yo en ese momento: ¿no podía haber preguntado si se podía?


- Gerardo - gritó Lucía- Vení a felicitar a Miranda que es actriz de Broadway.

Gerardo apareció con el diario en la mano, a medio leer. Enseguida sus ojos se posaron en Rafael, pero así y todo vino a saludarme primero.

- Te felicito mi querida, me debés unas pastas caseras- dijo - Me alegro muchísimo.

Rafael estaba de pie, junto a una enorme planta de hojas verdes y amarillas, volcando la ceniza en la maceta, con total tranquilidad. Me acerqué, y con tono irónico le dije:

- ¿Querés un cenicero?

- No hace falta, ya lo termino.

Juro que quise echarlo por la misma puerta por la que había entrado.
¿Dónde estaba el hombre caballero que me había acompañado hasta mi casa?
La duda se instalaba en mi mente. Había una posibilidad, que dejaba de ser remota ante su vulgar comportamiento, y era que en realidad el amable Rafael no lo hubiera hecho de puro caballero, ni como un gesto de cortesía,sino que ocultara una segunda intención... pero de eso no iba a enterarme en ese momento.

- ¿Vos sos de acá? - preguntó Lucía interrumpiendo el incómodo silencio que reinaba entre los dos.

- No, nací en Venezuela, pero hace tiempo que estoy en los Estados Unidos.

- Ah, y sos actor parece...

- Si, pues, vivo de eso - presumió Rafael

- Mirá qué suerte - dijo Lucía, haciéndole una radiografía con la mirada.

- ¿ Ya está la cena, amor? - preguntó Gerardo

- Creo que sí, está en el horno, fijate por favor- le respondió Lucía.


Gerardo sacó del horno una fuente humeante de carne y verduras.

La pregunta obligada salió entonces de la boca de Lucía.

- Rafael, ¿querés quedarte a cenar?

Rafael no tardó un segundo en contestar.

Por supuesto, su respuesta fue un si rotundo y contundente, y un cuarto plato fue agregado en la mesa esa noche.

domingo, 7 de junio de 2009

Pequeño intruso

Brindamos varias veces por el posible éxito del musical y nuestro camino en la actuación.

Ibamos por el tercer trago cuando quiso saber algo sobre mí.
Hizo preguntas básicas: mi estado civil, mi origen, mi edad, como si el resto no importara. Incluso el hecho de que pronunciara la palabra "casada" no lo invitó a ahondar sobre el asunto y se limitó a beber y a formular una nueva pregunta.

Rafael era extrañamente encantador.Sus atributos físicos estaban a la vista.
El resto, lo que hablaba y lo que callaba, lo convertía en una mezcla explosiva, en un ser ingenuo y adorable envuelto en un halo de misterio que invitaba a cualquier mortal a querer correr el velo de la incertidumbre para develar la incógnita. Yo era uno de esos mortales. Lo miraba entre seducida y pensante, tratando de imaginar la realidad de su vida.

Cuando se fue haciendo la hora de la cena, le dije que tenía que irme, que me esperaban para comer. Gentilmente se ofreció a acompañarme.
Tomamos un taxi hasta la casa de Lucía y Gerardo. Pensé que Rafael continuaría el recorrido hasta su casa, pero bajó del auto conmigo.Supuse que su caballerosidad lo obligaba a hacerlo, y sonreí pensando lo afortunada que era al encontrar siempre hombres de esa categoría.

Caminamos hasta la puerta.

- La pasé muy bien - dije, dejando entrever mi intención de despedirlo.

-Yo también- dijo él- ¿Acá vivís?

- Sí. Es la casa de un matrimonio amigo.

- Ah, un matrimonio. ¿Vas a cenar con ellos?-preguntó

- Si, claro.

- ¿Puedo conocerlos?

-¿Ahora? - dudé al preguntar- ¿Querés verlos ahora?

-Si. ¿Dije algo malo?- preguntó con su cara de inocencia habitual

-No, no, nada malo. Esperá.

Me sentía tonta y a la vez desubicada ante su pregunta.
Nada había de malo en que se los presentara, sólo que ya me parecía suficiente el tiempo compartido entre nosotros y necesitaba respirar un poco de libertad. Sentía que Rafael estaba metiendo su naríz en mis cosas, y no quería. Me había esperado el tiempo que había durado mi audición, me había invitado a tomar algo, me acompañaba hasta la puerta de mi casa y ahora quería conocer a Lucía y Gerardo. Era demasiado.
"Tal vez me volví arisca", pensé fugazmente.
Quizás no había nada de malo en la actitud de Rafael y cualquier otra hubiera muerto por estar en mi lugar.Era un tipo lindo, muy lindo, caballero, seductor, que mostraba interés en mi.Definitivamente, mi mala experiencia reciente con los hombres me había vuelto susceptible ante ciertas actitudes, pero él no tenía la culpa.Yo estaba comportándome como una idiota.

No era momento de explicarle todo eso, así que me callé y abrí la puerta.
Ingresé al hall llamando a Lucía, como queriendo advertirle que no estaba sola.

Detrás de mí, venía Rafael, quién rápidamente había cerrado la puerta a sus espaldas y hasta había encendido un cigarrillo.

viernes, 5 de junio de 2009

Inocencia



- Qué bonito nombre -dijo - pero no contestaste a mi pregunta.

- Ah, si, si, quedé seleccionada, aunque tengo que tomar clases de canto urgente porque soy pésima. Se ve que me eligieron por esa vocación suicida que tengo o porque les di pena - reí y él rió más fuerte.

- Eres graciosa- agregó- Te mereces que te invite a tomar algo para festejar.

- ¿Por lo graciosa que soy? Eso me parece una excusa barata - dije

- No, claro, por que ambos quedamos seleccionados.

- Claro, eso dejaría de ser excusa para convertirse en un motivo concreto,¿no?

- Así es, y si no fuera ese, buscaría otro- volvió a sonreír mientras lo decía.

- Bueno, parece que no tengo alternativa, además de que tampoco tengo demasiadas ocupaciones en mi agenda - dije, mientras comenzaba a moverme en dirección a la esquina.

-Genial, conozco un lugar acá cerca que va a gustarte.


Fuimos a Bar on A, un lugar bastante tranquilo, con buena música. Yo pedí cerveza y Rafael un gin & tonic.
Lo primero que le pregunté fue de dónde era, porque si bien hablaba en español su acento no era argentino. Resultó ser de Venezuela, pero radicado desde hacía un largo tiempo en los Estados Unidos. Un nómade típico, buscador de emociones o desilusionado tratando recobrar la esperanza perdida, como tantos otros.
Vivía solo, en un pequeñísimo departamento.
Sus padres seguían en Venezuela, al igual que su única hermana menor.
No había querido regresar, y tampoco quiso entrar en detalles cuando le pregunté por qué se había ido.
Había recorrido muchas ciudades, hasta llegar a Nueva York, hacía catorce meses, y se había ganado la vida siempre como actor.Eso incluía haber pasado hambre y haber dormido en una plaza abrazando su bolso pensando en que el ruido de su estómago lo dejara conciliar el sueño.

Así resumía su vida, mientras pedíamos tragos de repuesto.

Algo decían sus ojos, y no era precisamente lo que transmitía su inocente sonrisa.
Había algo más, que él callaba y que yo no alcanzaba a descifrar.

Pero no podía imaginar qué sería.

jueves, 4 de junio de 2009

Tarde de sonrisas




- Bueno - continuó Laurie- la idea de la canción era que no supieras y que actuaras bajo presión. Lo cierto es que es un musical y que tu voz no es buena,tenemos que admitirlo.

- Lo sé, Laurie, soy pésima, sólo puse voluntad- sonreí, era lo único que podía hacer.

- También es cierto que vimos un gran potencial como actriz , y que si bien no podemos darte un papel de los protagónicos, por el tema de tu voz, vamos a darte uno secundario, y ya mismo te vas a ver a Carol B. de parte mía. Ella te dará alguna clases de canto, como para defenderte al menos, aunque nunca te tocará cantar sola.

- ¡Eso es genial! - dije casi gritando, sin poder contener la emoción.

- Me alegra que estés contenta- agregó- Ahora mi secretaria te comunicará con mi mujer para que se ocupe de tu contrato, ella tiene amigos en la embajada y te conseguirá enseguida la green card para que no tengas problema acá. Son bastante estrictos con el papelerío.

- Gracias, Laurie. De verdad, gracias. Necesitaba esto en mi vida.

- Bueno, para agradecerme podrías invitarme nuevamente con una rica cena casera- bromeó

- Cuando quieras, será un placer- dije sin dejar de sonreír

- Ahora Tony- dijo señalando a otro asistente- te va a dar el guión para que le vayas dando un vistazo.Los ensayos empiezan el lunes próximo a las once de la mañana.

- Perfecto. ¿Ya puedo irme? - pregunté

- Ya mismo, Miranda, derecho a ver a Carol- rió- Y no te dejes estar con el trámite de la green card. Decile a mi asistente que te comunique con mi mujer, que la llame ahora al celular.

- Gracias, Laurie, le digo.

Me despedí, después de saludar a todos, y habiendo recibido la copia del guión.

En el hall, busqué a su secretaria y le pedí que me comunicara con la esposa de Laurie, quien me indicó los pasos a seguir para obtener la green card y poder trabajar en Estados Unidos sin inconveniente. Me contó que gran parte de los actores que interpretaban papeles pequeños eran extranjeros, así que realizaban este tipo de trámite con frecuencia.

Cuando me iba, alguien me detuvo frente a la puerta del teatro.

- Disculpame- dijo

Era alto y estaba apenas bronceado.Nariz recta, enorme sonrisa, y ojos grandes y oscuros con los que me miró mientras continuó diciéndome en perfecto español:

- Me quedé a esperarte para saber si habías quedado en el elenco. Soy Rafael, y voy a interpretar el papel de Gerónimo en la obra.

- Soy Miranda- dije, y sonreí.



Era una tarde ideal para sonreír.

miércoles, 3 de junio de 2009

La improvisación



Temblé como una hoja en medio de un viento huracanado.
No sabía cantar.
Mi voz podía ahuyentar a las palomas y hacer que un niño llorara si intentaba dormirlo con una canción de cuna.

Pero me di cuenta que no había alternativa. Si quería subir a las tablas de Broadway debía intentarlo. Así que ocultando mi falta de talento y el temblequeo de mis manos dije:

- ¿Estará disponible la pista de My heart will go on?

Me maldije apenas finalicé la pregunta. ¿Acaso me creía capaz de emular la voz de Celine Dion?
Creo que mi futuro se veía más cerca de chocar con un iceberg, que de abrazar al viento en la proa de mi destino.

La música comenzó a sonar, y no me quedó otra que abrir la boca para soltar algunos sonidos.
Desafiné tanto en los agudos, que de haber habido ventanales en la sala hubieran estallado en mil pedazos.

Traté de actuar la canción, era lo único que podía salvarme.
Le imprimí dramatismo, al borde del llanto, mientras arqueaba sutilmente mi cuerpo envuelta en una supuesta angustia.

Los acordes finales sonaron, y pude volver a respirar con normalidad.

Las caras en la platea no eran demasiado alentadoras, y me preparé para lo peor.

- Vení, Miranda- dijo Laurie

Me acerqué, forzando una sonrisa y esperando lo peor.

- Ya tomamos una decisión - agregó

lunes, 1 de junio de 2009

La audición

Amanecí mejor, como sumergida en un sueño nocturno que permanecía vigente aún en la vigilia.

Tal vez la emoción de estar frente a una jornada distinta me provocaba una amnesia forzada de lo ocurrido el día anterior, o quizás eran simplemente las ganas de volver a estar bien.


Tomé el texto que había elegido para presentarme a la selección y lo repasé varias veces en el desayuno, frente a una Lucía que soportaba con paciencia mis interrupciones y mis quejas, y que hasta improvisó aplausos cuando logré decirlo sin una sola mueca de insatisfacción.


Después, elegimos juntas la ropa que usaría: un vestido negro, simple, de algodón y unas sandalias sin taco. Me puse una vincha en el pelo, tomé mi cartera y salí.





Seríamos alrededor de treinta personas los que estábamos en el hall de acceso al teatro, a la espera de alguna indicación. Yo pregunté por Laurie, tal como él me había indicado, pero su asistente me ordenó que aguardara junto al resto hasta ser llamada.


La audición era privada, por lo que se hacía bastante tedioso aguardar a que alguno saliera, para al menos conjeturar según sus gestos si la prueba había sido más o menos exitosa.


Algunos repasaban sus textos, otros hablaban entre ellos, o daban vueltas en círculos.

Yo aprovechaba para fumar en la puerta intentando calmar mi ansiedad.


Me tocó ingresar en quinto lugar.

La sala no era demasiado grande, pero el escenario era lo suficientemente lindo como para opacar cualquier mala impresión.


En la primera fila distinguí a Laurie y me acerqué a saludarlo. Sonriente, me presentó al director, al guionista y a dos personas de prensa que se encontraban a su lado.

Después de la presentación, me preguntaron algunos datos, y me hicieron subir a escena.


Con luz tenue, y nervios recorriéndome el cuerpo, comencé a leer mi texto.

No había sonido alguno, más allá de mi voz y mis latidos.

No titubeé un segundo, y pude interpretar mi personaje tal como pretendía.

Sólo faltaba la devolución. de Laurie y compañía.


Levanté la mirada, tratando de interpretar sus rostros.

Parecían conformes con mi actuación pero no emitían una sola palabra.

Me quedé sobre el escenario esperando una indicación, cuando Laurie por fin habló:



- Muy bien, Miranda, muy bien. Ahora queremos escuchar la canción que preparaste.



- ¿Canción? – pregunté - ¿Qué canción?



- Uh – dijo llevándose las manos a la cabeza – No te dije, ¿verdad? Esto es un musical, y necesitamos probar tu talento en el canto.




- No, Laurie, no me dijiste, y además…. – estuve a punto de decirle que era espantosa cantando, pero me contuve.- estuve algo resfriada.




Mentí, con la esperanza de que esa pequeña excusa me permitiera salir corriendo de ahí a tomar clases de canto intensivas para volver a probarme otro día.


Pero la cara de Laurie sugería que no habría tal alternativa.