
Para nuestro aniversario, Octavio me llevó a cenar. Era la primera vez que nos mostrábamos en público después de un año de estar juntos.
Por supuesto que no elegimos el restaurante más concurrido, sino uno bastante íntimo y alejado de la ciudad.
Octavio aprovechó la ocasión para plantearme que deje a Manuel y que vivamos juntos.
- Quiero que formemos nuestra propia familia - dijo
- Lo haremos, quedate tranquilo - respondí
- Miranda, te amo, no quiero esperar más.Necesito que estemos juntos, no quiero ocultar el amor que siento, me parece injusto.
- Sí, te entiendo, cada vez falta menos, amor - respondí
Pero en realidad yo no sabía cuánto faltaba, ni qué pretendía al dilatar mi separación.
Muchas noches me descubría mirando a Manuel mientras dormía y la única idea que venía a mi mente era la de huir, sin despedida.
Otra veces, creía amarlo, pero ese pensamiento se evaporaba al recordar la imagen de Octavio, que se apropiaba de mi mente hasta entregarme al sueño.
Así eran mis días, un calvario generado por mi propia indecisión, como si necesitara que alguien hiciera las cosas por mí, que todo se revelara de una vez ante los ojos de Manuel y me echara de esa casa a la que ya no pertenecía.
Y esa noche creí que sería, que al fin sucedería...
Octavio me dejó a dos cuadras de mi casa, y antes de bajar me regaló un enorme ramo de flores y una carta en la que decía:
"Te amo desde hace un año y para siempre. Yo "
Guardé la carta en mi cartera, tomé el ramo de flores, y luego de abrazarlo y besarlo me bajé del auto.
Cuando llegué, Manuel estaba viendo televisión en el dormitorio. Dejé la cartera sobre el sillón y coloqué las flores en agua.
- ¿Cómo te fue en la cena de teatro? - escuché que Manuel preguntaba desde la cama
- Bien, Mario nos trajo flores a todas -respondí justificando el regalo de Octavio que tarde o temprano vería sobre la mesa.
- Qué bien, bueno, vení acá - pidió
Fui al cuarto y me recosté a su lado a ver televisión, pero con el pensamiento demasiado alejado de esa habitación.
Al rato, Manuel se levantó para buscar agua. Desde la cocina me preguntó:
- Amor, ¿tenés un cigarrillo?
- En mi cartera- dije
No recuerdo en que momento me quedé dormida, pero amanecí cuando Manuel ya no estaba en la casa.
Me levanté para prepararme el desayuno, y cuando el café estuvo listo fui a buscar un cigarrillo.
Allí me encontré con el atado de Marlboro apoyado sobre la carta de Octavio.
Manuel había visto la carta, pero en lugar de decirme algo, me había dejado la prueba concreta de que él se acababa de enterar.
No entendía con qué finalidad lo había callado, ni que iría a hacer al respecto.
Fue entonces cuando sonó el teléfono:
- Buen día, amor- dijo Manuel del otro lado de la línea - sólo llamaba para saber cómo habías amanecido y preguntarte si tenías ganas de que nos tomemos unos días para ir a Miami.
- No sé, así tan rápido... ¿por qué no lo hablamos a la noche? - pregunté
- Porque ya tengo los pasajes, los acabo de comprar. Andá haciendo la valija que nos vamos mañana -dijo
Ahí entendí la jugada de Manuel.
Alejarme de Octavio.