
Fueron setenta y dos horas de intensos preparativos.
Ponernos en contacto con el hotel de Bahamas para que se ocupara de adaptar un espacio en la playa para la ceremonia, avisar a nuestras familias, elegir la ropa, los zapatos, pedir otra vez permiso en la agencia para ausentarnos una semana y coordinar hasta el más mínimo detalle.
Nos quedábamos despiertos hasta que mediara la madrugada haciendo ajustes de último momento a nuestro manual de boda. Faltaba lo esencial:¿Quién iba a casarnos? Llamamos nuevamente al hotel en busca de una solución y la encontramos. Contaban con una empresa que proveía de jueces de paz para ceremonias no religiosas, justo lo que buscábamos.
La mejor parte de los preparativos fue que Javier me confesara que Clara y El Tano iban a estar presentes en el casamiento. Él se había ocupado de interrumpirlos en su luna de miel para darles la noticia y, considerando lo cerca que estaban de Nassau, no habían dudado en confirmar su asistencia.
Sólo faltaba la ropa. Elegir un vestido de novia para la boda de los sueños no es tarea fácil. Sobre todo,si la ceremonia no se realiza en un lugar tradicional. La playa me condicionaba a algo sencillo aunque me permitía jugar un poco con los accesorios. Después de un día entero de pensar y pensar, me decidí por un solero blanco, unas sandalias y un peinado semi recogido con flores.
Javier, en cambio, lo tuvo claro desde el primer momento: pantalón de lino en color arena y camisa blanca.
Dos días antes comenzaron a llenarse nuestras casillas de e-mail al borde del colapso. Confirmaciones que llegaban desde el hotel y los amigos que enviaban buenos deseos e intenciones de que tuviéramos una vida feliz.
Pero hubo un mail que no auguraba nada de eso. En su texto sólo se limitaba a cuestionarme sobre mi decisión y me acorralaba con preguntas del estilo:
- ¿Estás segura que es el hombre de tu vida?
- ¿Estás dispuesta a pasar el resto de tus días con él?
- ¿No debería ser yo ese hombre que te acompañe en el altar?
Respondí en voz baja cada pregunta y descubrí que no había un solo NO de mi parte.
Así que, antes de eliminar su mail de la bandeja de entrada,le respondí:
Octavio: Gracias por tu mail.Sin quererlo me hiciste dar cuenta que la decisión de casarme con Javier es la más acertada que tomé en toda mi vida.
Ojalá que vos también logres ser feliz.
Miranda.
Miré el vestido colgado en la puerta del placard, contemplé el cuerpo de Javier mientras salía de la ducha envuelto en una toalla, disfruté de su sonrisa al descubrir que yo lo miraba y me dejé caer en la cama con los brazos abiertos, extasiada de alegría.