
Me casé enamorada, realmente enamorada.
Manuel era todo lo que yo no era y hacía todo lo que yo no hacía.
Yo era celosa, sin límites ni remedio. Caprichosa y rebelde como una adolescente, impulsiva, atolondrada, soñadora, bohemia.
Él era el cable a tierra que yo necesitaba.Tenía esa capacidad de conseguir todo lo que se proponía.Había llegado a tener su propio estudio de abogados, junto con Leandro, su socio y amigo de la facultad. Tenía el don de generar un espacio para sus placeres aunque el tiempo no le alcanzara.Jugaba al tenis dos veces por semana, una al fútbol, cenaba algún día con sus amigos de la vida, y los fines de semana trataba de irse a la costa o a comer un buen asado a la casa de sus padres.
Yo nunca podía organizarme.Si me sobraba el tiempo no sabía para qué utilizarlo, y si estaba escasa de horas libres terminaba corriendo de un lado a otro y suprimiendo la mitad de lo que había planificado.Trabajaba de lo que el destino me propusiera y sólo me tomaba en serio la actuación.
La noche que lo conocí, en esa cena improvisada por mi amiga, quedé deslumbrada ante cada uno de sus comentarios.Su forma de mirarme me hacía sentir desnuda, recién nacida, como si todo lo vivido hubiera servido sólo para conocerlo a él.
Estuvimos de gran sobremesa, hasta que nos pidieron sutilmente que abonáramos la cuenta porque tenían que cerrar.El tiempo había volado sin que nos diéramos cuenta, llenándonos de preguntas y prestando demasiada atención a cada respuesta.
El fastidio de mi amiga era notorio, y trataba de meter un bocadillo como para no quedarse dormida mientras nosotros nos deleitábamos, hipnotizados, ante las palabras del otro.
Cuando terminamos de cenar, él nos llevó en su auto a ambas, y aunque mi casa quedaba apocas cuadras del restaurante, terminó dejando a mi amiga primero, con la clara intención de quedarse a solas conmigo.
Apenas ella se bajó, me llevó a otro bar, donde nos quedamos hasta altas horas de la madrugada.
No podíamos dejar de hablarnos, de contarnos, de mirarnos.Nunca había tenido la certeza que tuve en ese momento, la seguridad de saber que a él le pasaba lo mismo que a mí.
En el auto, ya de regreso a mi casa (un pequeño departamento que alquilaba en Villa Crespo) empezó a decirme que yo le gustaba, que se sentía sorprendido por lo que le pasaba conmigo, y que sabía que a la mañana siguiente y el día después de mañana iba a querer verme.
Yo temblaba, entre sorprendida y extasiada.Estaba convencida de que era él, de que así era el amor que mostraban en las películas, de que ese nudo en el alma algo quería decirme.
En la puerta de mi casa me besó y me dijo:
- Siento que voy a querer estar siempre con vos.
Y aunque sabía que sonaba apresurado, le creí.