El camino al altar se me hizo interminable.Quería grabar en mi memoria cada imagen, cada pequeño detalle por más insignificante que fuera.
El sendero con flores sobre la arena, la sensación de mis tacos hundiéndose en la playa, la brisa con olor a mar acariciándome el pelo. Mis afectos, de pie frente al azul del paisaje, vestidos de blanco para respetar la consigna. El arco improvisando un altar sagrado, al menos para nosotros.
Y Javier. Hermoso, elegante, perfecto.
Un violín sonó marcando el inicio de la ceremonia y me acerqué hasta mi amor siguiendo la música como en los cuentos de hadas. Javier fue todo sonrisa y brillo en sus pupilas. Podía haberse desvanecido el mundo en ese instante y desaparecer a mis pies. Nada me importaba más que la mano de Javier sosteniendo la mía frente a ese inmenso mar.
El juez, que no era más que una persona que se ganaba la vida casando gente, pronunció unas palabras que se mezclaron con el sonido de las olas.
Clara leyó un poema, El Tano improvisó un deseo de felicidad eterna y el juez nos pidió las alianzas. Javier sacó de su bolsillo dos anillos y se los entregó antes de decirme:
- Miranda, sé que si volviera a vivir mil veces, mil veces volvería a elegirte. Lo supe desde el día en que te ví, cuando sentí que mi corazón ya no era mío. Por eso quiero pedirte que seas mi mujer, ahora y siempre.
El corazón me latía con tanta fuerza que pensé que iba a quedarme muda por el resto de mis días. Respiré hondo, contuve las lágrimas fruto de la emoción y dije:
- Javier, tuve que dar vueltas y tropezarme varias veces en esta vida hasta encontrarte. Cuando lo hice, descubrí que todo lo que me había pasado cobraba sentido. Sos la mejor recompensa para mis horas de tristeza y el hombre que elijo para envejecer juntos.
Nos colocamos las alianzas y el juez pronunció las palabras esperadas: Los declaro marido y mujer.
Sabíamos que esa frase carecía de valor frente al mundo, pero en nuestro interior, era todo lo que necesitábamos oír para sentirnos felices.
Nos besamos con aplausos de fondo y recorrimos el camino frente a nuestra familia y amigos bajo un cielo cubierto de pétalos de rosa.
Fue un almuerzo tranquilo frente a la pileta del hotel. Dos hawainas bailaron para nosotros y nos regalaron los típicos collares que aún conservo de recuerdo. Bebimos, reímos, bailamos, brillamos.
La boda perfecta, la postal soñada, el hombre de mi vida.
Al atardecer nos despedimos de todos escondiendo la emoción para no empañar la despedida y nos fuimos de luna de miel.
Cuando lo abracé a Javier, lejos de la mirada atenta de los invitados, entendí el significado de todo. Una sensación de paz me cubrió el alma. Todo lo que necesitaba para vivir estaba caminando a mi lado.
Y me sentí feliz.
10 comentarios:
Qué hermoso!!!! Maravillosa ceremonia...maravilloso momento!!
y despues que paso?? :D besos mir que tengan un buen comienzo de semana, y que llegue rapido el finde!!!
Que buena ceremonia!! A veces el resto del mundo no importa.
Aún cuando después nos aplaste con toda su realidad.
Sólo puede uno sobrevivir si tiene un puñado al menos, de estos momentos.
WOW!!!
QUE HERMOSO!!!
La ceremonia soñada... me encantó!
Que romantico todo! Igual quiero saber que hizo el mal nacido de tu marido para quitarte la felicidad porque estoy segura que lo que viene es un huracan
Que hermoso, en verdad es tu mejor entrada, muy bonita y bien lograda. Pase lo que pase esos recuerdos son para siempre. Saludos
Hola que buena noticia!!! después de tanto padecer o dicen que antes de la tormenta viene la quietud y en tu caso es la tranquilidad y el relax antes de que venga el boludo... espero equivocarme; te mando muchos besotes amiga cibernética y nos estamos leyendo.
Que hermoso! Felicidades! :D
que abandonados nos tenes a tus seguidores, te demoras mucho en postear, please hacelo mas seguido; mil gracias, te sigo...
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