martes, 22 de septiembre de 2009

La boda - parte 1



Traté de acompañar a Clara en todo los preparativos. Elegimos juntas el tocado y los zapatos y hasta le sugerí que le agregara más volumen a la cola de su vestido.
La ceremonia de civil fue el primer encuentro que tuve con Octavio, al que fue solo.
Clara - intentando preservarme de una crisis neurótica- había omitido contarme que así como yo iba a ser testigo por su parte, El Tano había elegido a Octavio para que lo fuera por la suya.
Así que ahí estábamos los dos, a ambos lados de la feliz pareja, fingiendo una sonrisa y una calma artificial.

Tenía pensado no hablarle ni mirarlo, pero comprobé una vez más que hay cosas que me propongo que finalmente no puedo llevar a cabo y sólo quedan en la mera intención de mi mente.

- ¿Te dieron permiso para venir? - le pregunté mientras esperábamos a los novios para cumplir con la tradición de arrojarles arroz.

- No seas irónica. Sabés que yo no tengo que pedirle permiso a nadie.

- Yo no opino lo mismo - contesté, siempre dándole la espalda con la excusa de estar atenta a la aparición de mi amiga.

- ¿ Y a vos? ¿A vos te subieron al avión y te despidieron desde abajo?

- ¡Por favor! No vino por cuestiones laborales.

- Bueno, ella tampoco vino por lo mismo. ¿Ahora qué sigue? ¿Por dónde pensás atacarme?

- ¿Atacarte? ¿Yo? No tengo intención de atacarte, ¡qué sentido tendría? - repliqué.

Los novios atravesaron la puerta y los gritos de festejo de parientes y amigos me impidieron escuchar lo que continuó diciendo Octavio.
Me preocupé por abrazar a Clara y volcarle un puñado de arroz en el escote de su vestido azul. Después posamos para la foto y nos distribuimos en distintos autos para llegar al lugar del almuerzo.

Supe por mi amiga que Octavio sólo se quedaría una hora ya que tenía una reunión laboral que le había sido imposible posponer.
Después del plato de entrada noté en sus movimientos que había llegado el momento de retirarse y respiré aliviada cuando vi que comenzaba a saludar a los presentes y se despedía hasta el día de la fiesta.

Se acercó a saludarme, me miró a los ojos y después de darme un beso en la mejilla me dijo al oído:

- No tuve oportunidad de decirte que me alegro de verte y que estás cada día más linda.

Y así, mientras yo sostenía un grisín en mi mano derecha, lo vi alejarse entre en los invitados.


Esa fue la primera vez en que me sentí débil ante sus encantos.

6 comentarios:

yo, mamuchi dijo...

Mir lo que pasa es que te debias una despedida con Octavio.
Besos y ya me quiero enterar que paso en la fiesta

Anavril dijo...

con lagrimas en los ojos, no??

Virginia Prieto dijo...

octavio otra vez!!!
seguro te temblaron las rodillas y te morías por un beso

todo lo que queda inconcluso nos moviliza

Mia dijo...

Noooooooo no creas jamas en la palabra de un hombre jajaja, no mentira, con mirar los ojos de la otra persona te das cuenta si es verdad o no lo que te esta diciendo con el tiempo aprendi eso. A mi tambien me cuesta hacer lo que me propongo pero es asi actuamos por ¿Inercia? pero no es para nada bueno jajaja.

Luna Nueva dijo...

q tristeee es ver como se retira y tener unas ganas inmensas de abrazarle y borrar todo el pasado.
:-s

Anónimo dijo...

Que mania la nuestra de enamorarnos del equivocado, o en el momento equivocado... Suerte Mir muero por saber como sigue esto!