
Un cenicero lleno de colillas marcaba el paso del tiempo.
Había analizado todos los resúmenes de su tarjeta de crédito y había anotado en mi libreta nombres de hoteles en México y de negocios donde Manuel había efectuado gastos importantes en fechas que no me parecían significativas.
Salí de su estudio con la sensación de estar cada vez más cerca de confirmar mi intuición y cada paso que me separaba del locutorio, retumbaba en mi mente como si fuera al compás de mis ansias, de mi imperiosa necesidad de constatar supuestos contra verdades.
Le pedí al señor que estaba detrás del mostrador que me facilitara una computadora.
Tipeé el nombre del hotel: Embassy Suites.
Husmeé las comodidades, la piscina, el restaurante.Pude imaginar a Manuel transitando los pasillos, tomando una copa de vino en la cena, fumando un cigarrillo en el balcón contemplando la ciudad.
Tomé nota del teléfono.
Volví a tipear los nombres de los comercios que me generaban sospechas.
Dos de ellos aparecieron como intrusos en el monitor.Uno era de un negocio de decoración en Zona Norte, donde la compra acusaba un gasto de casi dos mil pesos.La otra, correspondía a una juguetería de Capital, y la suma gastada se acercaba a los mil.
Tomé nota de ambas direcciones y teléfonos, y pedí una cabina que estuviera disponible.
Marqué el número del hotel de México.
Una voz de tonada simpática atendió del otro lado.
- Embassy Suites, buenas tardes.¿En qué puedo ayudarle?
- Buenas tardes,señorita. Quisiera saber si usted podría hacerme un favor.
- Si está en mis posibilidades, con todo gusto.
- Quisiera saber si podría chequear el nombre de dos pasajeros de procedencia argentina que se alojaron en el mes de abril.
- Eso sería demasiado complicado.No la estoy entendiendo.¿Usted conoce a los pasajeros?
- Sí, a uno sí.
- Pues bien, dígame entonces el nombre de aquél que conoce.
- Manuel XXX
- Un segundo
Ese segundo caía como la arena del reloj, a ritmo aletargado y con su uñas arañándome la lucidez.
De pronto, contestó.
- Aquí está.Alojado el 4 de Abril. - hizo una pausa - ¿Usted es de la organización del Congreso?
- Exacto.
- Me imaginaba.
- No recuerdo el nombre de algunos participantes y debo reinscribirlos para el del próximo año.En lugar de asumir mi falta de memoria decidí acudir a su buena voluntad.
- (risas) Está bien, suele ocurrir.A mí me ocurre todo el tiempo.
- ¿Podría entonces decirme el resto de los participantes que concurrieron desde Argentina?
- Claro.¿Tiene para anotar?
- Si, la escucho.
- Manuel XXX, Ricardo Mazzuchelli, Augusto Beltrán, Natalia Lima, Laura XXX, Francisco Estevez.
- ...
- ¿Está usted ahí?
- Sí, lo siento.Estaba anotando.Fue usted muy gentil, debo cortar.Adiós.
- No ha sido nada.Ad....
Dejé caer el auricular antes de que terminara de hablar.
El nombre de Laura en esa lista se convertía en un elemento de tortura.
Sentí el peso de la angustia en los párpados, el llanto convertido en impotencia, el dolor agarrotando los músculos de mi cuerpo.
Un punto negro me devoraba a través de mis pupilas mientras las paredes de alrededor caían sobre mí igual que lo hace la noche.
De pronto, todo fue oscuridad y me di cuenta que caía sobre el frío inhóspito de esas baldosas, frente a la mirada de algunos extraños que acaso me eran más confiables que mi propio marido.