A mi primera ecografía fui acompañada por Clara.
Javier había intentado pedirme perdón pero yo no había sido capaz de atender sus llamados o responder sus mensajes. El ruido de la puerta al cerrarse se había convertido en un eco que se agigantaba con el correr de los días. Mi amor mutaba a rabia, a bronca y no podía perdonarlo.
La única que siempre estaba, sin hacer mayores preguntas, era Clara.
Lamenté que el mal momento que atravesaba me impidiera disfrutar de ese acontecimiento como siempre había soñado. Pero la ausencia de Javier era, de pronto, una enorme presencia. Una nube gris sobre mi cabeza. Un pedacito de mí que se había ido.
Entramos a la clínica y atravesamos el pasillo para tomar el ascensor que llevaba al segundo piso.
Una vez ahí, nos anunciamos en la recepción. Nos indicaron que siguiéramos caminando hasta el fondo y que allí dobláramos hacia la derecha.
En medio del recorrido, sentí que Clara me apretaba el puño con fuerza, como si tratara de advertirme sobre algo. En el mismo instante, oí una voz que pronunciaba mi nombre.
- Miranda, qué sorpresa.¿Qué hacés acá?
- ¿Vos qué hacés acá? - respondí, pálida, como si me encontrara en presencia de un fantasma.
Enseguida identifiqué un yeso en la pierna izquierda de Manuel y supuse cual sería su respuesta.
- Una fractura- dijo - ¿Vos?
- Se intoxicó - mintió Clara.
- Espero que no haya sido culpa mía - río - Fue un chiste de mal gusto, lo sé.
- Fiel al resto de tu persona - atiné a decir- Siempre tan desagradable.
Empecé a caminar. A mi lado, Clara balbuceaba insultos. Al llegar al final del pasillo, doblamos tal como la recepcionista nos había indicado.
Por suerte no había nadie, así que apenas dos minutos después el médico nos hizo ingresar.
La sensación de ver a mi bebé por primera vez fue suficiente para hacer desaparecer de mi mente a los Javieres, Octavios y Manueles. Nada había más importante que esa pequeña personita a quien no conocía pero amaba.
Por unos quince minutos fui feliz. Completamente feliz.
Me sentí viva, radiante. Nueva.
Clara lloraba sin parar y trataba de disimularlo para no contagiarme. Yo hubiera querido llorar pero la emoción era tanta que llorar hubiera sido poco.
Al salir, Manuel estaba esperándome, sentado en los sillones de la recepción. Yo seguí de largo como si él no existiera.
- Miranda - dijo - esperame, quiero decirte algo.
No me detuve, ni lo miré siquiera. Manuel insistió.
-Miranda, escuchame - volvió a decir mientras se levantaba y caminaba detrás nuestro arrastrando su pierna enyesada.
- No quiere hablarte- le respondió Clara - ¿no entendés?
- ¡Miranda! - gritó fuerte.
Me detuve como si ese grito fuera la señal de algo peor que estaba por venir.
- Me mentiste. Viniste hacerte una ecografía porque estás embarazada. Y yo sé que ese hijo es nuestro - dijo.
- Estás enfermo - le respondí antes de seguir caminando hacia el ascensor.
- Voy a ser padre, Miranda. Vamos a ser una familia otra vez - dijo
Y sentí miedo.