Sentadas en un paisaje de vasos rotos, papel picado y pisos sucios, tuvimos un momento para estar tranquilas y hacer los comentarios post- fiesta, imprescindibles entre amigas.
- ¡Uf, qué fiesta!- dijo Clara mientras se desprendía la correa de las sandalias.
- Ni me lo digas. Demasiadas emociones, amiga.
- Contame, ¿qué pasó con Octavio? - me preguntó.
- De todo. Todo- le contesté sabiendo que Clara entendería.
- ¿Todo? - rió - Sos tremenda, Mir. ¿Por qué? ¿Cuándo? - quiso saber.
- Y...que se yo, estaba demasiado borracha, me viste. Fui al baño porque no me sentía bien y se metió conmigo. Cuando me di cuenta estábamos los dos revolcándonos y ahí fue cuando me sentí peor.
- No, Mir, no te culpes. Nadie tiene que enterarse. A veces uno mismo se castiga complicándose las cosas. Uno elige estar aliviado o complicado con una situación. Creo que en tu caso es normal que optes por la segunda opción, como si no te permitieras vivir tranquila... - dijo muy seria.
- Eso sonó fuerte - le respondí - supongo que un poco de razón tenés.
- Es que estando tan bien con Javier no tenías necesidad de rebobinar la historia con Octavio. ¿Entendés?
- Sí, lo entiendo. El punto es que yo no tenía intención de rebobinar, sino de ponerle punto final. Supongo que extrañaba su cercanía o que quise probar que todavía podía ser influenciable a mis encantos. No sé, una pavada, Clara...
- Ya fue, olvidate de él. Ahora concentrate en Javier y en la propuesta de matrimonio.
- Sí, pero todavía no le contesté - le dije con un dejo de tristeza.
- ¿Por? Yo pensé que le habías dicho un si rotundo.
- No, no pude. El fantasma de Manuel se me apareció cuando pretendía abrir mi boca - contesté.
- Y claro, no es fácil. Hay que entender que no sos libre y que plantearle a él tu libertad puede ser un momento complicado.
- ¿Complicado? - reí - Va a ser espantoso. Lo conozco, voy a tener que pensar bien la forma de hablarlo porque su primera respuesta seguro será un no.
- Bueno, Mir, creo que llegó el momento de que empieces a definir cosas en tu vida. Si querés empezar a ser feliz tenés que hacerlo desde ahora.
La palabra ahora hizo eco en mis oídos.
Ahora. Demasiado tiempo había pasado desde que había creído que sería feliz al lado de Manuel.
Mi vida había girado ciento ochenta grados y mi hoy era una fotografía distinta de una Miranda transformada, con ganas de intentar otra vez, pero con otro protagonista que me daba muestras de un amor sincero y leal.
- La pregunta es: ¿vos querés casarte con Javier?- me interrumpió Clara mientras yo pensaba.
- Sí. Creo que es el amor que siempre estuve esperando.
Vi a Javier caminar entre los restos de la fiesta, con un ramillete de flores improvisado con un centro de mesa. Llegó a mi lado y me los entregó como si fueran una ofrenda. No dijo nada, sólo me miró y yo supe lo que pasaba por su mente.
Era simple de comprender la mirada de Javier y cada uno de sus gestos.
Detrás de sus pupilas, un océano de agua transparente me regalaba tranquilidad y la seguridad de saber que nada turbio podía alojarse en un alma sincera.
Y sentí que estaba convencida como nunca antes lo había estado.